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Harry Potter.


Draco se levantó de su lugar y ambos empezamos a caminar en silencio hasta ahí, el aire frío revolvió mis cabellos negros en una danza tranquila.

El invernadero era de un cristal grueso que tenía una forma muy peculiar, como si fuera un huevo tallado con cortes similares al de un diamante, con un radio de unos 20 metros.

El jardín era tan grande que el huevo de lejos se veía como apenas y la mitad de grande de lo que en realidad era, bien podría decir que el jardín de la mansión era una hectárea.

Aunque me gustaba más el jardín de la mansión en Francia.

Al llegar al invernadero donde los pavos reales yacían tomando un poco de agua de una fuente medianamente pequeña con un ángel semidesnudo que tiraba el agua de sus ojos simulando ser sus lágrimas.

La entrada tenía la forma de un arco pequeño puntiagudo con los bordes de oro, Draco abrió las puertas de un movimiento suave y lento con magia permitiéndome pasar para ver a los pavos albinos.

Uno se acercó a Draco, él se inclinó hacia el pavo acariciando el torso gordo del animal llevándose una de sus plumas albinas.

Se levantó y se giró hacia mí y me tendió la pluma.

Tome de su mano la pluma, pase mis dedos sintiendo la textura suave, luego mire a Draco quien distraídamente miraba a la nieve caer detrás de nosotros fuera del invernadero.

Alce la pluma al nivel de su rostro comparándola con su cabello platinado.

-Es del color de tu cabello.-Susurre sonriendo débilmente.

Draco posó su mirada en mi, el también sonrió y se cruzó de brazos, su mirada se volvió a perder en los pavos que había acostados del fondo.

-Cuando era pequeño me gustaba perseguirlos, usualmente mis padres estaban fuera de la mansión y era un poco aburrido jugar con los elfos, fui a perseguir a los pavos intentando tomar una pluma para poder comprarla con mis cabellos.- Draco soltó una risita.-Termine lleno de lodo y sucio, nunca pude quitarles ninguna pluma, justo en ese momento mi madre llegó junto con mi padre.

Draco apretó sus labios en una línea, su mirada regresó a la mía.

-Pensé que iban a pegarme por encontrarme así, pero, sin embargo, simplemente lo dejaron pasar.- Dijo dándose la vuelta restándole importancia.

Camine hasta el divertido, lo rodé para poderme quedar frente a el, pero la sonrisa que surcaba mis labios se desvaneció al ver sus ojos lagrimosos.

Sentía que había más en aquella historia, pero no quise presionarlo a decir ni recordar nada que le fuera desagradable recordar.

No quería que se sintiera mal.

Lo miré sin saber qué hacer o decir, abrí la boca para cambiarle el tema, pero el fue más rápido y tomo la palabra primero.

-Sabes... iré a leer a la biblioteca, los elfos traerán tu árbol para que puedas decorarlo a tu gusto.

No sé por qué de repente me veía como antes de todo lo que hemos vivido, era raro tener ese tono de voz serio y esa mirada apagada.

No dudaba que había recordado algo que no quería, tal vez no debí que haber hecho ese comentario.

Pero, ¿Yo como iba a saber que iba a causar esto?.

Quería detenerlo y decirle que no iba a ser lo mismo decorar un árbol de navidad si lo hacía solo, pero el simplemente volvió a abrir las puerta con un movimiento de su mano hacia la izquierda.

•°100 𝑅𝑎𝑧𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑃𝑎𝑟𝑎 𝐴𝑏𝑟𝑖𝑟 𝐿𝑜𝑠 𝑂𝑗𝑜𝑠•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora