Capítulo XIV

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Entre tanto, James se encontraba en un terrible dilema, su habitación no estaba acomodada, dando así una clara imagen de cómo se encontraba mentalmente. Las presiones que su padre había comenzado a traspasarle, estaba agotando al joven.

No sabía bien si estaba echo para ser lo que su padre quería que fuese, el deber lo llamaba a la acción, pero sentía en el fondo de su corazón, que aceptar todo lo que esas responsabilidades significaban lo convertirían en pocos años, en el hombre frío y sin escrúpulos, al igual que su padre. Respiró ondo, sintió que su corazón bombeaba sangre a mayor velocidad, y estaba a punto de presenciar un ataque de ansiedad, su hermana golpeó la puerta.

—Se que no quieres ver a nadie Jim, pero te llego una carta. — murmuró Camille al otro lado de la puerta de madera. — creo que es de Erin.

James se levantó rápidamente del suelo, intentando controlar su respiración, no tuvo que abrir la puerta, pues su hermana pasó la carta por debajo de ella y así como había llegado, así mismo se había ido, dejando al joven solo con sus pensamientos. Jim tomó la carta rápidamente y como si recibir noticias de Erin se hubiera convertido en su antídoto, todos los malos y negativos pensamientos desaparecieron.

Mi querido Jim.

Cuánto me alegra recibir cartas de tu parte, hacen que mis días y noches, sean más tranquilas, aunque no estés delante de mi, siempre llego el recuerdo de tu presencia a donde vaya, me da vergüenza admitirlo, pero tu eres el dueño de mis más profundos pensamientos, daría lo que fuese, por tenerte a mi lado y que el tiempo se detuviera en ese mismo instante. Es increíble como han ocurrido las cosas, nuestros caminos se separaron, pero seguimos juntos en pensamientos y en estas palabras que ahora mismo estoy escribiendo.

Yo continuó en la batalla, contra la muerte, ganó algunas y ella otras, pero la guerra no ha terminado y aún no se si seré vencedora o no, lo que si puedo decir es que sea lo que suceda, quiero que estés conmigo, a mi lado. Estamos librando una guerra que no nos pertenece, sobreviviendo al fin del mundo mientras todo parece caer a nuestros pies.

El tiempo parece ser impaclabe cada vez que avanza, siento que son eternidades, no podría mentirte, aquí en el hospital ni siquiera se puede respirar, el aire parece agotarse y siento que voy a desmayarme, cuando cuido a los pacientes no tengo ni un solo momento para pensar en mi, los únicos instantes donde puedo estar en paz, es cuando llego a mi habitación, caigo en mi cama y ¿Adivina en quien pienso?  En ti.

Quisiera pensar en el mañana, pero la guerra, me obliga a pensar en el presente. Rezo todos los días, por mi vida, por la tuya y por la de todos las personas en éste mundo corrompido.

Las cosas acá en el hospital, marchan de la única manera en la que puede hacerlo, de la misma forma triste, melancólica y llena de pena. Cuesta sacarle una sonrisa a los soldados y más cuando estos saben que la vida que conocían, se ha terminado. Ni siquiera soy capaz de mirarlos a los ojos sin que me den ganas de romper en llanto.

¿Por qué la guerra tiene que ser así James? Tan brutal y devastadora, que arrasa, destruye y malogra todo lo que toca. Tantas vidas arruinadas por culpa de personas que parecen no serlo por su comportamiento. Los soldados heridos por culpas de las minas cada día aumentan y eso da prueba de la maldad que reina en la tierra. No se con que intención lo hacen y es muy probable que jamás se hayan puesto en nuestros zapatos, pero así como los alemanes han arruinado la vida a muchos de los nuestros, es los correcto pensar, que nosotros también lo hemos hecho. Un conflicto que no tiene sentido, está acabando a tantos países que están de por medio, que es absurdo pensar que todo se deba por culpa del ego de un  hombre deshonesto como lo es Hitler. Hombre que ni siquiera se quien es, pero que con sólo escuchar su nombre, logra que mi sonrisa se borre.

Pero, no sólo te escribo para hablarte de lo devastadora que es la guerra, sino para afirmar mi promesa, cuento los días para que esté desastre se detenga y finalmente pueda regresar a Londres para hacer todo lo que no pudimos. Siento que te conozco desde toda la vida, a pesar que hace un año éramos completos desconocidos. Quizás tú hayas cambiado por completo en éste último año. Desearía mandarte una fotografía y que tu me mandaras una de respuesta, para colocarla en mi habitación y siempre mirarla cuando me encuentre perdida.

James, es tan increíble como todo ha sucedido, pero lo más increíble, es que nuestras almas dependan de un hilo cada vez que anuncian que el correo a llegado, esos momentos, cuando recibo una carta tuya, son los únicos instantes de mi verdadera felicidad, no sabes cuanto desearía estar contigo y pasar verguenza por culpa de mi estómago atrevido.

Espero tener noticias de tu parte lo más pronto posible, no dudes que esteré todos los dias esperando por esa carta llena de consuelo y cariño, son tus palabras las que me ayudan a mantener un justo equilibro y las promesas de un futuro compartido, la esperanza que llevo escondida dentro de mi bolsillo.

Te echo mucho de menos.

Siempre tuya, Erin.

Acostado en el suelo y frente a la chimenea humeante, una sonrisa apareció en el rostro del joven, quien mantenía aún la carta aferrada por el agarre de sus manos, tenía miedo de soltarla y que las palabras se las arrebatara el viento, aquella carta había sido la bocanada de vida que él estaba necesitando en medio de la crisis existencial que estaba teniendo. Se levantó del suelo con rapidez y comenzó a arreglarse, sabía muy bien para dónde tenía que dirigirse. Salió de su casa después de una hora arreglandose y sin escuchar las preguntas de su madre, traspaso la puerta de la entrada de su hogar para dirigirse a su auto.

—¿Y a éste que le picó? — preguntó Camille, observando por la ventana como su hermano mayor salía como un volido.

—Está enamorado. — murmuró su madre con una sonrisa. — ningún hombre cambia tan rápido de temperamento, a menos que esté enamorado ¿le diste la carta de la chica?

—Claro que se la di mamá. — respondió. — a pesar de lo que dice mi padre, jamás había visto a Jim tan feliz como ahora, incluso parece estar vivo.

James manejo a toda velocidad hasta llegar a la tienda de fotografías más cercana, justo cuando el dueño de la tienda se disponía a cerrarla, se bajó velozmente del auto y tocó la puerta.

—Está cerrado joven, vuelva mañana. — indicó el hombre.

—No puedo, tiene que ser hoy señor. — pidió el joven desesperado. — necesito que me haga una fotografía para dársela a mi amada, ella es enfermera y está en la guerra.

El hombre de mediana edad, pudo notar en los ojos de James, las ganas y el desespero que tenía para tomarse esa fotografía y cumplirle un pequeño sueño, a su joven enamorada.

—Bueno, creo que puedo hacer una pequeña excepción. — respondió el hombre encogiendose de hombros y sonriendo, sintiendose cómplice de una pequeña muestra de amor.

James sonrió aliviado y entró a la tienda, todavía con la carta de Erin guardada dentro de su bolsillo y con los latidos de su corazón fuera de control, si lo que él estaba sintiendo, no era amor, no podía saber entonces que era lo que ahora estaba sintiendo.

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