Erin deambulaba tranquilamente por los pasillos del hospital, su turno para almorzar había llegado pero al parecer a su estómago se le había pasado por alto la invitación así que mientras esperaba que Terry saliera de una reunión importante. Los pasillos de Saint Martín no tenían nada que ver con lo que ella había estado acostumbrada en el hospital militar, en lo absoluto, ni las habitaciones de pacientes ni sus áreas verdes. Todo el lugar dejaba en claro e indicaba que se trataba de un recinto de clase alta. Paredes pintadas de un blanco pulcro, ostentosos cuadros que adornaban el lugar, y por último una fuente en medio del jardín. La calma de su soledad eea abrumadora y cuando no estaba con Terrence, su mente comenzaba a divagar pensando en todo, incluso en James. Quizás si él destino había jugado en su contra sería por algo ¿no?
No podía quejarse, al lado de Terrence tenía todo lo que una mujer puede desear para un matrimonio, él era tan bueno, cariñoso y atento. Jamás faltaba la comida en su mesa y un techo sobre su cabeza, luego de James, debía admitir que había tenido suerte en conseguir a alguien como Terrence. Habían pasado casi tres años desde la última vez que había visto a James y a pesar de la serenidad de su postura cuando se reunieron en aquel restaurante, fue inevitable para ella percatarse de que todavía tenía ese brillo en sus ojos, algo que ella no podía terminar de comprender pero que siempre había estado presente en el poco período que estuvieron juntos. Erin estaba asustada, no sabía si todo lo que sentia era nostalgia por culpa de sus recuerdos o su por el contrario, una pequeña chispa de amor comenzaba a encenderse. Rápidamente desecho esos pensamientos, no era razonable para sus pensamientos, ella estaba casada con Terrence y él con Danielle, eso era todo, no había opción o alternativa, él había escogido su vida y ella la suya, sin posibilidad a arrepentimientos ellos tomaron sus decisiones y ahora, era tarde para arrepentirse de cualquier cosa.
Erin se levantó de la banca que estaba situada en el jardín y se adentro de nuevo al inmenso edificio, dispuesta a reencontrarse con su esposo que probablemente ya había salido de su reunión decidió cortar el trayecto de su recorrido pasando frente a la ala de emergencia del hospital, todo estaba muy tranquilo indicando que no había una emergencia que atender, pero cuando su pensamiento de paz se asentó observó como una mujer de mediana edad entraba acostada en una camilla, los para médicos gritaban por ayuda y ella fue la primera en tomar unos guantes quirúrgicos y llegar al lugar, su instinto de enfermera salió a flote y comprobó los signos vitales sin fijarse en la persona que agonizaba.
—¿¡Que pasó?! — su voz severa hizo eco en el lugar, llamando la atención de otras enfermeras que estaban dispersas.
—Tuvo una sobredosis. — indicó el para médicos más joven. — cuando la encontramos estaba teniendo un ataque de epilepsia.
Erin asintió y mientras caminaba al lado de la mujer en la camilla miró su rostro por primera vez, era Danielle, la esposa de James estaba ahí, tendida en una cama con la piel pálida, la cuenca de sus ojos hundida y sus labios agreteados. Cuando por fin su ritmo cardíaco y signos vitales se estabilizaron estaba a punto de salir, hasta que entró James asustado a la habitación.
Sus cuerpos chocaron y ella fue la primera en tomar distancia.
—¿Que pasó? — preguntó mirando una y otra vez el cuerpo de su esposa tendido.
—Los enfermeros que llegaron al lugar creen que tuvo una sobre dosis de medicamentos. — indicó, tomando sus manos para colocarlas detrás de su cintura. — encontraron medicamentos potentes regados por toda la habitación.
James asintió, tratando de asimilar lo que estaba sucediendo, si bien su relación con Danielle nunca se había caracterizado por poseer paz o tranquilidad, jamás pasó por su cabeza que pudiera llegar hasta ese punto.
—Tu suegra llegó hace unos instantes. — mencionó. — tu hijo es hermoso, se parece a ti.
James la miró e hizo una mueca sin decirle una palabra salió del a habitación encontrándose con su suegra, que efectivamente tenía al pequeño niño en sus brazos, la mujer lloraba pero a pesar de eso el niño no estaba inquieto. Tomó a su hijo en brazos y abrazo a la mujer desconsolada que sollozaba y hablaba cosas que James no podía o quería entender.
Erin apareció segundos después, entrando a la habitación, jamás la había visto trabajando y a pesar de que no estaba vestida con el uniforme de enfermera, era ella quien se aseguraba de que su esposa Danielle estuviera bien. Se movía de un lado a otro con gracia, sosteniendo algunos artefactos que él ni siquiera sabía para qué servían, pero sabía que ella estaba haciendo un buen trabajo.
Salió de la habitación y él fue tras ellas con su hijo dormido en brazos.
—¡Erin espera! — la joven detuvo su caminata y se dio la vuelta para verlo. — quisiera darte las gracias, por cuidarla.
Ella asintió y sonrió. — es mi trabajo James. — murmuró. — haría lo mismo por cualquier persona. — dijo sin apartar su sonrisa.
Él no podía dejar de verla y quizás era el ser más egoísta del mundo porque a unos cuantos pasos se encontraba su esposa, la madre de su hijo inconsciente en una cama, pero no podía dejar de sentir lo que sentía por ella y era absurdo, porque parecía que Erin sí lo había superado, había logrado olvidar todas lo que habían vivido juntos, pero para él, era algo imposible de hacer.
Con su mano libre tomó la palma de la joven y le luego de acariciarla por unos segundos, no pudo contenerse más y darle un abrazo que la tomó por sorpresa, pero no hizo nada para separarse de él.
Alguien aclaró su garganta, como si le ardiera aquella acción y no podía ser nada más y nada menos que Terrence Kennedy, que se encontraba ante ellos con el ceño fruncido y el rostro serio.
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Detrás Del Uniforme
Historical FictionLa vida de Erin parecía resuelta, siendo una joven bien parecida no era difícil que una propuesta de compromiso por su mano llegará, pero su mayor deseo iba más allá de un matrimonio ligeramente consensuado. En medio de un mundo sumido en la guerra...