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¿Desde cuando el sol se mudó a mi habitación? Joder, es demasiada luz la que reciben mis ojos cuando los abro

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¿Desde cuando el sol se mudó a mi habitación? Joder, es demasiada luz la que reciben mis ojos cuando los abro. La araña pendiente en mi techo me dice que sí, estoy en  casa. Me remuevo en cama con todo el cuerpo doliéndome, incluso juraría que hasta el pelo y la uña. Tengo la boca seca como desierto en Mayo. Con tres toques en la puerta Sebastián se anuncia. Ordeno pasar y cogiendo fuerza de no sé dónde diablos, me logro sentar. Me doy cuenta que dormí con traje. ¿En serio? Joder conmigo. ¿Qué rayos paso?

—Buenas tardes señor—Sebastián me saluda. Entra con una bandejita que deja en mi mesita de noche y veo que contiene un par de pastillas y un vaso de agua.

—Buenas tardes. ¿Qué rayos es ese olor tan desagradable? ¿Tardes…qué hora es?—pregunto porque huele horrible la habitación. La cabeza me duele y el sol entrando por mis ventanales me abofetea los sentidos.

—Bueno, pasa del medio día señor. Y ese olor desagradable es vomito en su traje. Pero no se preocupe, enseguida preparo su baño.

Recapitulo a la velocidad de la luz. Tequila, karaoke, un tal Will, mi pequeño con el hombro dislocado, baile, más tequila, Joon bajándome del capo del auto, Henry gravándome con su teléfono, ¿Henry?… ¿Dónde está Henry?

— ¿Dónde está el señor Miller?—me levanto de un salto de la cama. Me ha regresado la conciencia de forma brutal.

—Acaba de llegar del médico. El señor Joon lo ha llevado porque amaneció muy mal con su hombro. Están abajo.

Y corro a  la puerta. Quiero verlo, necesito verlo. Seguro ha llamado a su padre y quedare como un esposo irresponsable. Joder, con un carajo.

— ¡Señor!—Sebastián me detiene en la puerta. —Creo que es mejor que se bañe primero. Hay casa llena abajo y usted huele a vomito.

Joder, tiene razón, no estoy en condiciones y si, será mejor un buen baño. Mientras me prepara este, me tomo las pastillas. Me saco el traje que en efecto tiene vómito, para entrar en ropa interior al baño cuando sale y me dice que está listo. Me doy una buena ducha.

Bajo la regadera con la cabeza más fresca, rebusco recuerdos de lo que paso anoche. “Lo quiero” esas fueron sus palabras cuando lo bese antes de vomitarle los pies. Joder, que vergüenza. ¿Dijo quererme? Aun me cuesta creer eso. No es cierto, el no puede quererme. No a mí que tengo oscuro pasado, que he lastimado a tanta gente, que juego sucio, que soy un monstruo. Creo que si supiera quien soy en realidad, me tendría miedo de verdad. No sé si quiero que me tenga miedo. Él no está listo para ver mi otra cara. No, mi pequeño no debe saber del porque me buscan en Rusia, él no debe enterarse nunca que estuve en el Psiquiátrico por asesinar al hijo del jefe de policía pero mierda, ese infeliz lo merecía.

Veo mis manos bajo la regadera y no puedo olvidar la sangre de ese hijo de puta corriendo entre mis manos. El olor de su sangre, su sabor metálico en mi boca, sus gritos pidiendo perdón mientras lo desmembraba lento con la cuchilla, siguen presentes como ayer, como hoy. Le jure comer su corazón y se lo cumplí. Él me arrebató a Jes en complicidad con mis padres. Esos hijos de puta también les aguarda un castigo y aun me queda estomago para arrancarles también el corazón. Soy un monstruo y Henry Miller no debe saber quién es Math Fridman, no quiero. 

𝓜𝓪𝓽𝓱 𝓕𝓻𝓲𝓭𝓶𝓪𝓷 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora