31. Una semana

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Perdón por la demora aquí tenéis el cap, os queremos <3

POV ALBA

El día siguiente fue uno de los días más triste que recordaba. Natalia, mi Nat, mi mujer, se iba... y si, supuestamente, iban a ser pocos días. Supuestamente, esos días nos iban a venir bien. Ella iba a estar a escasos minutos de mi. No pasaba nada, se iba para mejorar, porque después, íbamos a estar mejor. Y yo, quería creerla. Quería creer que eso era verdad. Que Natalia tenía razón. Quería creer que Mimi estaba en lo cierto cuando me lo dijo, quería creer que María tenía razón cuando hablé esa mañana con ella, quería creer que Sabela nos estaba dando un buen consejo... pero me estaba costando mucho. ¿Cómo no me iba a costar si veía a mi niña con la cara más triste que le había visto hasta ahora? ¿Cómo no me iba a costar si Natalia, mi Nat, mi esposa estaba echando sus cosas en una maleta con la misma expresión que si se fuera a la guerra? ¿Cómo no iba a estar triste si mi corazón no paraba de preguntarme por qué la dejaba marchar? ¿Por qué se tenía que ir a otro lado si su casa era esta? 

Ese domingo, cuando nos levantamos Laura y yo... Bueno, más bien, cuando Laura se despertó y me obligó a levantarme... por que no, yo, no quería... quería que las horas pasaran más despacio y quizás si no salía de debajo del edredón, se cumplía, ¿no? Pero no, mi hija me obligó a levantarme para buscar a su mamá, la cual, daba señales en forma de ruidos en la cocina. El caso es que, cuando nos levantamos y llegamos a la cocina, mi mujer estaba preparando chocolate y había traído un montón de churros que nos esperaban en la mesa 

- ¿Vaya! Ya se han levantado las dos marmotillas de la casa - nos vaciló, al vernos aparecer por la cocina

- ¿Has traído churros para todo el vecindario? - le pregunté en vista de la cantidad industrial de churros que reposaban sobre la mesa del salón, en la que solíamos comer ahora que éramos tres. Cuando éramos Natalia y yo solas, solíamos hacerlo en la cocina, en una especie de barra que teníamos. 

- No cariño, solo para nosotras tres - me dijo, dejando un beso en mis labios, ¿eran nuestros últimos buenos días? ¿Nuestro último desayuno juntas? No, no, esa no era la forma en la que tenía que afrontar esa separación temporal. 

- ¿Y cuando estés en casa de la tita María puedo ir a verte, mamá? - 

- Claro que sí, mi vida. Ya verás, vamos a pasar todas las tardes juntas - le dijo mi mujer animando a la niña

- ¿Las tres? - ¿Por qué a ella no le costaba? ¿Por qué yo tenía un nudo en la garganta que ni subía ni bajaba? No podía seguir escuchando así que me levanté a la cocina, donde unos minutos después tenía a Natalia abrazándome

- Cariño tenemos que ser fuertes. 

- Es que no entiendo porqué tenemos que ser fuertes, no entiendo porqué tenemos que separarnos, Natalia. 

- Porque lo necesitas, Alba

- No, no lo necesito. Solo te necesito a tí. Conmigo. En esta casa 

- Cariño - intentó tranquilizarme, pero es que no podía. Mimi me había convencido de que era lo mejor y, vale, en ese momento lo entendí, pero una cosa era pensarlo y otra muy diferente llevarlo a la práctica, verla alejarse de mi

- Quédate, Nat.  - le dije abrazándola como si fuera mi tabla de salvación. Lo era. - No quiero que te vayas

- Cariño - suplicó para que no le volviera a pedir que se quedara. Y no lo hice, aunque no me faltaron ganas. Las última horas que íbamos a estar juntas antes de la separación temporal a la que había accedido, fueron las más tristes que recordaba haber vivido con ella.

¿Te atreves a recordar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora