Capítulo 32

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Descendencia

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Theo

En ocasiones, cuando los conductores son impactados por otro vehículo que va a más de 80 km/h, se han registrado casos en los que las víctimas no parecen sufrir un daño grave externo. Arriban al hospital completamente conscientes e incluso eufóricos, pero esto no es más que un engaño de tu mente. La adrenalina que desprende tu cuerpo en esos momentos es tanta que llega a bloquear cualquier vestigio de dolor, minimizando así lo daños causados tras el impacto.

La mayoría de estos casos mueren en la sala de operaciones luego de que la sensación de peligro pasa y el cuerpo consigue relajarse, trayendo consigo el verdadero daño interno de tus órganos, haciendo que el cuerpo colapse en cuestiones de segundos y el sangrado interno sea imposible de detener.

Literalmente recibes un choque de realidad. Y eso es lo que estoy experimentando en estos momentos con Lucia en el suelo frente a mí, inerte, sin esa luz que la caracteriza. La realidad de que el miedo siempre estuvo ahí, solo que nunca hubo nada que me importara lo suficiente como para sentirlo.

Con ese mismo miedo emanando de cada poro, paralizándome la sangre y contrayendo mi pecho, me apresuro a soplar aire en sus pulmones y presionar una y otra vez su pecho.

—¡Vamos Lucia! ¡Vamos!

Repito la acción varias veces, proveyéndole aire a sus pulmones, realizo todo el procedimiento tal y como sé que se debe hacer, pero no sucede nada. Me deshago de la corbata abriendo los primeros botones de un tirón y continúo.

—¡Vuelve conmigo! —ladro de manera exigente, como si eso la fuera hacer regresar.

Tras varios intentos, mi cuerpo responde como solo sabe hacerlo: con pura ira.

Una furia intensa y abrumadora me abrasa de repente y solo atino a voltearme en busca de mi arma para matar al desgraciado que yace inconsciente en el suelo.

Mi acción es interrumpida por la tos y los jadeos ahogados que se alzan de repente a mi espalda. El aire abandona mi cuerpo en una exhalación que aligera el peso sobre mis hombros y me apresuro a quedar junto a ella. Coloco su magullado y frágil cuerpo de lado para que expulse la mayor cantidad de agua posible.

—Respira. —trato de tranquilizarla.

Jadea audiblemente con dificultosas bocanadas de aire y su mano me busca a tientas haciendo puños el blazer y la camisa. Tienta mi cuerpo y se abraza a mí como si dudase de mi existencia, y yo no puedo hacer otra cosa que no sea mantenerla a mi lado, sujetándola temiendo que se desvanezca de nuevo.

Tiembla en mis brazos y sus sollozos hacen temblar el suelo bajo mis pies.

—Tranquila, ya estoy aquí. —asiente temerosa y un quejido de dolor me pone alerta.

DRÁKON [+18] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora