Capítulo 42

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Dos estúpidas palabras

… ¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejano? …”

–Poema 10- Pablo Neruda

Theo

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Theo

Tamborileo con mis dedos sobre el volante a la espera de que Lucia termine de despedirse de Haha y la perra. Faltan dos minutos para las doce de la madrugada y debemos apurarnos si queremos llegar a tiempo antes de que el sol comience a alzarse en el cielo.

La veo abrazar a la anciana y esta le acaricia gentilmente el brazo mientras parece decirle algo. La rubia lanza una mirada soslayada en mi dirección y niega en respuesta.

No puedo evitar preguntarme a qué se debe el gesto y termino dándole miles de significados confusos en mi cabeza.

Vuelve a agacharse para acariciar la cabeza de Sassy y tocaría el claxon para indicarle que se apure de no ser porque necesito llevar a cabo nuestro desplazamiento con la mayor discreción posible.

Se acerca al auto mientras se limpia las lágrimas y debo apartar la mirada de su rostro cuando toma asiento a mi lado y se abrocha el cinturón de seguridad.

—¿En verdad tenemos que dejarla? —pregunta por segunda vez con la voz rota.

—Es mejor así —aseguro arrancando el motor—. Donde vamos no es lugar para ella.

Ella se pega al cristal de la ventana y le dedica un adiós a Haha con su mano mientras nos ponemos en marcha.

—Va a estar bien. Haha la cuidará —Suelto tosco pero con la imperiosa necesidad de hacerla sentir mejor.

—¿A dónde vamos? —Su tono también es cortante y yo ni siquiera despego la vista de la carretera.

—Lo sabrás cuando lleguemos.

—Ya que me estás arrastrando contigo en contra de mi voluntad —Alza la voz—. ¿Podrías decirme al menos a dónde rayos vamos?

Aprieto los dedos alrededor del volante, pero acabo soltando un suspiro antes de ceder.

—Te llevaré a un sitio donde estarás segura, al menos hasta que consiga que no puedan matarte.

—¿Y qué harás? ¿Me pondrás un cartel en la frente? O tal vez, un collar para perros que diga que soy de tu propiedad?

—Haré que estés unida a La Hermandad... Al menos indirectamente —La miro de reojo sin saber que reacción esperar de su parte, pero solo parece petrificarse.

—¿Qué...? ¿Cómo...? —balbucea.

—A través de un vínculo Lucia —explico con poca paciencia—. Yo tengo un vínculo de sangre con la organización y por eso soy intocable bajo su ley —Ella continúa mirándome con el desconcierto en su rostro así que prosigo con la explicación—. Existen leyes de protección dentro de la mafia, y en La Hermandad hay una en particular a la que tengo derecho.

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