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Sábado 29 de septiembre, 2018.

Abro los ojos tan rápido como me reincorporo. Siento la vista nublada y mi cuerpo adormecido, como si hubiera dormido días. Frente a mí, se encuentra Kyler, sentado.

—¿Que haces aquí? ¿Donde estoy? —busco con la mirada por toda la habitación, me siento desorientada, tengo la mente blanca.

Veo que estoy en una cama grande y una habitación espaciosa, con ventanales y muebles cómodos.

—Sage. —se levanta y camina a donde me encuentro sentada. —Estuviste dormida varios días, tenía que ser así, no estabas en condiciones, ibas a...

—¿Cuantos días? —le interrumpo y me levanto de la cama, vagos recuerdos llegan a mi mente, dejándome más confusa.

—Sabía que después del 25 no estarías de buen humor y te durmieron para que no intentes hacer alguna tontería.

Tan rápido como termina y su mención del día 25 me recuerdan en un flash todo lo que sucedió, camino a él y mi cabeza duele pero me mantengo de pie.

Te odio.

Lo sé y no te culpo.

Siento una punzada en la cabeza tanto como en el pecho.

—¿Tú lo sabías? —lo señalo.—¿Sabias lo que sucedería? ¡Dime!

—Si, lo sabía.

—¡Tú lo sabías! —respiro por la boca pero el control se va de mi, me siento furiosa conmigo y con él por no advertirme, me acerco y retengo las ganas de golpearlo. —¡Debiste advertirme! ¡Pudiste ahorrarme ese maldito momento!

Le grito llevando mis puños contra su pecho, las lágrimas se acumulan en mis ojos amenazando con salir.

Él sigue inmóvil durante segundos, hasta que me toma de las muñecas y me obliga a mirarlo. —Como decirte ¿Eh? Respóndeme una cosa, Sage.

—Debiste decirme. —me intento liberar. —¡Tanto querías cuidarme y no me lo dijiste!

Su agarre se hace más fuerte sin llegar a lastimarme, retrocedo y el avanza unos pasos, la parte de atrás de mis rodillas toca la cama.

—Si yo te lo decía. ¿Me hubieras creído? ¿Cómo hacerlo? ¿Eh? —su mandíbula se tensa y sus ojos destilan rabia. —¿Habrías creído en mi? No. ¿Sabes por qué lo sé? Porque si Alexer te decía que la virgen le habló, ¡Le creías ciegamente! Niegalo.

Quedo en silencio, él me suelta y se aleja de mi, dándome la espalda.

—¿Nunca sospechas de él? No, porque le creíste todo lo que decía. —pasó sus manos por su cabello, frustrado y se regresa a mi. —Él es un psicópata, no siente. No ama, ¡Él no es para siempre! ¿Por que creen en él? Tú y ella son iguales.

Y tan pronto como dice eso último, cambia de expresión, antes de que pueda analizarlo sale dejándome sola en la habitación.

Veo dos puertas en la habitación. Me voy a la primera que veo y me meto ahí, justo el baño. Pego mi espalda en la pared y me deslizo. Rompo en llanto, llevo mis manos a mi rostro y bajo la cabeza.

Emito quejidos y sollozos ahogados.

Recuerdo la vez que encontré el celular al que habíamos estado llamando Alexer y yo pensando que eran el número del otro.

Lo encontré cuando vi a ese chico de ojos heterocromáticos, con un gran parentesco a mi. Es difícil asimilar que ella tuvo que ver en eso, que ella me quitó la comunicación con él. Y que los dos habíamos estado llamando a mi número, el número que ella cambió.

KYLER. [AKDR #2]. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora