Capítulo 19

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Mil veces maldita

Luci

Bajo las escaleras detrás del escenario con piernas temblorosas, apenas y soy conciente de lo que hice ahí arriba hace unos segundos.

—¡Eh mira por dónde vas! —ruge una de las chicas luego de que tropiece con ella por accidente.

—Lo... lamento. —me excuso patéticamente tratando de llegar al baño.

Abro la puerta de uno de los compartimentos, y me inclino sobre la taza justo a tiempo para devolver el contenido de mi estómago en ella. Dos, tres veces, y permanezco ahí en el suelo por un momento, tratando de llenar de aire mis pulmones y esclarecer mi mente. Espero a que pase el leve pitido que ensordece mis oídos y me levanto para lavar mi boca y refrescar un poco mi cara y cuello.

Me retiro la peluca rosa que me estorba y detallo mi imagen en el espejo, arreglando todas las tiras del push-up, con pedrería plateada, que se cruzan sobre mi pecho. Lo mismo hago con las tiras a los lados de mis caderas pertenecientes al pequeño hilo que llevo puesto, y la fina cadena alrededor de mi cintura adornando mi vientre.

<<Deberé retocar mi maquillaje>>

Salgo al enorme camerino, que lejos de ser todo fancy, parece más un albergue, lleno de una gran variedad de mujeres que gritan y corren de un lado para otro. Detengo mi paso cuando unos tacones de aguja, de al menos unos 10 cm de alto, pasan peligrosamente cerca de mi cara.

<<¡Joder!>>

Al fin llego junto al tocador que me asignaron en conjunto con otras dos chicas. Me tambaleo un poco, pero consigo aferrarme al asiento al tiempo que aprieto mis ojos para aclarar la vista.

—Parece que alguien se pasó un poco con la marihuana. —se burla una de mis compañeras pasando por mi lado.

—Ni que lo digas. —río al tiempo que tomo asiento y comienzo a retocarme la base, las pestañas y el brillo labial.

—¿Cómo cuántos te fumaste? —se posa a mi lado y arregla su cabello azabache con las manos.

—Solo uno. —alzo las cejas a la defensiva y ella niega divertida.

—¿No que habías fumado porros anteriormente? —pregunta con una mueca de incredulidad.

—Así es, pero parece que eran porros inocentes al lado de estos. —replico dándole un repaso a la peluca antes de volver a colocármela.

—Bienvenida a Italia cariño. —se gira para encararme y se recuesta al tocador —Fuera de eso, he oído que lo has hecho estupendo, al parecer más de uno está encantado contigo.

Mi estómago vuelve a revolverse ante su confesión, y es que, si he decidido colocarme un poco, ha sido por los putos nervios de saber que el Sr. Makris puede estar ahí afuera. Y mi ansiedad aumentó luego de escuchar a varias chicas hablando de un hombre con las mismas característocas de Theo. Y es que no es normal recibir por estos lugares a un espécimen igual a él.

—¡Dios mío ese hombre me tiene hecha un charco! —se acerca otra de las chicas, me parece que es ucraniana, por el acento, pero ve tú a saber.

—¿Quién? —increpa Arim fijando su vista en ella.

—El portento de hombre con ojos verdes que está sentado con el imbécil de Francis, por supuesto. —señala y rueda los ojos, mientras que mi corazón se salta un latido. —¡Joder! Fleur y Zoe tuvieron su turno con él, ¡yo también quiero!

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