4. Albi, tú, ¿tú quieres esto?

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Por insistencia de mi compi en este fic, aquí tenéis, el siguiente. 

Esperamos que os guste y que nos lo digáis en los comentarios y con estrellitas.

Gracias Mil

POV ALBA

Llevaba varias noches sin dormir, ya solo quedaban 4 días del plazo que me había dado Mamen para hablar con Natalia. Si, habían pasado 3 días desde que nos encontramos en el centro comercial, y aún no le había dicho nada. Había tenido la posibilidad, el momento perfecto, como cuando Mimi se inventó la peor excusa, largándose y diciendo que llegaba tarde, para dejarnos a solas pero, no sabía cómo, ni siquiera sabía si sería buena idea proponérselo, quizá sería mejor decirle a Mamen que prefería no mezclar "pareja" y trabajo. Total, ella me había puesto la excusa en bandeja...

Normalmente, me encargaba yo de recoger a la niña del cole, excepto en días que necesitaba salir de la rutina. Natalia, generalmente, era la que la llevaba, si no se había ido a uno de sus viajes. Yo, hacía la comida, en teoría para nosotras dos, pero, en la práctica, hacía para las tres, no me importaba echar un puñado más para que comiese Natalia, aunque la mayoría de las veces, ella no viniera a comer. Yo ponía en un táper lo que nos sobraba de la comida y lo guardaba en la nevera, al día siguiente, misteriosamente, no estaba.

Laura no había parado de hablar desde que la recogí del cole, contándome algo súper divertido que había hecho con su amiga Ana, su amiga Sofía, su amigo Jesús... es lo que tiene tener una hija tan sociable.

Ese día, me sorprendí al llegar a casa, pues, lo primero que vi cuando abrí la puerta fue a Natalia en el sofá del salón. ¿Qué habría pasado?

- ¡Mamá! – gritó mi hija en cuanto la vio, tirándose a sus brazos

- ¡Mi vida! – ver aquellos intercambios seguía pareciéndome la cosa más bonita del mundo, ni mis problemas con Natalia ni los años, lograrían cambiar eso

- Hola Nat – la saludé yo, manteniendo la distancia.

- Hola cariño – se acercó, aún con nuestra niña en brazos, y me besó en los labios, quedándome yo petrificada, pues eso, muy normal no era entre nosotras. Vale que delante de Laura hiciésemos el papel de ser el mejor matrimonio, pero las muestras de afecto no traspasaban ciertas líneas, como la de tocarnos y, mucho menos, besarnos – he hecho comida para las tres

- ¡Bien! – se alegró mi hija de que fuésemos a comer las tres en la misma mesa, a la vez. Yo, más que alegrarme, o no alegrarme, estaba sorprendida, muy sorprendida. Una cosa era que viniese a comer, cosa que hacía muy poco y, otra, que cocinase ella para nosotras, algo que hacía años que no pasaba. Natalia debió notar mi sorpresa, porque siguió hablando – no tengo que ir esta tarde, así que he pensado que podríamos hacer algo las tres juntas – vale, ahora si que no entendía nada.

- Muy bien. Voy poniendo la mesa – sí, quería preguntarle a que se debía ese cambio, pero no con Laura delante, que no paraba de celebrar todo lo que decía.

Comimos en un silencio solo roto por la conversación que mi hija nos obligaba a llevar, pero con miradas incómodas y tensión cada vez que ella se callaba.

- Venga, Laura, que hay que echarse un ratito la siesta

- Pero mami – intentó quejarse, queriendo, seguramente, pasar más tiempo con sus dos madres juntas

- Laura, te tienes que acostar un ratito

- ¿Mamá, estarás cuando me despierte?

¿Te atreves a recordar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora