Capítulo XXXIII

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Con un cigarrillo en su mano, Erin se encontraba en el jardín del hospital, donde el atardecer de Gales comenzaba a hacer de las suyas, pintando un magnífico paisaje en pleno abril del 44' otro año más había pasado y su servicio para el país, estaba lejos de terminar. La guerra, parecía ser perpetua, el caos dejaba esa sensación agria de no tener fin y a pesar de que las cosas para los alemanes comenzaban a ponerse difíciles, Erin veía muy lejana la victoria. Y no sólo estaba preocupada por el transcurso de la guerra (la cual era interminable) sino que también, sus cartas con James, eran enviadas y respondidas con menos frecuencia.

Sabía que algo estaba mal, pero no tenía el coraje suficiente como para preguntarle qué lo aquejaba tanto, a pesar de que hace unos meses atrás, habían intimado lo suficiente como para tomarse algunas cuantas atribuciones y sin embargo, ella no lo hacía. Podía notar ese toque triste que empañaba a sus letras, a pesar de eso y de la clara evidencia que indicaba que su tono con ella había cambiado, significaba que entre James y ella, las cosas no estaban bien.

Su mente se llenaba de teorías y conspiraciones relacionadas al trato que ahora recibía a través de las pocas cartas que llegaban, tenía una en su mano, la última que había llegado, era inevitable para ella leerla una y otra vez, intentando así, descifrar el mensaje oculto o la verdad, detrás de sus palabras.

Querida Erin.

No muchas cosas han sucedido en Londres, todo sigue igual, y con respecto a mi vida, todo sigue su curso. Pronto me convertiré en el sucesor de mi padre, justo como él tanto ha deseado y me haré cargo del negocio familiar.

Desearia pronto, aunque sea por una última vez antes de convertirme en alguien que no quiero ser, espero que si la guerra termina antes, puedas despedirte de la versión de James Buckley que más amor ha dado y la que más amor puro a recibido, sólo de tu parte cariño.

Te quiere hasta el fin de los tiempos.

James Buckley.

La simpleza, no era algo que había caracterizado a James y mucho menos en sus cartas, pero Erin consideraba que algo estaría muy mal, puesto que jamás, en todo el tiempo que llevaba escribiendo con James, éste le había enviado solo media hoja escrita, en la cual, resumía cosas con detalles que ella deseaba conocer. Su mente, en medio de la desesperación, comenzó a pensar en que quizás, James sólo había jugado con ella, había disfrutado un rato a su lado y que eso había sido todo, que él ya se había aburrido y que era hora de finalizar. Pero, recuerdos de la noche que ambos vivieron, seguían tatuados en su piel, como una marca que jamás podía borrarse de su cuerpo. Y luego de de hacer un recuento de todos los  buenos momentos que compartió a su lado, era su única distracción por las tardes y en sus tiempos libres o en al anochecer, cuando su mente tenía la oportunidad de volar sobre nubes de sueños y anhelos.

Pero una nube negra caería sobre el edificio de color plomo al día siguiente y es que al otro extremo del hospital, en la zona de habitaciones del personal masculino, se encontraba una pequeña luz encendida en medio de la oscuridad y provenia de la habitación de Terrence Kennedy, quien caminaba frenéticamente en círculos por el pequeño espacio, sobre una pequeña mesa de noche descansaban varios recortes de periódicos londinenses que había pedido tiempo atrás, en cada uno, yacía una fotografía en blanco y negro de James Buckley acompañado de su nueva prometida, la señorita Danielle Brown. Su nuevo plan, para estar a Erin comenzaba a tomar forma y en sus manos, un pequeño sobre blanco era acariciado con sus yemas. Sabía muy bien que lo que estaba a punto de hacer, la destruiría, pero merecía saber la verdad y darse cuenta, de alguna manera u otra, de que él era el hombre que ella necesitaba, con él, jamás le faltaría nada y que no podría ni siquiera imsginar una infidelidad a su lado, no como el esgrimista lo había hecho. No fue para nada fácil conseguir esos ejemplares de Londres, pero con algunos contactos y ayuda, ya la bomba estaba lista. Con una calma metódica introdujo cada recorte del periódico en la sección de sociales y deportes, donde detallaban aspectos sobre lo que había sido el romance y compromiso del hijo del famoso joyero Arthur Buckley.

Una máquina de escribir descansaba a su lado, la cual días anteriores había pedido prestada y luego de introducir una hoja, comenzó a escribir una nota precisa.

Querida Erin Smith.

Las cosas, nunca son lo que parecen y mientras James te seducia en Gales, yo esperaba impaciente por su regreso oars anunciar nuestro compromiso, lamento ser la portadora de malas noticias, pero te pido que no vuelvas a escribirle ya que pronto será mi esposo. Si no me crees, revisa el interior de éste sobre. No quiero que el recuerdo de la asquerosa aventura que tuvieron, nublen nuestros planes de un futuro juntos.

Te desea lo mejor, Danielle Brown.

La carta era clsra y precisa, en el fondo le asustaba todo lo que estaba haciendo solo por una chica, pero en medio de la locura, fantasías de Erin y él formando una familia juntos lo hicieron convencerse de que estaba haciendo lo correcto y que mas pronto que tarde, ella sería suya.

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