Capítulo XXVIII

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Erin comenzó a caminar para entrar al hospital de la manera menos notoria posible, pero algo detuvo sus cortos pasos, mejor dicho alguien. Terrence Kennedy la sujetó del brazo tan fuerte que un quejido de dolor se escapó de sus labios, lo miró con miedo, a pesar de tener ojos claros, su mirada era tan oscura y vacía, ella jamás había visto a una persona con la mirada así, ni siquiera a los soldados mal heridos que llegaban al hospital, hombres que vivieron lo que podría llamarse como el infierno en la tierra, ni siquiera ellos, tenían esa oscuridad que el joven Kennedy desbordaba.

—¡Suelteme! — chilló en voz baja, pero lo suficientemente fuerte como para que Terrence la escuchará. — me lastimas.

El joven observó su brazo, la piel de la muchacha comenzaba a ponerse roja alrededor de su agarre, indicativo de la poca circulación sanguínea que tenía, suavizó la presión ejercida haciendo que Erin bajará un poco la guardia, pero todavía su mano de encontraba sujetando el hombro izquierdo.

—Así que huiste ayer para estar con él. — comentó, alzando la ceja, esperando que Erin le diera algún indicio de lo que había ocurrido la noche anterior.

—No es de tu incumbencia. — respondió la menor evitando el contacto visual con el hombre y al mismo tiempo soltandose de su agarre de forma veloz. — si me disculpas.

Dispuesta a seguir caminando Erin se movió unos cuantos pasos, pero fue detenida nuevamente por Kennedy, quien no pudo evitar bufar, claro indicio de que comenzaba a perder la paciencia con la chica.

—Podría ir ahora mismo con los superiores y decir lo que vi. — amenazó. — en menos de cinco minutos estarás de patitas en la calle y habrás hecho tantos sacrificios para nada. — murmuró. — ¿Quieres que tu profesión acabé por un revolcon de una noche? — preguntó.

Erin hizo silencio, pensando en las palabras que Terrence decía, mientras hablaba su sentido de la responsabilidad volvía a aparecer en ella, cosa que la hacía cuestionarse lo que había ocurrido la noche anterior, pero a pesar de los problemas que podría tener, en el fondo no se arrepentía de nada, y sabía que si existía una mínima posibilidad, lo volvería a hacer sin pensarlo, pero en la superficie, el miedo de perder todo lo que había logrado, azotaba su mente.

"¡Dime! — gritó, apretando el brazo de la joven.

—¿Por qué te interesas tanto en mi? — preguntó seriamente Erin, alzando su mentón e intentando compensar la falta de altura.

Terrence se quedó paralizado por unos instantes, esa parte llena de razón y lógica que había en su interior, le hacía la misma pregunta, después de todo, Erin era una enfermera más, y no tenía que ver con el hecho de que físicamente fuera de otro mundo, pues como ella, podías conseguir muchas chicas. El único sentido que le daba cabida a su comportamiento casi enloquecido, se debía un poco más con el simple hecho de que Erin, había sido la primera en decirle que no.

—¿Por qué no hacerlo? — respondió de forma tajante, sonriendo. — te he dejado en claro lo que siento por ti y tú no haces más que rechazarme, cuando podría tener a cualquier mujer encima de mi.

Erin lo miro, sus ojos revelaban el fuego que escondía detrás de su Iris.

—Estas demente. —dijo, con simpleza, pensando en que no podía tener la peor de las suertes, pues solo le tocaba rodearse con gente loca. — déjame en paz Terrence.

El doctor Kennedy sonrió, y está vez, aquel jesto causó terror en el interior de Erin. — Eso no será tan fácil, querida.

Finalmente, soltó a la chica de su agarre y la miró directamente a los ojos, intentando descubrir lo que la joven estaría pensado, pero si eso pudiera ser posible, posiblemente a Terrence, no le agradaría los pensamientos que rondaba por la cabeza de la pelinegra.

—Te conviene mantenerme feliz Erin. — comentó, ajustando su bata blanca. — eso sí no quieres que revele tu secreto.

Y se fue, caminando con pasos lentos como siempre lo hacía, Erin, se sintió llena de rabia e impotencia, su interior ardía como el infierno y probablemente si tuviera la fuerza suficiente como para darle su merecido a Terrence Kennedy, lo haría sin pensarlo un par de veces. El recuerdo feliz de su velada la noche anterior había sido opacado por la intervención de Kennedy, quien en la legania, se moría también de celos e impotencia por el simple hecho que la mujer que quería, lo miraba solo con desagrado. Erin corrió a su habitación, sin importarle que debía de estar cumpliendo horario, no le importaba inventar una excusa para faltar el día también, aunque eso conllevaba a una revisión médica y luego de que fuese notificada, fue sacada casi a la fuerza por Adelaide, quien por órdenes de la enfermera en jefe a cargo, la llevó ante el doctor de turno disponible, Terrence Kennedy, para que le hiciera un examen completo.

—Está muy pálida. — comentaba la mujer. — quizás se deba al cansancio.

—Puede ser. — comentó el doctor sin mirar a Erin. — pero todos aquí kucimos pálidos y cansados.

Adelaide notó un poco la tensión en el ambiente, pero durante esos momentos, lo único que le importaba era saber sobre el estado de su amiga, la única que había tenido.

Sin duda alguna, era uno de los días más felices de Terry, quien tuvo la oportunidad de tocar y sentir la piel de Erin, mientras tanto, ella estaba tan tensa y dura como una piedra, no quería moverse, no quería sentir las manos de Terry recorrer su abdomen y presionando un poco para sentir la posición de sus órganos. Esos minutos, se hicieron eternidad para ambos, de una manera totalmente diferente, pero igualmente, fue interminable.

Luego de hacer unos cuantos chequeos más, Erin se había preparado para oír el veredicto del doctor Kennedy, el cual estaba más que segura, que sería comenzar con el trabajo inmediatamente. Pero, sorpresivamente, no fue así, él respiro ondo para luego indicar que Erin tenía inflamación abdominal y debía de descansar lo que restaba de día. La jefe de Erin y Adelaide salieron, satisfechas con el resultado y algo aliviadas, pero Erin de sentía como una prisionera, encerrada en sus propios pensamientos y sobre todo, condenada a estar en la merced, de ese doctorsito.

“Pasaré por tu habitación cuando termine mi turno y más te vale abrirme.”

Erin alzó la vista, mirando el pequeño recipe que terrence le había dado y el cual le "indicaba" unos remedios para bajar la inflamación. Ella lo miró, llena de miedo y el solo permaneció en la misma posición, sonriendo en silencio mientras ella salía rápidamente de aquel lugar, dejándolo sólo.

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