Capítulo 37

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[Dedico este capítulo a AdanlysEsparragoza. Gózatelo❤️.]

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Luci

<<Hay muchas cosas que me gustan de ti, niñata pervertida.>>

Sus palabras resuenan en mi mente una y otra vez como el eco de las campanas en las iglesias. ¿Qué mierdas se supone que debo contestar a eso?

No quiero que su declaración se vea como algo importante, quiero decir, lo es. Pero el hecho de que se esté abriendo y compartiendo más de lo que imaginé conmigo es lo que me tiene temerosa todo el maldito tiempo, a la espera de que se retracte o, de lo contrario, que yo diga o haga algo que lo haga alejarse.

Así que me comporto como si estuviese en un campo minado en Afganistán, teniendo absoluta cautela de medir cada uno de mis movimientos. Por lo cual decido apostar por terreno neutral en esta charla.

—¿Te apetece que prepare la bañera? —Trazo patrones aleatorios con mi índice en su pecho tratando de no conectar por demasiado tiempo con las esferas felinas que se carga por ojos.

Se aleja a una distancia prudente y lo observo retirarse los pantalones y zapatos con tranquilidad.

—Me parece una buena idea —alcanza una toalla y la amarra a sus caderas antes de ir en dirección a la puerta.

—¿Qué vas a hacer? —no pretendo sonar exaltada pero lo hago.

—Contactaré con el equipo de limpieza.

Por un segundo frunzo el entrecejo hasta que recuerdo el desastre que él dejó en la sala y es entonces que mis cejas se alzan.

—¿Las amas de llave se encargan de estas cosas? —la incredulidad se refleja no solo en mi tono de voz, estoy segura que también está en mi cara.

—Hablo del otro servicio de limpieza Lucia —apunta antes de abrir la puerta y toparse a la pequeña Sassy que lo mira desde su posición sentada mientras mueve su colita.

—Casi me había olvidado de tu existencia —le asegura con una mirada reprobatoria y me causa gracia cuando pasa de ella y esta solo lo sigue con sus patitas sonando contra el suelo.

Su bufido no me pasa desapercibido y ruedo los ojos negando ante su actitud. Bajo al fin de la encimera y me deshago de la pobre tela tironeada de lo que anteriormente era un hermoso vestido.

—Que desperdicio —reflexiono arrojándolo a la basura y retiro también la cadena de mi muslo dejándola a un lado.

Preparo la tina con agua lo suficientemente caliente como para que consiga relajar la tensión que carga el griego sobre sus hombros, y de paso relajarme yo también con el objetivo de dormir un poco lo que queda de madrugada.

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