Capítulo VIII

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Se podía notar claramente como Erin se encontraba molesta y disgustada por el ambiente en el cual se encontraba, amigos de Archie, algunos adultos, sus padres y los de ella se encontraban en el apartamento de los padres del joven, la música animaba el lugar y todos sonreían, menor Erin, ella estaba sentada en uno de los muebles que habían en el hogar, con el ceño un poco fruncido y sus brazos cruzados sobre su pecho. Su madre había tramado todo, no habían otra explicación para darle respuesta a lugar donde ella se encontraba. A pesar de que esos dos meses donde Archibald y ella fueron más que amigos no estaban llenos de discusiones entre ambos, después del hecho de descubrir que su madre lo quería de sobre manera y pensaba que él sería un buen hombre con quien casarse, Erin terminó por alegarse de él, evitando su contacto a toda costa durante los próximos tres años que pasaron, hasta ahora que se encuentra en su casa, celebrando de manera engañada su cumpleaños número veinticuatro.

—Me alegra verte de nuevo Erin. — Archibald se sentó a su lado y ella hizo una mueca de desagrado.

—No sabía que era tu cumpleaños, si fuera así no hubiese venido. — escupió sin el menor tacto posible, quizás era muy egoísta de su parte actuar de tal manera con Archibald, pero el joven, había agotado la paciencia de la muchacha y no estaba dispuesta a tener condescendencia con él muchacho, a pesar de tratarse de su cumpleaños. — Podrás tener fascinada a mi madre, pero nunca podrás facinarme a mi Archibald y ninguna de tus maniobras sucias por estar conmigo servirán, con permiso.

La chica se levantó, sintiendo en verdad lo mucho que pesaba su cuerpo, se sentía traicionada por su madre quien sonría y miraba a la dirección donde el joven y su hija se encontraban, esperando que quizás el acercamiento entre ambos significará algo bueno, pero al observar el semblante molesto de su hija se percató, de que el encuentro entre ambos no había salido como ella quería.

Se retiro del lugar sin dar explicaciones, necesitaba respirar de toda la situación que ahora estaba viviendo, recordó a sus amigas y el confinamiento en la escuela de enfermería, sin evitar extrañar todo lo que había dejado atrás hace algunas horas. Salió del edificio y se sentó en un escalón a las afueras, contemplando la noche estrellada que adornaba el cielo nocturno de Londres.

La calle estaba completamente desavitada uno que otro carro se pasaba por la carretera, pero considerando la hora, no era de esperarse algo menos. Erin se perdió en sus pensamientos, sintiéndose muy estúpida por haber regresado a su casa, las cosas con su familia seguían exactamente igual que antes, desde que había terminado su "relación" con Archibald, los tres años siguientes estuvieron marcados de presiones sutiles por parte de su madre, que no esperaba la oportunidad de realzar al cumpleañero, por sus méritos, logros y el hombre que podría llegar a ser. Pero eso a Erin le importaba en lo más mínimo, ella no quería seguir los pasos de su madre y casarse con la persona que más le convenía.

Quizás las novelas que ella leía, destilaban romance por todos lados y su idea del amor había plasmada en su cabeza de una forma tan precisa y perfecta, que la propuesta de pasar el resto de su vida con un hombre "que le convenía" más que no amaba o quería, no formaba parte de su imaginación.

—Señorita ¿Se encuentra bien?

Una voz hizo que Erin se percatará de su realidad y dejará sus pensamientos atrás, un joven muchacho se encontraba con una mochila en su espalda, con el ceño fruncido Erin asintió.

—Si, estoy bien. — respondió.

—Parecía estar perdida. — le comentó el joven desconocido con una pequeña sonrisa.

—¿Sueles preguntarle esas cosas a las personas que te consigues en la calle? — cuestionó Erin haciendo uso de un don que había heredado de su madre: el sarcasmo.

—No suelo ser tan entrometido. — murmuró con un toque de pena en sus palabras. — a menos claro, de que se trate de una joven hermosa.

Erin sonrió burlona, la situación a pesar de tratarse de un completo desconocido en me dio de la noche, le causaba risa y a pesar de lo peligrosa que podría a llegar a ser la misma, ella relajo sus manos ya que el joven extrañamente emanaba tranquilidad.

—¿Te llamas casanova de casualidad? — sugirió la peli negra manteniendo aún una sonrisa en su rostro.

—No. — se carcajeo el joven, mostrando una sonrisa hermosa, que por instantes logró hipnotizar a la muchacha. — Mi nombre es James Buckley pero mis amigos me dicen Jim.

—Es todo un placer James. — la chica sonrió, estirando su mano en dirección al joven desconocido, que sin pensarlo dos veces completo dicho saludo con un leve y suave apretón de manos.

—¿Nos encontramos en desventaja no crees? — coloco ambas manos en los bolsillo de su pantalón y al igual que Erin, una sonrisa se encontraba estampada en su rostro, complementando sus facciones.

—Me llamó Erin Smith, solo Erin.

—Un gusto entonces "solo Erin" — ambos hicieron silencio, pero estaba muy lejos de tratarse de un silencio incómodo, la joven no sabía muy bien, pero se sentía a gusto con la compañía de ese chico.

—¿Puedo preguntar que haces por aquí a estás horas? — Erin fue la primera en indagar solo las circunstancias que habían llevado al joven a caminar por estas horas en la calle.

—Es una muy buena pregunta solo Erin. Verás, salí tarde de mi entrenamiento de esgrima, el coche lo tengo averiado y mis padres no contestaron el teléfono de casa para irme a buscar, así que como un perro sin hogar, me tocó deambular por estas calles.

La sinceridad del muchacho deslumbró a Erin, quien seguía sentada en el mismo escalón mientras el joven quien guardaba una distancia respetable de más de dos metros de distancia, le contaba los hechos.

—Interesante. — respondió la chica, ante el testimonio del joven.

—¿Podría yo hacer la misma pregunta? — indagó el joven, pues también deseaba conocer las razones por las cuales una chica estaba sola en medio de la calle y en horas de la noche.

Ella suspiró.

— Es complicado. — admitió con franqueza.

El joven miró su reloj que descansaba en su mano derecha y luego fijó su vista en Erin.

—¿Qué te parece si mañana me cuentas? — propuso. — tengo el día libre, podríamos ir al cine o a comer helados.

—¿Salir con un desconocido? — se preguntó con ironía, el joven sonrió ante la gracia que le hacía la situación. — Me parece bien, podemos vernos aquí al llegar la tarde.

James sonrió de oreja a oreja.

—Es un trato, azabache.

Comenzó a caminar de prisa y Erin de levantó del escalón, osea disponerse a entrar al edificio, el chico volteo y la joven lo miraba aún.

—¡Nos vemos mañana! — agitó la mano y Erin le respondió de la misma forma, sintiendo esa noche, algo que jamás había sentido.

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