Capítulo I

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La noche había caído en la ciudad de Londres, las familias londinenses en su gran mayoría se encontraban sentadas al rededor de la mesa comiendo juntos, hablando de temas varios, en fin compartiendo como lo que eran, una familia. Todavía la guerra no había pisado sus talones y la idea de un mundo desolado sólo se podía hacer realidad en los titulares alarmistas de la prensa inglesa.

Pero, había una mesa donde el silencio absoluto abordaba toda la extensión del lugar, se trataba de la mesa de la familia Smith, los tres integrantes de la misma estaban ingeriendo sus alimentos en silencio sepulcral, la tensión del momento podía ser cortada con un cuchillo, ninguno de los tres se sentían cómodos, pues sabían de que debían de hablar de un tema, el cual Erin no quería tocar en lo absoluto.

—Erin, debemos hablar. — comunicó su madre, con voz severa.

La chica de ojos café alzó la vista hacia su progenitora y dejó el tenedor sobre la mesa.

—No soy consciente de lo que Archibald ha hablado con ustedes, pero en mis planes, en ninguno de ellos figura la posibilidad de casarme con él. — declaró con firmeza.

—Te entendemos cariño, pero piénsalo por unos instantes, Archie es un buen muchacho. Podrían ser felices juntos, está enamorado de ti desde hace años. — murmuró su madre, ahora cambiando el tono al que se dirigía hacia su hija, por uno, más sutil.

—No lo amo madre, ni siquiera se si lo quiero y menos si me agrada, se que nos criamos juntos, pero la idea de un matrimonio entre ambos ¡es completamente absurdo!

La tensión subía de nivel en la mesa, mientras que el padre de la muchacha guardaba silencio.

—Yo solamente pienso en tu futuro — dijo su madre ahora con desdén. — y ya que no demuestras deseos de ir a la universidad, un matrimonio es lo que necesitas.

—¡Tu no sabes lo que yo necesito madre! — gritó la joven al borde de la cólera. — y definitivamente no necesito un estúpido matrimonio.

—Erin... — la voz de su padre hizo que ambas mujeres guardarán silencio. — Tu madre lo dice con las mejores intenciones. — la progenitora de la chica sonrió y miró a la chiquilla. — pero, si no quieres casarte con ese muchacho, no te obligaremos.

Ahora fue la chica la portadora de una sonrisa triunfal.

"les agradecería no hablar más del tema — y fue así como la conversación llegó a su fin.

Erin se levantó, lavo su plato y se dirigió rápidamente a refugiarse en su habitación, se sentó en el borde de la cama y suspiró. No entendía las ganas desmesuradas que tenía su madre porque dicha unión entra ambos jóvenes se hiciera realidad, si era cierto que habían tenido una especie de relación en el pasado, pero con el tiempo, Erin decidió tomar distancia del muchacho en cuestión, pues habían ciertas cosas que le disgustaba de su comportamiento y personalidad, fue así como del día de la mañana acabaron su amistad y se hablaban por cortesía, o eso era lo que ella hacía, pero con los acontecimientos de hoy, había quedado en claro las intenciones que el muchacho tenía hacía ella, intenciones no correspondidas cabe destacar.

Después de aquello, comenzó a pensar nuevamente en las jóvenes enfermeras que se habían acercado al atardecer, recordaba sus nombres y la dirección que le habían indicado, había algo que le llamaba la atención de todo el asunto de la enfermería y no era de esperarse menos, puesto que su abuelo materno había sido doctor, recordaba cuando era más pequeña y se la pasaba devorando los libros de su abuelo dentro de la biblioteca privada del mayor, aprendiendo el nombre de algunas partes del cuerpo entre otras cosas generales sobre la anatomía humana.

Podría tratarse de algún gen en su interior que deseaba destacar o el hecho de que había sido cautivada por la propaganda del programa de enfermeras, no era la primera vez que veía los anuncios del cuerpo de enfermería, pues estos estaban regados por toda la ciudad, la postura de las chicas y mensajes como: "ayuda a tu nación, únete al cuerpo de enfermeras" "Puedes ser una heroina" "Ayuda a salvar al mundo, se una enfermera militar" "Inglaterra te necesita, unamos fuerzas para derrotar al enemigo"

La mayoría de esos mensajes habían cautivado su percepción de las cosas, y al ver aquellas propagandas, se sentía inspirada a hacer algo más con su vida, el pensamiento de que había llegado al mundo para algo más que ser una mesera y después una esposa y madre, que podría formar parte de algo verdaderamente importante. Todas esas ideas no dejaron de nadar en su cabeza esa noche. Al día siguiente tomó la decisión, se presentaría hoy mismo a la escuela de enfermería y servicio militar.

No podía mentirse a sí misma, se encontraba con dudas nadando dentro de su cabeza en todo el transcurso a la institución ¿estaba haciendo lo correcto? Se preguntó, ¿era lo que verdaderamente quería? Todas esas preguntas se desvanecieron cuando llego al edificio de color gris plomo y sin titubear se acercó al mostrador.

—¡Buenos días linda! ¿puedo ayudarte en algo? — una vivaz y simpática recepcionista se encontraba en la entrada recibiendo a todas las chicas y demás personas que entraban al recinto.

—Eh, buenos días. Busco a Katherine Walles y Margaret Dosson. — respondió la muchacha.

—¿Deseas alistarte? — preguntó llena de curiosidad la chica.

Erin lo pensó unos segundos y sonrió.

—Si. — respondió decidida.

Y fue en ese momento, con esa simple respuesta, que su vida cambió para siempre.

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