Capítulo 35

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My sassy girl

[Le dedico este capítulo a yudelim40. Sin tener idea me ayudaste a crear este capítulo, supongo que ya te darás cuenta del porque jeje]

 Sin tener idea me ayudaste a crear este capítulo, supongo que ya te darás cuenta del porque jeje]

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Luci

Theo da un paso frente a mí cubriéndome con su cuerpo a medida que los sujetos avanzan decididos, pero mientras más se acercan más me percato que no parecen reparar en nosotros, sino que miran al suelo, haciendo a un lado a los transeúntes de manera poco educada, como si buscasen algo.

El griego también parece percatarse de ello porque relaja notablemente su postura sin dejar de estar alerta.

Cuando llegan a nuestro lado cuatro de ellos pasan de largo y el quinto se detiene y nos ojea a Theo y a mí con cara de pocos amigos. Pero para su mala suerte, Theo tampoco le interesa serlo por lo que termina bajando discretamente la mirada.

Suelta algo en tailandés al hombre a mi lado y este niega haciendo que mi cara se arrugue desconcertada. Como mismo llegó desaparece de nuestra vista rápidamente y yo no podría estar más descolocada.

—¿Hablas tailandés? —Trato de recordar los idiomas que me dijo que manejaba y no recuerdo que este formara parte.

—No exactamente —señala con la barbilla la dirección que tomó el lugareño—. Pero él habló en uno de los dialectos que utilizan aquí y del cual logré distinguir una que otra palabra.

—¿Y qué querían?

Se encoje de hombros de manera despreocupada.

—Dijo algo acerca de un...

El sonido tintineante de unas campanillas a nuestras espaldas nos llama la atención. Observo el interior de la tienda en la que no cabe un artículo más y entonces lo veo. El recuerdo de la extraña sombra a mis pies comienza a cobrar sentido y me pregunto si es esto lo que los hombres buscaban con tanto afán.

Debo apretar los labios para no soltar una exclamación y alertar al dueño del quiosco, quien está entretenido mostrando unas pinturas —que parecen haber sido hechas por un chimpancé— a unos clientes.

—¿Qué haces? —Theo me toma de la mano cuando hago amago de avanzar.

—Pues ayudarlo. ¿Qué no ves? —Me zafo de su agarre e intenta volver a sostenerme pero lo evado—. ¿Era esto lo que buscaban?

—Déjalo, no es asunto tuyo —me regaña bajando la voz para no ponernos en evidencia.

Le hago una mueca de desagrado por encima del hombro y avanzo hasta arrodillarme al lado del pobre cachorro que no deja de moverse tratando de soltar su patita de las cuerdas que conforman un sonajero, y que hacen que las pequeñas campanas suenen una y otra vez. Por suerte el sonido no resalta entre el bullicio y el parloteo de tantas personas.

DRÁKON [+18] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora