18. A la heladería en noviembre

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Capítulo 3 de 4 del maratón. 

Esperamos que estéis disfrutando de cada capítulo


POV NATALIA

No sé que le han dicho a mi mujer ahí dentro, no sé como ha podido cambiar tanto su estado de ánimo. Pero parece otra, ha entrado como si fuese al mismo matadero y ha salido de esa puerta como si nos fuésemos de fiesta. Nada más salir me ha abrazado con todas sus fuerzas y hemos estado un rato sin movernos de la sala de espera. Pero es que, nos está costando un buen rato llegar al coche porque cada tres pasos nos paramos para abrazarnos o para darnos un beso. No me voy a quejar, pero entre lo despacio que vamos por sus molestias físicas y que paramos cada dos pasos para besarnos como si fuéramos adolescentes, creo que no vamos a ser capaces de llegar al coche.

- Albi, mi vida, ¿qué te pasa? – le pregunté, otra vez,  entre risas y entre beso y beso cuando, al fin, llegamos al coche

- Estoy muy feliz, Nat. Muy feliz, te amo, te adoro, te quiero muchísimo - me contestó, sujetándome la cara y quedando frente a frente

- ¿Qué te han dicho ahí dentro? – le volví a preguntar. Me hace muy feliz verla así y no puedo evitar contagiarme de esa efusividad.  Me alegro de que le hayan dado buenas noticias, aunque sé que en el caso de que le hayan dicho que va a recuperar la memoria pronto, no va a ser bueno para nosotras. Me reprendo ante ese pensamiento, ¿cómo puedo ser tan egoísta?

- Da igual lo que me hayan dicho, mi vida, lo importante, lo importante  - enfatiza - es lo que siento y, lo que siento es que te quiero – me volvió a abrazar al acabar de hablar y me besó en la base de mi cuello. 

- Me alegro mucho que te hayan dado buenas noticias, vamos a celebrarlo, va – le dije intentando separarme de ella para arrancar el coche, pero no me soltó 

- Te quiero un montón muy grande – volvió a besar mis labios, para sellar esa afirmación, como haciendo que fuera más sincera. Me hubiera hecho gracia lo que ha dicho, porque ella empezó a decírselo a nuestra hija y la niña lo aprendió. Sin embargo, lo dice con una emoción tan grande que lo que me produce es un sentimiento de amor tan grande que sé que, aunque haya habido momentos malos en nuestro matrimonio, me sigue queriendo, igual que yo a ella.

- Yo también te quiero un montón muy grande – le confesé con otra sonrisa que hace que la suya se amplíe aun más.

Seguimos besándonos en el coche, como dos adolescentes hormonados y, después de unos minutos así, pongo el coche en marcha y me dirijo a la heladería que le dije, para que tome el batido que sé que se ha convertido en uno de sus favoritos. Aunque yo no he haya ido nunca, me suena que he visto la cafetería- heladería esa de camino al cole.  En los vasos que sirven los batidos para llevar, o en el papel que envuelven las tartas que compra mi mujer ahí, pone el nombre y la calle, junto a un logo rosa muy característico,  eso ha hecho que me fije cuando he pasado por ahí a llevar o recoger a Laura. 

Consigo aparcar cerca de la heladería, a esta hora hay poquita gente, por lo que llegamos sin que Alba se canse mucho.

- ¿Y cómo sabes que esta es mi heladería favorita si dices que no hemos venido juntas? ¿Y por qué no hemos venido juntas? – me pregunta con una sonrisa tan brillante que eclipsa al propio sol.

- Tenemos una hija un poco chivatilla, ¿sabes? – le digo también con una sonrisa, sin darle más detalles.

- Yo.... ¿yo la traigo mucho aquí? – me pregunta dudosa

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