Capítulo 15

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¿Por qué?


Theo

Milán, Italia

— Más rápido. — siseo por lo bajo con voz ronca, mientras la chica que tengo entre mis rodillas aumenta la velocidad con la que sube y baja su boca alrededor de mi miembro que aclama liberarse de una vez por todas.

Me está costando horrores, creo que ha pasado como media hora y puedo sentir como la chica ya no lo disfruta, y ciertamente, yo tampoco. Más me vale concentrarme si no quiero quedarme con el dolor de huevos que tanto me ha estado atormentado todo el día, ya que dentro de poco tengo una reunión de trabajo.

Recuesto la cabeza en el espaldar del sofá y cierro los ojos con fuerza tratando de encontrar la excitación que preciso, pero lo único que viene a mi mente es precisamente lo que he estado evitando desde que dejé Jacksonville hace dos días, y me niego rotúndamente a correrme pensando en ella.

<<¡Maldita niñata!>>

Abro los ojos de golpe para encontrarme con la cabellera azabache de la chica en mi regazo.

—Ya para. — la aparto demasiado rápido y termina dañándome mi ahora, muy sensible glande, con sus dientes. Hago una mueca de dolor y me pongo de pie tratando de acomodar mi polla en el bóxer, pero es casi imposible y demasiado doloroso. — Mejor lo dejamos para otra ocación... — ¡mierda olvidé su nombre! Ella parece percatarse así que agrega.

— Paula. — sonríe tímidamente mientras se alista el cabello con las manos.

— Claro. — concuerdo con ella y presiono mis labios dedicándole un gesto de disculpa — Tengo cosas importantes que hacer, así que si no te importa...

Le señalo la puerta mientras me dirijo al baño de la habitación negando y resoplando enojado con mi cuerpo y mi mente por estar jugándome esta mala pasada.

— No hay problema... — dice la chica alisando su corto vestido negro. — Ya sabes en que habitación encontrarme. Estaré en el hotel por una semana. — agrega antes de sonreír por última vez y desaparecer cerrando la puerta.

Termino de sacarme la ropa que me queda y me meto a la ducha. Y a pesar del agua fría, la cual solo hace que mi ira aumente, mi erección no baja por completo y siento que los testículos me piden a gritos una liberación.

Apoyo ambas manos en las frías baldosas y dejo que el agua me corra desde la cabeza a los pies. Cierro los ojos y me encuentro otra vez el cabello corto y desaliñado de Lucia quien yace sobre la mesa del comedor desnuda. La polla me da un salto y tenso la mandíbula ante su exigencia.

¿Pero porqué tengo que tocarme pensando en ella? Con la de mujeres que hay y con la de mujeres que he tenido debajo de mí. Es algo que no entiendo y me molesta muchísimo, ya que es como si la niñata se estuviese riendo de mí en mi cara.

No quiero que ella acuda a mi mente, eso es solo una pérdida de tiempo. Pero al parecer todo los años que pasé aprendiendo el arte del autocontrol Lucia se los cargó en menos de un mes. La última vez que nos vimos las caras, me abarcaron sensaciones que no me gustaron en lo absoluto cómo me hicieron sentir. Fue extraño, me desestabilizaron e hicieron que arriesgase mi vida por ella, incluso me costó largarme de aquel lugar. Con suerte y logré esconderlo bien bajo mi actitud desinteresada y mis comentarios mordaces.

¿Por qué tenía que ser cómo era? ¿Por qué no podía ser una chica normal y salir gritando y llorando y acusarme de ser un asqueroso asesino?

Jamás la entendí, así como tampoco entendí mi gusto por escucharla gemir y decir mi nombre. Un nombre que para mí significa tan poco, que solo representa la máscara con la que cubro al demonio. Ese que sentí tan cerca estando con ella.

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