58. Porque ya es de noche y estoy sola

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Estamos muy contentas por todos los comentarios de ayer. Nos alegramos de que os gustara el capítulo. A ver si hoy nos superamos!

POV NATALIA

Después de la conversación con Alba, no sabía muy bien como seguir. No como seguir nuestra relación, que eso sería lo más comprensible. Es que no sabía ni como seguir hablando. El hecho de que Alba me hablara con tanta franqueza y entereza, fue impresionante para mí. Desde luego, que ahora entendía muchas cosas. Sobre todo, entendía lo importante que era hablar, porque si Alba, en su día me hubiera dicho lo que le pasaba, quizás lo hubiésemos solucionado juntas. Quizás... porque tal y como estaba yo, tampoco puedo asegurarlo. Quizás le hubiese dicho cualquier cosa que lo hubiese empeorado... Sea como sea, eso ya es pasado y, desde el momento que terminó esa conversación, esperaba que cerrásemos ese ciclo. Me moría por empezar nuestra nueva vida. En el mismo sitio, en la misma casa, con la mismas personas que hacían nuestra vida mejor, porque no necesitábamos ningún cambio exterior, solo interior, en nosotras mismas y, eso, creo, que ya lo estábamos consiguiendo. 

Pero ahora venía la pregunta más importante, ¿y ahora, qué? Me moría por volver a casa, porque Alba fuera la última cara que viera en el día y que su sonrisa me despertase cada mañana, pero, ¿sería una buena decisión hacerlo ya? ¿Quizás era mejor esperar? 

Miriam me sacó del bucle con esa llamada, para preguntarme donde estábamos para pasar a recoger a su hija y a Jesús. Aunque me dijo que, si estaba todo bien, tardaría un rato en venir porque tenía que hacer algo antes. No me dijo el qué y tampoco le pregunté. Fue una gran idea de Alba invitarla a cenar. Me parecía bien que también estuviese Mimi. Una cena distendida como la que seguro que me iban a dar las rubias, era lo que necesitaba para no volver a pensar más en el mañana. Quizás ahora si, era el momento de dejarnos llevar. 

- ¿Qué hacemos de cena? - me preguntó Alba sacándome de mis pensamientos 

- ¿Y si pedimos chino? 

- Buf, Nat - me dijo con voz lastimosa - hemos comido chino - ¿Por qué no cocinamos algo? - me lo pidió con cara de pena y no pude decirle que no. Imaginaba que no es que le importase lo que fuésemos a hacer, sino el hecho de cocinar juntas. Como tantas veces hicimos antes. 

Y así fue. Nos metimos en la cocina y como el buen equipo que fuimos alguna vez y que estábamos dispuestas a volver a ser, hicimos un risotto con setas y una ensalada de aguacate y mango dignas de la cocina de cualquier chef con varias estrellas michelín. Para los niños, por si no les gustaba aquello, les hicimos una tortilla de atún de un solo huevo. 

- Mami - llegó nuestra hija a la cocina cuando estábamos partiendo todo tipo de fruta para el postre.

- Dime, mi vida - dijo desde la encimera, sin soltar el melocotón que estaba partiendo en ese momento

- Lidia está llorando - nos dijo muy apenada. Mi mujer no dijo nada. Se lavó las manos, cogió la mano de mi hija y se fueron a la habitación, en la que, supuestamente, Lidia estaba llorando. Yo terminé de pelar el melocotón que había dejado Alba a medias y las seguí unos minutos después. 

Cuando llegué a la habitación, Alba ya estaba sentada en la cama, estilo indio, con Lidia abrazada a su cuerpo con piernas y brazos y escondida en su pecho, mientras Alba le frotaba la espalda. Los dos niños miraban la escena con interés y en silencio. 

- ¿Cuándo viene mi mamá? - oí que le preguntaba la niña a Alba, seguramente más alto de lo normal en ella, a consecuencia del llanto

- Viene ya, cariño. En seguida vamos a cenar todas juntas, ¿quieres? - la niña hizo un gesto con la cabeza, pero se paró

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