Capítulo 21

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Un pequeño trozo de paraíso

Luci

—Theo, deja de ser tan cabrón y déjame ir a la tienda. Aún faltan 20 minutos para que parta el Ferry. —le suplico como por quinta vez en lo que va de mañana.

Actualmente nos encontramos en Brindisi, Italia. Llegamos aquí en una avioneta de carga que curiosamente nos estaba esperando.

Según Theo tomaremos el Ferry con ruta hacia la isla de Corfú, perteneciente a Grecia. Le he preguntado por qué no podíamos simplemente coger un avión, y me ha dicho que por los "imprevistos"—y al hacerlo me ha mirado con mala cara— es muy probable que los aeropuertos estén siendo vigilados.

—Pensé que te había quedado claro lo que te dije acerca de perder el tiempo. —señala enarcando una ceja y resoplo.

—Si tiempo es lo que estoy perdiendo aquí —respondo a punto de perder la paciencia —. Si me hubieses dejado ir a la tienda desde que llegamos ya estuviese vestida apropiadamente.

Me quejo mientras le señalo su camiseta.

Llevamos literalmente una hora en el maldito puerto, estamos rodeados de un pequeño Boulevard donde ofrecen varios servicios y el muy paranóico no me deja ir a la tienda unos diez minutos. Ni siquiera hemos desayunado algo, solo me ha dado un café. ¡Un café, por Dios! Estoy que muero del hambre.

—No sé por qué te quejas tanto, si mi chaqueta te cubre todo. —su rostro es de absoluta irrelevancia y yo solo quiero torcerle el pescuezo.

—Parezco un jodido espantapájaros, pero eso es lo de menos —hago un gesto con la mano restándole importancia —. El problema aquí es que me estoy asando con esto encima. ¡Por Dios que estamos a principios de septiembre!

Me levanto furiosa de la banca de madera en la que nos encontramos y emprendo mi caminata hacia la primera tienda de ropa que diviso. Ya ha sido suficiente de obedecer a este hombre: que si te vienes conmigo, que no hagas preguntas, que apagues tu celular. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¡Me dirá cuando cagar y cuando no!

—¿Lucia a dónde vas? —alza la voz para que lo escuche.

—¡A cagar! —le grito lo primero que me viene a la mente y varias personas alrededor me miran, no sé si es porque hablan inglés o por mi actitud, pero me la suda.

—¿Por qué no puedes hacer nunca lo que te digo? —sisea al tiempo que me agarra del brazo y detiene mi andar.

—Porque no soy tu jodida mascota, y todo no puede ser como te de la gana.

Me safo de su agarre y entro a la tienda, tras de mí la campanita de la puerta suena nuevamente, y sé que ha entrado también.

—Hasta un perro hace más caso que tú.

Espeta a mis espaldas, pero decido ignorarlo y comienzo a revisar las perchas de ropa.

La tienda en sí es pequeña y de artículos variados, para nada costosos.

Enseguida un retazo de tela llama mi atención, es blanco y con muchos dibujos de fresas rojas por doquier. Lo tomo en mi mano y me fijo que es un pequeño top con finos tirantes rojos que se amarran sobre cada hombro.

Continúo con la parte de abajo y cuando estoy a punto de elegir un short vaquero, me sobresalto cuando un trapo rojo me golpéa en la cara.

—Ponte eso. —demanda Theo y detallo la prenda.

Es una falda como las que suelo ponerme, a la cintura, corta, tela lisa y con una apertura en unos de los muslos.

—Vaya, ¿me parece haber escuchado un por favor en algún lugar de esa frase? —ladeo la cabeza fingiendo haber oído mal.

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