Epílogo

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3 meses después

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3 meses después

Theo

Como cada mañana, regreso de correr con los primeros rayos del sol tomando el cielo y la brisa marítima colándose en mis pulmones. Y como cada mañana ella trota tras de mí sabiendo que en cuanto entremos le prepararé el desayuno.

—Cinco kilómetros recorridos hoy —hablo entrando a la cocina y chequeándo los datos en el smartwatch en mi muñeca—. No ha estado mal, vamos mejorando.

Se sienta y suelta un ladrido recordándome que quiere su recompensa. Ruedo los ojos porque solo piensa en comida la muy maldita y a sus casi seis meses ya alcanza los 35 kilos y me llega un poco más abajo de mi cadera. Sassy es una jodida vaca con puro músculo.

—Deberías tener otras aspiraciones en la vida además de comer, dormir y tocarme los huevos —Vuelve a ladrar y voy a por su comida en el estante—. Ya voy, ya voy.

Le sirvo su ración de la mañana y ella espera pacientemente hasta que le doy la orden para que comience y me siento en el taburete de la encimera para tomar mi segunda taza de café. Al menos he logrado educarla.

Aún no sé por qué decidí ir a buscarla hace tres meses, y a estas alturas he dejado de darle vueltas al asunto en mi cabeza. No me hace ningún bien.

Luego de desayunar tomo una ducha y me siento en la terraza que da al océano embravecido del Pacífico. La casa queda alejada del resto sobre una pequeña colina pegada a la orilla y la vista es magnífica. Aquí me paso la mayoría de la mañana armando un enorme proyecto que tengo en mente, del cual planeo encargarme personalmente.

—¿Qué ocurre? —Le pregunto a Sassy cuando se acerca y recuesta su cabeza sobre mi regazo mirándome con esa expresión que ya me conozco y me exaspera—. Ve a hacer tus cosas y déjame respirar, por dios.

Sale disparada hacia dentro y elevo mi cara al cielo cuando luego de unos segundos vuelvo a escuchar sus patas acercándose.

<<Que baje Dios y me explique por qué no la dejé en Japón.>>

Esta vez viene con algo en la boca y siento un tirón en cuanto reconozco lo que es.

—¿Qué te he dicho acerca de esto? —La regaño cuando me acerca la muñeca que me recuerda aquello que tanto lucho por olvidar.

Es una estúpida muñeca de tela que Lucia mandó a hacer para que Sassy jugara. El problema es que está personalizada para que se pareciera a ella, y tiene todos esos detalles que me atormentan. Lo peor es que no es un simple juguete para la perra, ni siquiera juega con él. Solo lo usa para dormir y esta es su pesada manera de decirme que la extraña y la quiere ver.

—Ahora soy solo yo, o te acostumbras o te vas andando a ver quién te va a comprar el camión de comida que te comes diariamente —Le suelto de mala gana y normalmente basta para que se vaya joder a otro lado, pero no hoy.

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