(Trilogía de Math Fridman)
Novela LGBT Vol. 1
¡MUY PRONTO EN FÍSICO!
Un mafioso hijo de puta con gustos un poco perversos. Un jovencito de malos modos, repartidor de periódicos de día, y mesero de noche.
¿Qué tienen en común? Uno cumplir con su par...
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—Esperen aquí—doy la orden y nadie se mueve de sus lugares pero están alertas. Se mantiene centinelas a mi persona cuando me dirijo al parque.
Las dos veces que he venido a su casa he visto el bendito parque a la pasada.
Atravieso este buscándolo con mis ojos hasta que lo diviso en una banca bajo un viejo y gran pino. Siempre viste tan sencillo. Esta vez ropa deportiva en negro con apenas un suéter que seguro se le cuela el frio.
Hace frio.
Invierno nos pisa los talones.
—Henry, hola—saludo según acorto la distancia y levanta su cabeza de su teléfono y me sonríe con pena, tristeza. Tiene sus bonitos ojos rojos. Estaba llorando.
—Señor Fridman, usted…usted vino.
—Así es—me siento a su lado. —Te dije que vendría. ¿Estás bien?
Lo veo guardarse su teléfono en el bolsillo de su suéter, soltar un suspiro y se encoje de hombros.
—Las madres son complicadas. Bueno, la mía lo es—me mira y sonríe para empujarme con su hombro el mío.
Henry. Henry.
— ¿Has discutido con tu madre?
Chasque la lengua ante mi pregunta.
—Algo así.
— ¿Por eso llorabas?
Me mira fijo mientras frunce el ceño.
—Yo no estaba llorando. Fue…fue una basurita que se me ha colado en el ojo. Yo no estaba llorando.
Si como no.
Me contengo una risa mejor.
—Está bien—no insisto. Me pongo cómodo en la banca con manos en los bolsillos de mi gabardina. Insisto, hace frio. — ¿Te gusta este parque?
Pierdo mis ojos en unos niños que abrigados juegan en el columpio con sus madres. La mía no tuvo esa gracia nunca. Ambos miramos a los pequeños en el fondo del parque.
—Vengo poco. Usted sabe, siempre estoy trabajando que casi no tengo tiempo de salir. A mis amigos los veo los domingos por la noche después de ayudar a mi padre con las cosas en la casa. Solo después si me queda energía, nos reunimos aquí a solo conversar.
Vaya, su vida en serio no es muy social.
Aburrido sin emociones de ningún tipo. Al menos tenemos algo en común.
—Cumplo años en unos días. Me gustaría que me acompañaras, ¿Qué dices?—le miro para ver su expresión.
Ojala diga que sí.
— ¿En serio?—asiento a su pregunta cuando me ve. Está sorprendido de mi invitación, su cara me lo dice. —Pero…pero no tengo idea de que regalarle a alguien que lo tiene todo. No se ofenda—me golpea el brazo en puño.
Henry. Tan él.
—No quiero que me regales nada. Solo quiero que vayas.
—Por fin conoceré su casa entonces.
— ¿Eso es un sí?
—Si. Iré a su cumpleaños—asiente con una sonrisa. ¿Cómo puede llorar un momento y reír luego como si nada?
Henry es tan extraño.
Alto, ¿Por qué no conocerla ahora? Yo no tengo muchos pendientes. Cualquier cosa lo arreglo con una llamada.
— ¿Qué te parece si vamos a mi casa ahora? Hace frio y Sebastián prepara buen café. Digo, si no tienes pendientes. Igual conoces de una vez.
— ¿En serio?
—Por supuesto. Solo si tú quieres—asiente de inmediato con una sonrisa.
Llevarlo a mi casa me ayuda a preparar el terreno. Llevarlo donde lo quiero.
A mi casa y luego a mi cama.
Henry.
Montamos la limusina y vamos a mi casa.
En el camino no dice nada, solo observa por la ventanilla algo perdido de pensamiento. Me resulta extraño que este tan callado.
Debió ser muy fuerte la discusión con su madre.
Cuando llegamos se sorprende mucho de mi mansión. Le presento a Sebastián y a mi mucama Betty, a la que le entrego mi gabardina quedándome en mi cómodo traje. Decido mostrarle un poco más la mansión y me pregunta porque no tengo más empleados pero mi respuesta es que no me gusta tanta gente rondando mi casa. Disfruto de mi soledad en mi mansión.
Menos empleados más tranquilidad.
Me llama “tacaño” golpeándome en un puño el brazo. Que con el dinero que tengo y la mansión, debería tener muchos empleados.
Me hace reír lo tonto que es. El dinero no es para gastarlo por mucho que tenga. El dinero satisface necesidades, llena el bolsillo y existe para dar placer.
Solo eso.
Yo lo gasto solo en chicos como él. Chicos que me dan placer.
—Es cálido aquí—se acurruca en mi sillón frente a la chimenea después de andarse la casa, jugar Póker con Sebastián y ganarle. Han quedado de compartir recetas. A Sebastián le agrada él tonto Henry.
Me acerco al sillón, apoyo mis manos en los descansabrazos de este encerrándole ahí abajo. Me mira arriba con sus enormes ojos aceitunas y una preciosa cara que es un poema.
—Henry.
— ¿Qué…que hace?—se hace chiquito con los ojos muy…muy abiertos cuando me inclino a su rostro.
—Este sillón se puede reclinar—deslizo una de mis manos al costado del sillón dejando la otra en el descansabrazo y pincho un botón. El sillón se reclina hacia atrás recostándole.
— ¡Diablos!—se sujeta asustado de mis antebrazos con sus manos.
—Tranquilo no vas a caerte. Relájate.
Niño tonto.
Lindo.
Torpe, escandaloso, irrespetuoso, de mal genio y de bonita boca. De bonitas pestañas, de lindas mejillas rojas, de bonita piel canela y sonrisa expresiva.
¿Quién eres Henry?
Sus manos sujetan mis antebrazos con fuerza. Creyó que caería el muy tonto.
—Henry—le vuelvo a llamar en un suave susurro en esta inexistente cercanía. Cuanto deseo besarlo. O en serio es muy tonto o inocente para no darse cuenta que mis ojos están en sus labios.
— ¿Qué?—me responde quedito sin mover un musculo. Aferrado de mis antebrazos todavía.
— ¿Quieres…quieres merendar? Puedo decirle a Sebastián que te prepare algo—miro ahora sus ojos que me miran sin pestañear.
—No es mala idea. No desayune bien. Por cierto, esta invadiendo mi espacio personal señor Fridman—me suelta los brazos y me mira fingiendo molestia.
No puede, se ríe.
Me excuso y me retiro para ir a la cocina a ordenarle a Sebastián, prepare algo para Henry. Encantado queda de complacer el paladar.
Cuando vuelvo lo veo que se está quedando dormido.
—Henry niño tonto—susurro parado a un lado. Se abraza así mismo, tiene frio.
Me quito el saco y lo cubro. Ronronea cuando siente que el frio deja de calarle. Decido avivar el fuego en la chimenea.
En nada estará cómodo. Lo sé, es un buen sillón.
Sin saco, me aflojo la corbata, me sirvo un trago y me siento en el sillón de enfrente solo para verlo dormir.
Mío.
Henry es mío. Lo será aunque sea una noche. Solo una necesito con él. Una.
Está en mi sillón durmiendo frente a mi chimenea.
Le doy un sorbo a mi Whisky con el calor del fuego que va tornando cómodo todo el salón, relajándome con el crujir de la madera que se quema.
¿Qué estoy haciendo?
¿Por qué Henry se ha vuelto tan imposible de llevarlo a la cama? no es mi estilo este.
Yo…yo solo le diría; ¿Cuánto quieres por entrar en mi cama? él debe responder con una cantidad de algunos ceros y ya.
¿Por qué no simplemente puedo decírselo?
—Lo estás haciendo mal—aparece Joon con su comentario.
— ¿A qué te refieres?—respondo luego de bajar el trago de mis labios y le presto mi atención viendo que se acerca al sillón donde duerme Henry.
—No le quitaste los zapatos. ¿Cómo esperas que descanse como se debe?—se agacha para sacarle los zapatos.
Joon es extraño. No deja de sorprenderme. El daría su vida por la mía. Lo sé.
— ¿No te molesta Henry?
—No. Es un buen chico, no veo porque tendría que molestarme—responde para sacarle con cuidado los zapatos.
—Creí que…
— ¿Estaría celoso?—me interrumpe. Ríe con pena y niega con la cabeza. Deja los zapatos en el suelo, uno al lado del otro y se levanta. —No podría estarlo de un niño que usa calcetas de superhéroes. Es un niño Math.
Miro las medias de Henry y me hacen gracia.
—Spider Man—menudo niño tonto. Es un niño y es mío.
Con Joon es el único que comparto mi cómoda sala, mi silencioso salón con el calor de la chimenea y hablando siempre de negocios. Se pone cómodo en el otro sillón a un costado de Henry.
—No vuelvas a decir esa mierda.
—Lo siento.
—Deja de disculparte y solo bebe.
Se ha molestado. No le gusta hablar del pasado. A mí tampoco pero joder…yo a veces creo que…
—Prepara todo para que en un par de días se haga como siempre, como todos los años, una buena fiesta de cumpleaños—decido cambiar de tema. No quiero discutir con él. Sé cómo terminaríamos y no quiero.
No debo discutir por algo del pasado. No con Joon.
— ¿Lo mismo de siempre?—asiento. — ¿Solo lo mejor?
—Así es, quiero sorprender a Henry y de paso ver que se trae entre manos esa bruja de Fanny Sullivan.
No festejo mi cumpleaños como todos los cumpleaños de la gente normal.
No.
Yo reúno a todos mis socios; alcohol, póker, mujeres para aquellos que gustan de estas. Chicos que me harán feliz sin dudas y unos cuantos dulces mágicos.
Mis fiestas son sin pastel, globos, mañanitas y menos regalos.
Mis fiestas de cumpleaños son para festejar que sigo vivo para seguir pateando culos y que soy el rey. El puto amo del negocio.
¿Henry?
El solo duerme como oso invernando.
Se levantara con mucha hambre.
¿La Lasaña?
Lo deje que me metiera, literal, una cucharada en la boca.
Me lo dijo y lo cumplió.