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— ¿Estresado?—me pregunta en cuanto me abre la puerta aun en pijama

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— ¿Estresado?—me pregunta en cuanto me abre la puerta aun en pijama.

—Como no tienes una puta idea—y lo meto en mis brazos de una sacudida para comérmelo a besos y el me recibe gustoso. A empujones lo llevo atrás y caemos en el enorme sillón con el debajo de mí. Abre sus piernas para darme acceso total y empujó con fuerza mis caderas. Que sepa lo mucho que lo necesito. Fabricio siempre está disponible para mí. He amanecido con muchas ganas de joderlo.

Anoche tuve que esperar hasta que Joon llegara con Arthur para que me desataran ante mis casi gritos de auxilio. Fui a la puerta del condenado diablillo y a gritos y golpes a la puerta insistí me abriera pero ya dormía profundo con la puerta trabada. Quería joderlo duro y decirle que ni loco aceptaría sus estúpidas condiciones, que yo soy Math Fridman y yo mando. Ya parece que un mocoso como él va a venir a jugar conmigo y a joderme las pelotas. ¡Jamás!

Me he levantado muy temprano para joderlo yo a él pero ya no estaba en casa. Sebastián me ha dicho que salió muy temprano en compañía de Joon y el chofer y que no tardarían. No desayune y he montado mi auto con la custodia de compañía para venir a ver a Fabricio. Tuve que llamarle de casa para quedar con él porque desde anoche no encuentro mi maldito teléfono. Apenas lo vea cuando regrese, Henry Miller va a saber que conmigo no se juega. Lo que me hizo me las voy a cobrar.

Y después de joderlo rico en el sillón a exigencias mías y como me ha dado la gana, nos hemos bañado y me ha preparado un digno desayuno. Fabricio se asegura de demostrarme lo mucho que le importo. Me ha prestado su teléfono para llamarle a Joon pero no me responde, no tiene señal creo. Bajamos juntos en el ascensor, lo llevare al bar pues tiene mucho trabajo que necesito me resuelva.

— ¿Está todo bien?—pregunta cuando le regreso su teléfono que se guarda en su bolso colgante.

—Todo está bien, solo quería saber dónde está Joon. No le he visto esta mañana—y tomo su mano cuando el ascensor se abre y lo llevo conmigo a mi auto donde ya me esperan con la puerta abierta uno de los chicos. Una vez montamos nos vamos al bar con la custodia de compañía en el otro auto. Lo veo incomodo en la silla, se remueve y se queja bajito. — ¿Estas bien?

—Si estoy bien, solo me duele un poco.

—Lo siento, no pude contenerme.

Se ríe y se pone rojo como un tomate. Se me antojo darle uno que otro mordisco en su bonito trasero y fui muy malo cuando lo castigue con el cinturón. Joder, estaba muy necesitado de cariño. En el semáforo lo tomo del mentón y me inclino buscando su boca. Me mira muy quieto con sus ojos fijos en mis labios. Él también me dejo huella de una pequeña mordidita en mi labio inferior.

—Henry preguntara que le  paso. ¿Qué le dirá? Seguro se enoja con usted.

—Soy Math Fridman y yo puedo hacer lo que se me dé la gana. Henry no es nadie y no le pertenezco en nada como para andarle dando cuentas de lo que hago. Se me ha dado la gana que se puede ir al carajo—y lo beso. Sé que me prometí no besar otra boca que no fuese la de él porque sus besos casi siempre son robados y de mala gana y me gustan mucho, pero lo que me hizo anoche, no se lo voy a perdonar; usarme, engañarme, amenazarme, creer que puede conmigo y querer que nos casemos. Eso no va a pasar.

𝓜𝓪𝓽𝓱 𝓕𝓻𝓲𝓭𝓶𝓪𝓷 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora