Capítulo XXXII

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Querido James.

La espera para encontrarnos de nuevo se me hace una tarea tortuosa y casi imposible, no te apartas nunca de mi mente, lo cual, me posiciona en un punto difícil de estar. Ya no imagino la vida sin tus besos ni tus caricias, es como si antes de esa noche, no hubiera tenido vida.

Quisiera saber como te encuentras, y como va todo allá en Londres, hace días llego una carta de mi madre, en la cual, en su mayor parte, pedía disculpas por los errores del pasado, aunque no soy devota de lo que prefesa en esas líneas, me dispongo a creer que todo lo que dice, es verdadero.

Los soldados que llegan desde las fronteras, ya en territorio alemán nos comentan que la guerra está por terminar. Jamás había sentido una alegría tan inmensa, el final de una guerra que parecía eterna ¿te lo imaginas? El mundo va a volver a renacer y el ánimo colectivo dentro del hospital, se incrementó con tan buenas noticias. Lo que me hace pensar en mi futuro luego de la guerra, supongo que podría buscar trabajo en algún hospital de Londres, aunque no me vendría mal un descanso de un par de meses. Todavía no tengo decidido lo que haré, pero puedes contar con el hecho de que cuando la guerra termine, iré a Londres y me dejaré desvanecer en tus brazos.

Te quiere sin límites establecidos.

Erin Smith.

El joven Buckley leía y volvía a leer la carta que había llegado a la puerta de su casa, sentado justo en la entrada, sobre los escalones de concreto, se sentía como el hombre más miserable del mundo, ni siquiera la voz demandante de su padre logró sacarlo del trance en el que se encontraba. No había llegado a casa la noche anterior, el fétido aroma de licor se convirtió en su perfume, su ropa estaba arrugada y aunque daba el aspecto de un alcohólico, lo menos que quería era obedecer a su padre.

Él sabía que había fallado, se había fallado a él mismo y sobre todo, le había fallado a Erin. Lo que había hecho la noche anterior con Danielle, no tenía nombre, había enloquecido y ahora, sentís que se había aprovechado de ambas jóvenes.

-Entra a casa antes de que papá enloquezca. - murmuró su hermana Camille, llegando rápidamente hasta donde estaba.

Poco a poco se levantó y entró a su hogar, donde podía escuchar los reclamos de su padre.

-¡Pareces un vagabundo, santo Dios! - grito el hombre. - Ésto no es lo que se espera de un Buckley.

-¡Y que demonios se espera de un Buckley padre! - respondió James, alzando la voz. -¡Estoy harto de ti y de todas tus demandas! ¡No eres Dios y mucho menos el dueño de mi vida! Así que déjame en paz por una maldita vez en mi vida.

El joven comenzó a caminar hacia su habitación y tanto su padre, como su madre y hermana se quedaron en silencio, viéndolo partir hacia el piso de arriba.

Entró a la habitación y dio un claro portazo a la puerta, de acosto en su cama y comenzó a llorar, todavía tenía la carta de Erin en su mano, como podía escribirle después de lo que había hecho y no sólo eso, como podía verla a los ojos. La amaba, de eso estaba completamente seguro, pero el alcohol lo había traicionado. En la mañana, se despertó con sábanas blancas a su alrededor, no recordaba casi nada de la noche anterior, pero a su lado, el cuerpo desnudo de Danielle reposaba, dándole una clara idea de lo que había sucedido, se levantó inmediatamente de la cama, sintiéndose extraño y el sentimiento de culpa le dio un abrazo y se aferro a él desde entonces. Salió corriendo de aquel lugar, sin siquiera despertar a Danielle, no quería saber nada más de ella y se negaba a intentar recordar lo que había sucedido la noche anterior, aunque negarlo, era inevitable, él intentaba con todas sus fuerzas, hacer como que ese encuentro jamás pasó.

Y no tuvo que haber pasado, su falta de control era imperdonable, un pequeño rencor hacia él mismo, comenzaba a crecer dentro de su interior. Deseaba hacerse pequeño para luego desaparecer, pero, evidentemente, ninguno de sus sueños, se cumplió.

Al otro lado de Londres, Danielle escucho como la entrada principal de su casa se abrió, indicando que sus padres habían regresado. Se levantó y caminando en puntillas, le coloco seguro a su puerta. Al darse la vuelta, admiró el desastre que James y ella habían creado, más que todo ella, pues James dada su situación comenzaba a estar más dormido que despierto. Y no era de extrañar que la noche anterior, durante la acción, fuera ella la que realizaba la mayor parte del trabajo y cuando terminó, pensaba besar al chico en los labios, pero ya estaba completamente dormido.

Danielle se acostó nuevamente y extendió su cuerpo para sentir el contacto de su piel con las sábanas, recordando así una vez más, el encuentro sexual que había tenido con James. Y aunque habia recurrido a métodos muy bajos, no le importaba, porque ahora tenía al hombre que quería con ella, sabía que la impresión inicial no iba a durar mucho y que si no existía una razón de peso, James no estaría con ella, así que en medio de su frenesí, había comenzado a contar los días, para quedar embarazada del joven esgrimista, quien por su parte, no tenía ni idea de la tormenta que se acercaba.

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