Capítulo 34

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Carnada

[Este capítulo está dedicado a mi tocaya  -Rachepink  gracias por seguir aquí luego de 13 años (nos ponemos viejas). Brindemos por esas amistades que están en las buenas, en las malas y en las realmente jodidas]

 Brindemos por esas amistades que están en las buenas, en las malas y en las realmente jodidas]

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Luci

Estiro la mano buscando a tientas el cuerpo al otro lado del colchón negándome a abrir los ojos, pero no hallo nada. Saco mi cabeza de abajo del edredón entre el que dormía como piedra tan plácidamente y abro mis ojos topándome con la abrupta luz que se cuela por la puerta cristalizada del balcón.

Achico los párpados hasta adaptarme a la claridad y recorro la habitación en busca de Theo. Las almohadas decorativas están por el suelo, hay ropa desparramada sobre la butaca al pie de la cama, pero no veo señales de él; y el que no me haya percatado de su ausencia antes, me deja ver los días de mal descanso que llevaba acumulados a causa de las molestias en mi cuerpo, de las cuales ya prácticamente no queda vestigio.

De pronto el sonido del agua cayendo —del cual hasta ahora era inconsciente— cesa, y es entonces cuando me percato de la presencia de alguien en el baño. La puerta se abre y la figura escultural del griego hace su aparición con la toalla al borde de su pelvis.

Me reacomodo apoyando la cabeza sobre mi mano yaciendo aún acostada. No es un secreto que no me da vergüenza alguna repasarlo de arriba a abajo, y lo demuestro cuando me muerdo el labio distraídamente perdiéndome en sus marcados abdominales o en el músculo que sobresale cuando flexiona su brazo para sacudir su cabello mojado.

—Empezaré a cobrar la vista —habla devolviéndome a la realidad en la que él ya no sé mueve en cámara lenta.

Lo escruto por un momento y puedo ver su mirada tildada de diversión más su semblante continúa serio.

—A estas alturas ya te debo un montón —rio—. Aunque creo que recibes buen pago de mi parte.

—Justamente de ese pago estaba hablando —se acerca con mirada perversa y me incorporo hasta quedar sentada.

Un jadeo escapa de mi boca cuando toma mis tobillos y tira de mí cual muñeca, haciendo que la sábana se deslice a un lado dejando mi cuerpo desnudo, el cual devora con la mirada. Su cuerpo se cierne sobre el mío lentamente y paso la lengua por mis labios llamando la atención de sus imponentes verdes. Tiene la habilidad de dejarme muda, tonta y con la boca seca en segundos.

—No veo justo que tú te deleites mirando y no me des nada a cambio —Desliza su nariz por la curva de mi cuello y deja un suave beso que me estremece.

Enredo mis dedos en sus húmedas hebras para mantenerlo en el sitio. Su mano ya ha viajado a uno de mis senos y tuerce con gentileza el pezón haciendo crecer la excitación en mi centro.

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