Capítulo XIV

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—Podrías renunciar. — opinó el joven. — Se que no nos conocemos lo suficiente, pero no quiero que te vayas a la guerra.

Erin observó a su acompañante, ambos estaban acostados, uno al lado del otro, en la cama, sus cabezas reposaban en las almohadas y miraban el techo con admiración, el frío de la madrugada había obligado a la muchacha a cerrar las ventanas y sólo la pequeña luz de una lámpara era lo que iluminaba todo el lugar.

—Yo no renunció James. — murmuró con determinación. — eso es algo que no sabias de mi. Pensé que mi vida no tenía sentido, que no tenía una razón para estar viva, pero ahora la tengo.

James se incorporó en la cama y miró a Erin.

—Es por eso mismo, no te conozco Erin, quiero hacerlo pero no me dejas.

La muchacha cruzó miradas con el joven.

—Tu rambien me agradas James. — declaró. — pero, no puedo, entiéndeme. Tienes un sentido de vida, eres un buen esgrimista por lo que me haz contado, yo quiero ser una buena enfermera.

El joven suspiró. — podrías trabajar en algún hospital aquí en Londres, pero ni siquiera sabemos a dónde te mandarán.

—Eso es lo emocionante. — comentó la joven con una sonrisa.

A ese punto, James se dio por vencido, no pensaba que Erin era tan decidida y difícil de persuadir, se había topado con la sorpresa, pero entendió que esa era su vida y que por más que deseará tener el tiempo para conocerla más a fondo, sólo le quedaban unas cuantas horas antes de que el nuevo rumbo que había elegido para su vida, guiará los pasos de la misma.

—Podríamos escribirnos cartas. — comentó Erin. — eso está permitido, sólo tendrías que darme la dirección postal de tu casa.

—No te preocupes, ahora te anotó la dirección. — respondió. — espero recibir siempre noticias.

—No lo dudes.

Ambos jóvenes sonrieron, y hablaron por un rato más, hasta que el sueño venció a Erin. El par de muchachos habían hablado de todo un poco, se estaban conociendo y mientras más tiempo James pasaba observando a su compañera dormir, se convencía a sí mismo de que frente de el tenía a una mujer maravillosa y que gracias a una corazonada que sentía, ahora pensaba que Erin podría llegar a ser más que una amiga.

Estaba tan tranquila, su cuerpo estaba tan relajado, los músculos de su cuerpo no estaban tensos y sus líneas de expresión demostraban lo hermosa que era cuando dormía. Su respiración era pausada, su pecho subía y bajaba, James no podía creer el inmenso voto de confianza que la muchacha le había otorgado, si se analizaba la situación desde un punto objetivo, nadie podía asegurar que James fuese un buen muchacho, tenía la pinta de serlo, pero Erin no podía asegurarlo hasta el momento y sin embargo lo invito a pasar a su habitación y se quedó dormida, sin preocuparse que podría no tratarse de un caballero como había resultado ser, sino de todo lo contrario, podría ser el mismísimo descendiente de Jack el destripador, Erin estaba en una posición tan vulnerable que si James fuese otro tipo de hombre, no se podría ser capaz de ni imaginar las cosas malas que podrían suceder en ese momento y sin embargo, todo eso estaba muy lejos de ocurrir, por el contrario.

El muchacho observó la hora, eran las cuatro de la mañana y como su compañera le había informado, tenía que estar a las ocho en punto en la división del norte de Londres, el mismo lugar en el cual se había ido a postular un año atrás. Se levantó con sumo cuidado de la cama y salió de la habitación, intentando no despertarla y aunque deseaba pasar el tiempo acostado con ella, eso era imposible, tenía que cambiarse de ropa y por lo menos fingir que había llegado en la noche a su casa, puesto que poseía a unos padres algo estrictos en cuanto a horarios de salidas.

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