Capítulo 8

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¡¿Jade?!


Entro por la puerta lo más rápido que puedo, rezando para que mi abuela no me pare y haga preguntas

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Entro por la puerta lo más rápido que puedo, rezando para que mi abuela no me pare y haga preguntas. Por suerte, ella y Ephrain están en la terraza cenando.

—Luci cariño —llama mi abuela desde afuera y yo me detengo al pie de la escalera para escucharla —¿Ya se te ha pasado la rabieta?

En ese momento Lauren viene bajando los escalones y se detiene mirándome de arriba a abajo. Entrecierra los ojos escudriñándome el rostro y los abre, a la par que la boca forma una O de sorpresa.

Me llevo el dedo índice a la boca para indicarle que no pronuncie ni una sílaba.

—Sí... ya estoy... mejor —respondo distraída y agrego —Voy a ducharme y bajo a cenar.

Subo rápido a mi habitación pasando de mi amiga que me sigue, a la espera de que le explique por qué luzco como recién follada.

<<¡Y qué follada dios!>>

Solo de recordar los momentos que viví hace unos minutos se me vuelve a erizar la piel, y un calor me recorre el cuerpo, haciendo que se me encienda la líbido.

Me quito la ropa y me meto a la ducha borrando de mi cuerpo, mas no de mi mente, el rastro de lo que acababa de suceder entre el griego y yo.

—¿Me vas a decir por qué pareces acabada de salir de una orgía? — inquiere Lauren que me mira cruzada de brazos apoyada en el lavamanos.

—Tal vez porque acabo de ser follada por quien bien podría ser el Dios de las Orgías —respondo mientras me enjuago el jabón.

No tengo ningún pudor con Lauren, ambas estamos acostumbradas a vernos desnudas. Sobre todo luego de que una, haya tenido que meter bajo la ducha a la otra, para bajarle la borrachera.

—Dime que estás hablando del griego —dice abriendo los ojos expectante a mi respuesta.

—¡Ya puedes apostar! —exclamo y ella comienza a aplaudir haciendo lo que llama el baile de celebración.

Salgo de la ducha colocándome el albornoz.

—Tienes que contarme como pasaste de perra rabiosa a perra cogida —me río ante su chiste.

—Lo haré —digo al tiempo que me coloco las bragas y busco qué ponerme —Pero antes cenaré. Porque muero de hambre.

—Pero si acabas de comer salchicha — dice riéndose de su propio chiste.

—¡Oh! Créeme que una salchicha no le hace la más mínima justicia —digo recordando el tamaño y grosor del miembro que me ha provocado el más grande orgasmo de mi vida.

—¿Tan bien dotado está? —pregunta subiendo y bajando las cejas.

—Pues... —me giro indicando el tamaño con mis manos.

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