Capítulo II

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Algunos días habían transcurrido, para ser exactos tres días, días en los cuales Erin no lograba conciliar el sueño ni concentrarse en tareas tan sencillas como ordenar su cama por las mañanas. Se encontraba tan ansiosa por los resultados de sus exámenes médicos y de las capacidades que había demostrado aquel día cuando se dirigió a la escuela de enfermería. Había escuchado del rumor de que había que cumplir ciertos parámetros para convertirse en candidata, pero no pensaba que fuera para tanto y mucho menos que su mente traicionará a su conciencia y estuviese al borde de un ataque de nervios.

Un extraño revoltijo se instaló en su estómago justo después de desayunar, hoy era el día donde recibiría sus resultados, pero los mismos no tenían hora de llegada, así que antes de irse a la cafetería de sus padres, registro su buzón de correos en el recibidor de su edificio antes de irse.

Pero, la ansiedad la estaba consumiendo y recurrió a un viejo hábito que había olvidado casi por completo, a menos que se encontrara en tal grado de nerviosismo. Comenzó a morder cada una de sus uñas, parecía no poder controlar sus emociones y se molesto por ello, ya era una chica mayor de edad, debía de llevar bien la presión y más ahora para el lugar donde posiblemente iría, eso había sido una de las primeras cosas que las demás muchachas le habían dicho al llegar, le explicaron un poco del trabajo y de las capacidades que debía poseer antes de practicarle los exámenes pertinentes, los cuales serían imprescindibles para su ingreso en el cuerpo de enfermeras de la armada.

Separó su mano de su boca y intentó permanecer tranquila pensando y haciendo otras actividades, el café estaba repleto de clientes y parecía ser un día agetreado, caída la tarde, los clientes comenzaron a escacear y quizás podían contarse el numero de clientes con una mano, así que le precio pertinente partir hacia su casa, en busca de la carta que tanto esperaba.

Al llegar registro la casilla por completo, pero no encontró absolutamente nada, salió del edificio y se sentó en un escalón de las escaleras que comunicaba a la calle con el edificio, observó las personas que pasaban tan concentradas en sus vidas que parecían no darse cuenta que había salido un poco el sol, un clima verdaderamente extraño en Londres, pues siempre había estado acostumbrada al color gris plomo que le daba un tinte de color a la ciudad. Algunos peatones paseaban a sus perros, otros caminaban con prisa casi que corriendo de un lugar a otro como si el tiempo se les hubiese agotado, una que otra pareja paseaba tomados de la mano y como no, se podía observar a los niños de los edificios vecinos jugar en las aceras.

Una persona la sorprendió y la sacó de sus pensamientos, era el cartero. Sonrió al verle y el señor de avanzada edad respondió con una cordial sonrisa.

—Buenas tardes señorita. — saludo el buen hombre mientras subía las escaleras.

—Buenas tardes señor. — le respondió la chica.

El anciano entró al edificio y dejó las cartas en sus respectivos lugares y se marchó, no sin antes despedirse de la muchacha, quien al contestar entró como un huracán al recibidor y busco entre el buzón. ¿El resultado? Absolutamente nada. Cansada apoyo su cabeza en la pared y se preguntó ¿acaso no fui admitida? Sus miedos comenzaron a apoderarse de su mente, pero algo detuvo aquellos pensamientos, mejor dicho, alguien.

—Disculpe señorita, pero se me olvido entregar esta carta. — se disculpo el hombre, haciendo que la muchacha lo mirara repentinamente. —¿Usted es Erin Eleonor Smith? — preguntó leyendo el nombre para quien iba dirigida la carta.

La chica asintió, el mayor le entregó la carta y sonrió.

—Espero que la hayan aceptado. — le deseo y después se volvió a, despedir de ella con una sonrisa amable.

Erin respiro ondo y se dirigió rápidamente a la seguridad de su habitación, observó la carta que había dejado sobre su mesa de noche, comenzó a caminar de un lado a otro mientras analizaba los posibles resultados, en el mejor de los casos sería aceptada y en el peor, vaya, en el peor de los casos no entraría a la escuela de enfermería y no sabía cuál de las dos posibilidades le generaba más pánico.

Minutos después de divagar en su mente, tomó el valor necesario y con las manos temblorosas abrió la carta.

Escuela de Enfermería de la Armada Nacional Británica
(E.E.A.N.B) - División 114 - Departamento 19

Comunicado Extra Oficial

Estimada Srita Smith:

Reciba ud. un cordial y cálido saludo por parte de la escuela de enfermería de la armada nacional británica. Nos complace informarle que luego de un minucioso análisis de perfil completo, su solicitud de ingreso, ha sido aceptada para  formar parte activa de nuestro cuerpo de enfermeras.

Su entrenamiento tiene una duración de doce meses y consta de dos partes (teoría/práctica) de logar culminar el mismo, será asignada a una división donde comenzará a ejercer sus funciones de enfermera militar.

Debe presentarse a la sede donde solicito su ingreso para que nuestras compañeras le indiquen a qué campo de entrenamiento será enviada. Luego de la entrega de esta carta, tiene lapso de 24 horas para presentarse a nuestras sedes.

Su contribución con nuestra  nación no será nunca olvidada.

Al terminar de leer la carta, contuvo su respiración. ¡Había sido aceptada! Sonrió cómo una niña a la cual se le compra un helado, la felicidad no cabía dentro de su pecho.

Pasadas algunas horas sus padres llegaron, con un invitado no esperado, no podía tratarse de otro que no fuese Archibald, se sorprendió al verlo, puedes desde hace tres días que no le dirigía la palabra y no sabía bien si su madre le había puesto al tanto de su negación y cancelación prematura a un compromiso que no existía. Prefirió guardar distancia del chico, quien intentaba tener algún tema de conversación con ella. La mesa estaba lista y la cena servida, los cuatro se sentaron al rededor de la mesa y comenzaron a comer en silencio.

—¿Sabes que hace Archibald aquí cariño? — le preguntó su madre mirando con amabilidad a su hija.

La chica negó y está vez fue el muchacho que tomó la palabra.

—Erin, vine porque quiero decirte que te amo y quisiera casarme contigo. — el silencio reino en la habitación hasta que el joven continuó. — Tus padres aceptaron mi propuesta de compromiso, y tu madre me ha comentado lo que haz dicho, puedo darte el tiempo que sea necesario para que lo pienses.

Erin se sintió traicionada por su madre ¿por qué le estaba haciendo ésto? La chica respiró ondo intentando mantener la calma ante la situación, miró a sus padres y decidió sacar la carta que tenía guardada en el bolsillo derecho de su vestido. La coloco sobre la mesa y los tres adultos restantes se percataron del documento.

—No puedo casarme contigo Archibald, por tres simples razones. — comenzó a hablar con rudeza. — La primera, es porque no quiero casarme y menos contigo, lo lamento, pero yo no te amo, mi madre puede que si te quiera de yerno, pero yo no te quiero de esposo. — murmuró. — la segunda razón, es que simplemente no deseo hacerlo, así mi madre insista y la tercera y quizás la más importante de todas, no puedo casarme contigo ni con nadie, porque me uní a la escuela de enfermería militar, seré enfermera.

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