Capítulo 23

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La Hermandad

[Capítulo dedicado a Arlinperez18 ]

Pasado

Templo Kyōdai ai, Japón

Theo

A mis 15 años me permitieron salir por primera vez fuera de las paredes del templo. Once años de mi vida dedicados a la preparación y al estudio para llegar a ser lo que soy hoy, un asesino frío y despiadado. No le temo a nada, ni siquiera a la propia muerte, contra quien llevo jugando un largo tiempo, siempre resultando ganador.

Aquel día tuve que llevar a cabo mi primera tarea, y demostrar que todos aquellos años habían valido la pena.

Era una misión muy sencilla, que evaluaría, no nuestra destreza, ni mucho menos nuestra capacidad estratégica, sino más bien la debilidad del corazón, nuestra empatía como seres humanos.

A cada uno se le asignó una familia, y lo único que debíamos hacer era entrar en la casa y aniquilarlos a todos, limpio, rápido, sin titubeos. Tan simple como eso. Y lo hicimos, cada uno de nosotros lo hizo.

Ese día fue mi iniciación, luego de la cual se nos entregaba un objetivo por mes. La Hermandad es una organización que responde a la Mafia Japonesa, así que la mayoría de estos objetivos eran enemigos del Gran Clan. Rápidamente me sumergí en la oscuridad, quitar una vida para mí se volvió tan sencillo como arrebatarle un biberón a un niño, y la verdad no me provocaba nada, ni siquiera me regodeaba en ello. Un año después los cadáveres en mi espalda eran tantos que ni siquiera recordaba cuántos.

Hoy a mis 16, pongo fin de una vez por todas al entrenamiento, hoy al fin termino el ritual de iniciación, completando así el tatuaje en mi espalda, y junto a esto podremos elegir el nombre con el que queremos ser reconocidos.

Pero no he pensado mucho en ello, y menos aún con mi polla rompiéndole el culo a Kanya.

Puesto que está amordazada solo alcanzo a escuchar los gemidos ahogados que emite su garganta, ¡y gracias a Dios!, porque no podría soportar sus gritos en mis oídos, es algo que no soporto cada que tengo sexo con alguien.

Por otro lado, este es el único momento de mi vida que llego a sentir algo, aunque eso sea puro instinto sexual y acabe tan pronto como el acto en sí.

Con mis dedos penetro su sexo al tiempo que la embisto más rápido, mi pelvis produciendo ese sonido de carne contra carne cada que choca contra la pálida piel de sus nalgas. Los graznidos frenéticos que emite y su cuerpo sacudiéndose me anuncia que está terminando y yo me apresuro a unírmele, vaciándome y permitiendo que mi cuerpo libere toda la tensión acumulada.

Le safo las correas en sus manos y pies, y retiro la mordaza. Se apresura a sujetar mi cara entre sus manos y la detengo bruscamente a medio camino.

—¿Cuándo vas a permitirme tocarte o al menos besarte? —alza la barbilla y me mira desdeñosa mientras se acomoda la bata de ceda y la amarra a su cintura.

—Nunca —creo ver una ligera mueca de dolor en su cara que se apresura a maquillar —. No te lo tomes personal, soy así con todas.

Me visto rápido, para no llegar tarde a la ceremonia.

—Te lo perdono solo porque sé que soy tu favorita y que nadie te hace sentir tan bien como yo. —le dedico una sonrisa de soslayo, tiene razón —. Además algún día seremos solo los dos.

No puedo evitar negar divertido. Desde que nos conocimos, siendo apenas unos niños, ella se mostró interesada en mí, y desde ese entonces fantaséa con nuestra unión como marido y mujer.

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