Capítulo XVIII

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Terrence Kennedy era sin duda alguna uno de los mejores cirujanos de toda Escocia, había estudiado medicina desde muy temprana edad, un joven prodigio fue lo que sus maestros declaraban sobre él en la universidad donde había estudiado, con orígenes humildes había logrado estudiar una de las carreras más costosas, pero todo el esfuerzo había dado frutos, se convirtió en el primer Kennedy de la familia en asistir a la universidad y en graduarse con honores.

Sin darse cuenta, se convirtió en el doctor de cabecera de casi todos los nobles que vivían en Escocia, un hombre casado con su trabajo y profesión, al cual no se le conocía pareja oficial, pero que debido a su apariencia física y sus dotes, seguramente no sería difícil para un hombre como él, encontrar esposa. Sobre su pasado no se conocía mucho, pues él mismo se había encargado de enterrarlo, en su ciudad de recidencia, habían algunos rumores sobre él, pero nunca dejaban de ser eso, rumores. Algunos de ellos decían que el joven había sido abandonado cuando pequeño, o que en su familia había ocurrido una tragedia horrible. Pero, él jamás comentaba nada al respecto y jamás hablaba de su familia, terriblemente solitario, con un pasado misterioso, dotes de un genio en la medicina y casado con su profesión, podría ser la combinación perfecta de hombre atractivo para cualquier mujer y sin embargo, a pesar de todas las insinuaciones de algunas marquesas, él siempre encontraba la manera más diplomática de dejar en claro que no estaba interesado.

La manera en la que llegó al hospital militar había sido por recomendación de un general, amigo íntimo, al cual le había escrito Terrence personalmente, pues había escuchado los rumores de pasillos, que hablaban del poco personal que había en todos esos hospitales y él quería ayudar, además que esa oportunidad le venía muy bien para cambiar de ambiente, alejarse de la ciudad y lo más importante, contribuir a su nación.

El doctor en jefe del hospital estaba encantado de recibir a un doctor como Terrecen en su hospital, puesto que era uno de los principales hospitales donde más hacía falta el personal médico, ya que los doctores simplemente no eran suficientes para el numero de soldados heridos que llegaban, se podría decir que el hospital donde Terrence había llegado, era uno de los primeros a donde se trasladaban los heridos directamente de los frentes de guerra.

-Como ve señor Kennedy, el trabajo por aquí nunca se termina. - ahora ambos hombres pasaban por los pabellones de recuperación. - es muy agradable contar con una personalidad como la suya para ésto. - murmuró en medio de la caminata. - sus conocimientos aquí serán de gran ayuda.

-Espero que así sea. - respondió el joven.

-Tuve la oportunidad de leer su expediente, es realmente impecable y en serio, disculpe el atrevimiento, pero para la edad que tiene, es impresionante su trayecto en el área de medicina.

-No muchos doctores dan el reconocimiento que deben, debido a eso mismo, por mi corta edad, piensan que al ser más longevos, adquieren más conocimientos. - hizo una pausa - y esa ha sido uno de mis objetivos, demostrar a los demás colegas y doctores del gremio, que un joven así como usted me llama, de tan solo veintisiete años, puede tener todos los conocimientos y habilidades que un doctor de cincuenta años puede tener, incluso más.

-Sorprendente sus declaraciones doctor Kennedy. - comentó el doctor en jefe. - le aseguro que aquí, tendra todo el reconocimiento que alguien con sus conocimientos y habilidades, debe tener. Aquí reconocemos el trabajo bien hecho y sobre todo, reconocemos a nuestros doctores que sin ellos, habrían muchas más perdidas humanas, de las que ya hay.

El par se encontraba ahora dando una vuelta por los jardines del hospital, algunas enfermeras estaban ayudando a unos pacientes a caminar, mientras otras llevaban sillas de ruedas con soldados que habían decidido tomar un poco de sol.

-Bueno Doctor Kennedy, éste es todo el hospital. - sentenció el mayor. - me encuentro a su disposición si necesita ayuda, sabe donde queda su habitación y su turno comienza mañana mismo, para que hoy tenga tiempo de conocer el lugar, desempacar sus cosas y pueda familiarizarse un poco más.

-Me parece perfecto, muchas gracias por todo. - Terrence movió su mano para estrecharla cordialmente con su superior.

-No hay nada que agradecer señor Kennedy, estamos todos aquí, para ayudar. - respondió el mayor, estrechando la mano con el joven.

Y el hombre mayor se retiró, dejando a Terrence solo con sus pensamientos, en los cuales nadaba la imagen de esa joven enfermera, quizás había sido casualidad del destino o meramente obra de la suerte, pero era impresionante de cómo en el mar de enfermeras que allí se encontraban, él justamente se había fijado en ella, con el aspecto delicado de una rosa que florece en primavera, fue una cuestión de instantes, pequeños segundos y podría decirse que el corazón de Terrence Kennedy había recibido un flechazo directamente de parte de cupido.

El amor a primera vista no existía, ni podía ser lógico. Su mente divagaba y se mantenía ocupada debatiendo sobre la relatividad del amor, sentimiento que jamás había experimentado en su propia piel, pero que ahora mismo después de simplemente mirar a esa jovencita desconocida, despertaba dentro de él cierta curiosidad, algo que parecía inexistente dentro de él, algo que estaba apagado, simplemente despertó, con una intensidad arrasadora e inconscientemente sonrió. Sin saber muy bien si aquellos pensamientos que estaba teniendo eran los correctos ¿Acaso le gustaba esa chica con sola verla por un instante? Aquello no tenía ni una sola pizca de lógica, estaba confundido pero su mente le seguía repitiendo lo mismo, aquel sentimiento tenía que asemejarse al amor o lo que estaba más próximo de serlo.

Terrence no sabía si era simplemente una atracción o si aquello podría llegar a algo más, pero de lo que sí estaba convencido, es que tenía que saber quién era esa chica e iba a empezar con lo más básico, él tenía que conocer su nombre.

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