6. No lo diga doctor

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Hola otra vez!

La idea que tengo de medicina es la justa para pasar el día, así que no me juzguéis por las cosas que dice el médico ni por lo que le hacen a la rubia ;-)

Esperamos que os guste este capi

POV NATALIA 

Media hora después, Sabela se había quedado con Laura y yo estaba entrando en el hospital, corría por los accesos a urgencias del hospital, con la lengua fuera, buscando a alguien que me dijera que le había pasado a Alba.

Cuando la voz, al otro lado de la línea, me dijo que mi esposa estaba en el hospital y que debía ir lo más pronto posible, el tiempo se paró para mí. Noté eso que dicen que te pasa cuando estás a punto de morir, vi desde fuera, todo el tiempo que había pasado con Alba, nuestros mejores momentos y como fuimos dejando pasar el tiempo, dejando que el silencio nos zambullera en el agujero negro en el que nos habíamos convertido. Me dio tiempo a decir que estaría allí lo más rápido que pudiera y se me cayó el móvil al suelo. Sabela me sentó en un banco y me dio un sorbo de agua. Obviamente, no podía conducir en el estado en el que estaba, de modo que ella me llevó al hospital y de allí se volvió con el coche a su casa, con los dos pequeños preguntando que había pasado. Le dijimos que mami había tenido un pequeño accidente, aunque a mi ya me parecía que de pequeño no tenía nada y, que se tenía que ir con Sabela porque yo tenía que quedarme cuidándola para que se pusiera buena. Mis pequeñas, porque si, en ese momento, entendí que Alba seguía siendo mi pequeña y que la quería como el primer día, fue en ese momento cuando me di cuenta que sí le pasaba algo, mi vida no iba a ser la misma, porque, al final, por mal que estuviéramos, al volver a casa, ella siempre estaba allí, al final, yo, me seguía despertando en su lado de la cama, con su olor en mi pecho.

- Soy Natalia Lacunza. Me han llamado. Mi mujer, Alba, Alba Reche...

- Tranquilícese Señora. Dígame, ¿qué le ocurre a su mujer?

- ¡No lo sé! – grité desesperada y al borde del llanto – Me han llamado del hospital y he venido todo lo rápido que he podido

- Bien, tranquilícese, voy a ver – la mujer se puso a toquetear el teclado – sí, tiene que esperar. Por aquella puerta - señaló unas puertas blancas de doble hoja-  saldrán a avisar a los familiares

- Pero... ¿no me puede decir nada? ¿Qué ha pasado?

- Señora, tiene que tranquilizarse...

- Ya, ya... dígame, ¿usted estaría tranquila si fuese su pareja de la que no supiera nada?

- Lo siento. Yo no le puedo decir nada, de verdad, yo no sé en qué estado ha entrado su pareja ni que están haciendo, solo le puedo decir que está en buenas manos, en este hospital tenemos muy buenos médicos y, ahora, tiene que dirigirse a aquella puerta - dijo señalando, esta vez, un hueco en el que ni siquiera había puerta, en el que rezaba un cartel con las palabras "Sala de espera" "Guarde silencio por el bien de los enfermos" - y esperar...

Me dirigí a aquel lugar,  me senté en una de las sillas de plástico, incómodas y pintarrajeadas, dispuesta a esperar a que me dijeran como estaba Alba. El ambiente en aquella sala, era pésimo, con el olor nauseabundo característico de los hospitales, mezclado con un fuerte aroma a tabaco, a pesar de que allí, no se podía fumar, pero misteriosamente, el olor, estaba.  ¿Qué le había pasado a Alba? Esperaba que no fuese nada grave. Sabela me había dicho que no me preocupase, que en los hospitales son muy alarmistas, que seguro que no era nada. Creo que era muy optimista, aunque, ojalá que fuera yo la pesimista.

Cuando ya llevaba dos cafés con leche de la máquina, y más de una hora tortuosa de espera, llegó María. Seguramente, avisada por Sabela, porque yo aún no le había dicho nada a nadie, ni pensaba hacerlo, hasta que no supiera que le había pasado a Alba.

¿Te atreves a recordar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora