69. Las Miriam's

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AVISO: Los capítulos dedicados a una pareja, van paralelos en la línea del tiempo. El primer flashback que encontraréis es del día anterior a que Natalia se fuera a Barcelona, que Alba le pidió a Mimi que se quedara con Laura. (Capítulo 65) Y el capítulo, digamos que está desarrollado un par de semanas después... o sea, Natalia ya ha vuelto a casa y Marina a Madrid. 

Espero que os hayan traído muchas cositas los Reyes. 

Disfrutad del capítulo y dejadnos muchos comentarios, será nuestro mejor regalo. 


POV MIRIAM

¿Cómo podía ser que llevara dos meses aquí y ni me había enterado? Estando en mi pueblo, los días pasaban largos, los minutos se hacían horas interminables. Todos los días era igual. Iba a dejar a Lidia al colegio, me iba al trabajo, volvía a casa, porque era mi madre la que recogía a la niña, y ya, no salía de casa hasta el día siguiente. 

Cuando hacía buen tiempo, a veces, nos íbamos al campo con el perro, pero tardábamos poco. Me encantaba el campo, sin embargo, me daban pánico las tormentas y, en Galicia, se pone a llover sin previo aviso... así que, procuraba no alejarme mucho, por la niña y por mí. 

Desde que había llegado a Madrid, mi vida había dado un giro de 180º. Todo era diferente. Hasta mi hija se comportaba diferente. Estaba más contenta, más feliz. Había congeniado genial con Laura y Jesús. Eran sus escuderos. Y afortunadamente, Alba y Natalia estaban encantadas con que su hija ayudara así a la mía. ¡Qué grandes madres eran esas dos! ¡Y qué grandes personas! Sin conocerme de nada, desde el minuto 1 me ofrecieron su ayuda y, no solo a mí, si no a mi hija. Y no hay nada más grande para una madre que ver que ayudan y quieren a tu hija. 

Por supuesto, Jesús también la había ayudado mucho, de hecho, quizás se llevaba tan bien con Laura gracias a Jesús... pero es que Jesús era su primo, Sabela era nuestra familia. A ellos los veíamos tres o cuatro veces al año, como mínimo. De Sabela, de su mujer, Julia, y de su hijo, Jesús, no me sorprendía. Ya sabía que eran las personas más buenas que había conocido hasta la fecha... pero, ¿qué hace que dos personas y una niña te abran las puertas de su casa sin conocerte de nada? María las de su cafetería y Mimi las de todo, su vida, su academia, su teatro...

De repente, tenía a 6 personas que me apoyaban, que me cuidaban, que siempre estaban ahí, para mí y para mi hija. Y aunque, incluyo a Sabela, que siempre estuvo, al vivir en su casa todo era más intenso. 

Pero de todas las personas que había tenido la suerte de conocer y tratar al llegar a Madrid, Mimi era la que había revolucionado mi vida. Había entrado como un elefante en una cacharrería, removiendo todos los cimientos de los que, hasta ahora, había pensado, incluso de mi misma. Había roto todos mis esquemas. Para bien, pero estaban rotos. 

Mimi, con solo dos meses que llevábamos conociéndonos, sabía leerme como si fuera transparente, a pesar de que no me gustaba hablar de sentimientos, de que no me gustaba mostrarme vulnerable. No en vano, mi prima me solía decir que soy como una ostra, hay que escarbar demasiado para encontrar la perla... sin embargo, a Mimi, parecía que no le había costado nada llegar a conocerme. 

Mimi había conseguido que mis días en Madrid fueran lo maravillosos que nunca imaginé que serían. No solo era mi jefa, mi amiga, la única mujer por la que había sentido atracción sexual, si no que, además, me hacía quitarme los miedos y las inseguridades, me hacía crecer como persona y como profesional. Incluso, como madre. 

Con su desvergüenza, con su socarronería, sacándome los colores cada vez que podía, pero también sabiendo cobijarme cuando lo necesitaba. Me gustaba Mimi, y era la primera vez que me gustaba una mujer, no sabía si eso me hacía ser lesbiana, bisexual, o como dijo mi prima, Mimisexual, pero me gustaba. Yo me gustaba más cuando estaba con ella. Me hacía pensar en libertad, en que yo también podía volar. Me hacía creer en mi misma como nunca pude hacer.

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