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—Su café señor—el mayordomo Sebastián pone la taza frente a mí en la mesa

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—Su café señor—el mayordomo Sebastián pone la taza frente a mí en la mesa. Agradezco y en media vuelta este se retira.

Veo mi reloj.

Pasan de las nueve de la mañana y el estúpido de Joon aún no regresa con lo que le he encomendado hacer.

Con una jodida mierda.

Ni que lo hubiese mandado a pie.
No tengo hambre, solo tomare mi dosis de cafeína. Estoy ansioso, nada me había quitado el sueño hasta anoche que no me dejaba de circular su jodido nombre en mi cabeza.

Henry Miller.

Maldito chiquillo.

¿Quién mierda se cree como para invadir mis pensamientos?

La  maldita puerta suena y me trae de regreso. Joon, jamás me alegro tanto verlo.

—Con un maldito demonio Joon—lo miro molesto dejando la taza en la mesa. —Te fuiste desde las ocho de la mañana y son las diez y media. ¿Fuiste a pie o qué?

Rueda los ojos ante lo que le he dicho y se sienta en la otra cabeza de la mesa.

—Demonios contigo Math, relájate—expresa y se pone cómodo. Solo a Joon le permito ciertas atribuciones como discutirme a veces. Enciende un cigarrillo, cala y expulsa. —Veras—inicia y yo estoy a punto de lanzarle la maldita taza si no habla. —Efectivamente, el chico se llama Henry Miller, 22 años. Dejo de estudiar porque no tenía como pagar la carrera. Estudiaba pedagogía. Vive en un suburbio de mierda a las afueras de la ciudad. Es repartidor de periódicos por la mañana y mesero en un restaurante del centro por la noche. Trabaja muy duro todos los días porque quiere volver a la escuela, le dieron de baja hasta que no pague lo que debe de la matrícula. No tiene hermanos, es hijo único y su padre es un viejo conserje en el New York Times. Su madre trabaja de recepcionista en un hospital y tiene muchos amigos.

— ¿Qué más?

—De siete de la mañana a tres de la tarde anda repartiendo periódicos. A las cuatro entra al restaurante y sale a las doce que cierran el lugar.

— ¿Cómo se llama el restaurante?

—Paradise Tapas y al dueño tú lo conoces. Kevin.

Vaya, vaya. El destino.

Kevin es mi amigo, el que secuestro a la hija del juez Philip Jetro. Menuda coincidencia.

El restaurante de Kevin es tranquilo donde puedes ir a comer y conversar. A veces hay música Jazz en vivo. Siempre me ha invitado pero por falta de tiempo o interés más bien, no había ido.

Creo que es hora de ir a conocer el dichoso restaurante.

—Haz reservaciones, iremos a cenar ahí hoy mismo—ordeno para tomar de nuevo mi taza de café.

𝓜𝓪𝓽𝓱 𝓕𝓻𝓲𝓭𝓶𝓪𝓷 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora