Capítulo 44: "Pólvora"

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Yuno se quedó pasmada, de saber que se iba a quedar junto al idiota con el que había discutido en la mañana y todos los últimos días, hubiera preferido irse al cuartel

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Yuno se quedó pasmada, de saber que se iba a quedar junto al idiota con el que había discutido en la mañana y todos los últimos días, hubiera preferido irse al cuartel.

Levi soltó un suspiro exagerado, tomó el botiquín y caminó hasta el sofá, sentándose junto a ella.

—Lo puedo hacer sola. —indicó Yuno intentando quitarle la caja pero el se giró dejándola fuera de su alcance.

—Quítate la chaqueta. —ordenó Levi. —Yo lo haré.

—Odias la sangre, Ackerman. 

—Estoy intentando ser amable contigo, mocosa. —se giró irritado. —¿Puedes cooperar?

La chica resopló molesta y se quitó la chaqueta, quedando con esa polera sin mangas y de cuello V que dejaba ver su clavícula. Levi empapo un algodón con alcohol y lo pasó por el corte de la chica haciéndola soltar un insulto.

—¡Mierda, ten más cuidado! —gruñó. —No sé tú, pero yo tengo un cuerpo delicado.

Levi rodó los ojos.

—Tan delicado que te encanta andarte metiendo en peleas sin sentido. 

—¿"Peleas sin sentido"?

—¿No se te ocurrió simplemente decirle a la rubia que era buena con la espada en vez de pedirle un combate? —criticó Levi. —Mocosa imprudente.

—No fue una pelea sin sentido, Ackerman. —respondió Yuno mirándolo. Él enarcó una ceja mientras pasaba otro algodón para dejar bien limpia la herida. —El combate no fue solo para ayudarla a entender que su verdadero don era la espada, idiota. Sino para mostrarle que podía seguir confiando en mí... el respeto y autoridad es algo que debes ir cultivando cada día.

Levi alzó la vista encontrándose de cerca con la mirada de Yuno. Eso era precisamente lo que le molestaba de la chica. Lo que no aguantaba de ella... era lo mismo que lo hacía volver una y otra vez a buscarla y a buscarse en esos iris marrones.

(...)

Mientras tanto en el Festival.

Carl y Amelié atendían el puesto de pasteles de su madre, ahí estaban comiendo algunos chicos, entre ellos Eren, Mikasa y Hange.

El pelirrojo se había escondido de las dos mujeres de su familia y estaba sentado en la misma mesa que los demás conversando animadamente con la mujer de gafas.

—¿Entonces todo fue un plan para dejarlos solos? —rió Carl y Hange asintió.

—Ambos son terriblemente tercos. Si no los obligamos jamás arreglarán sus problemas. —respondió la mujer rodando los ojos.

—Quizás porque prefieren preocuparse por otras cosas antes que de ellos mismos. —comentó Eren adentrándose en la conversación.

—Es una lástima que los dos carguen con tanta responsabilidad sobre sus hombros. —resopló el pelirrojo pensando en los Capitanes. 

𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐚́𝐧 𝐲 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐚𝐧𝐚 [𝑳𝒆𝒗𝒊 𝑨𝒄𝒌𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora