Capítulo 2

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7 de noviembre, 2020

Necesito una pastilla para el dolor de cabeza.

Mi sábado parecía que iba a ser tranquilo, pero supongo que la suerte paso por mi lado y dijo ¡Olee!

Voy a comentarles cómo comenzó: aprovechando que es sábado dormí hasta tarde, o eso pretendía hasta que mi puerta fue aporreada a golpes por mi querido hermano que según él quería pasar "tiempo de hermanos", claro está que lo eché a patadas, pero lamentablemente no me pude volver a dormir, como pasa siempre que me levantan.

Me quedé la mañana repasando para los exámenes finales que tengo la semana que viene.

El desayuno pasó tranquilo con Dani, ya que también se puso a repasar. Pero cuando me llamó mi hermano para preguntarme si para almorzar estaba de buen humor y le dije que si, en el camino, un imbécil estaba en su auto y estando en el carril derecho, gira a la izquierda sin luz de giro, aunque ya está mal con que haya girado. Por lo que claramente llegué a tocarlo con la motocicleta.

Ahora mi motocicleta esta tirada en el suelo, tengo el casco bajo el brazo viendo la abolladura y raya en la puerta del auto del hombre que me está gritando y dándome más dolor de cabeza.

Claramente hay gente parada y está llegando la policía.

Me froto las cienes con los dedos y cierro los ojos para respirar profundamente.

Estoy a punto de acabar con mi paciencia y gritarle de nuevo para detener su diccionario de insultos hacia mi sin razón alguna, pero alguien me gana de mano.

—Creo que lo que está diciendo es una completa falta de respeto hacia ella ya que el que hizo las cosas mal fue usted. Y aunque fuese al revés, no debe dirigirse de esa manera a una mujer. Así que le voy a pedir, antes que mi paciencia se agote, que se calle y deje de decir esas estupideces sin sentido.

Quedo completamente muda mientras veo a Dylan parado frente a mí y a su lado a Patrick.

Ambos cruzados de brazos y mirando de una manera nada amable al señor imbécil que se quedó cortado con las palabras de Dylan.

Parece que el señor imbécil vuelve a la realidad y lo mira enfadado.

—¿Y quién se supone que eres tú? Ninguno de ustedes dos tiene que ver con esto así que váyanse por donde vinieron niños.

—Somos amigos de la mujer a la que está tratando de una manera nada correcta —comienza Patrick—. Y vimos lo que sucedió así que estamos de testigos.

El hombre queda en corto circuito y aunque quiero sonreírle triunfalmente solo puedo sobarme la cabeza por el dolor.

Doy un respingo al sentir una mano en mi cintura y cuando levanto la mirada me encuentro de frente con Dylan que en su mirada veo clara preocupación.

—¿Estás bien?

¿Me pregunto si estoy bien?

Creo que sí.

¿Le interesa como estoy?

Eso parece.

¿De verdad? ¿O solo es cortesía?

¿Y yo que voy a saber? Pero parece sincero.

—Si —miento—. Estoy bien.

Él frunce ligeramente el ceño. Supongo que no me creyó.

—Señor —le dice el policía al señor imbécil—. Cálmese y dígame que sucedió.

Dylan y Patrick están a mi lado y el señor imbécil está casi gritando enfrente del policía mientras me señala.

Suspiro de AlivioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora