Capítulo 40

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Propuesta

[Capítulo dedicado a Alex7312 . Gracias por siempre esperar con ansias la actualización]

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Theo

—¡¿Cómo que no sabes con quién se fue?! —rujo colérico encuellando al bartender, dejando su cuerpo casi completamente encima de la barra.

—Se... Señor —tartamuedea—. Watashi wa sudeni anata ni watashi ga shitte iru subete o hanashimashita. Shashin no on'nanoko —Ojea nuevamente la pantalla de mi móvil—, Kanojo ni wa okane ga naku, otoko ga shiharau koto o mōshidetanode, watashi wa kare ga kanojo o oikakete iru no o mimashita. Sore ga darena no ka wakaranaishi, karera ga dono hōkō ni susunda no kamo wakaranakatta.

«Ya le dije todo lo que sé. La chica de la foto, no tenía dinero y un hombre se ofreció a pagar y luego lo vi salir tras ella. No sé quién era y tampoco vi qué dirección tomaron.»

Lo suelto hastiado con la poca información que he conseguido y tomo el móvil saliendo de ahí tan rápido como entré.

—Inútil —mascullo entre dientes.

Saliendo del local, de inmediato me golpea el cambio de climatización. A penas y son las seis de la mañana y comienza a aclarar en lo que parece será otro día con bajas temperaturas.

Pasé todo el día de ayer y toda la madrugada conduciendo en la maldita ciudad buscando a Lucia. No llevo mi chaqueta conmigo, se suponía que ella la tenía, pero el chico de la barra me ha asegurado que solo llevaba puesto un suéter, lo cual me lleva a preocuparme aún más.

Si tomó tanto como me aseguró el japonés, entonces los efectos de los antibióticos no deben durarle mucho más tiempo.

<<¿Dónde diablos estás?>>

El móvil vibra un segundo en mi mano antes de que comience a sonar y verifico que sea Hawk.

—¿Tienes algo? —pregunto de inmediato posicionándome en el asiento del auto y poniéndome en marcha.

—Yo...

—Hawk —Presiono porque no me gusta el tono cauteloso que está usando.

—Lo siento, no encontré nada.

—¡Maldita sea! —Aporreo el volante.

—Traté de seguirle la pista al auto, pero al final terminó desapareciendo. Tomó una ruta en la que había muy poco o casi ningún control de cámaras.

Tomo una profunda respiración sintiendo como los dientes rechinan en mi boca y aprieto con fuerza la mano hasta que los nudillos se me tornan blancos.

—Oye amigo... —Casi olvido que aún tengo el móvil en mi oreja.

—Olvídalo.

Cuelgo la llamada porque lo menos que necesito es que comience con toda la mierda de palabrerías inútiles que se disponía a soltar.

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