Capítulo XXXVI

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Todas sus barreras habían caído luego de las palabras de Terrence y ahora él estaba frente a la versión más débil y vulnerable de Erin. Ella había comenzado a llorar a mares y era la respuesta natural, escondía su rostro en sus manos y poco a poco empezaba a temblar. Su mente estaba vuelta un caos y su corazón se sintió un poco más vacío.

Estaba embarazada de James.

Era lo único que podía decir en sus pensamientos, no paraba de repetirlo y mientras pasaban los minutos, el dolor aumentaba. Se preguntaba que clase de karma estaría pagando, porqué la vida de un momento a otro se había ensañado con ella de ésta manera, primero, la traición de James y ahora ésto. Se sentía culpable y todo lo que conocía como estable, dejó de serlo. Erin pensó en que quizás si se hubiera casado con Archibald como sus padres querían, su vida hubiera sido muy distinta, pero así como llegó ese pensamiento, así de rápido lo desecho, puesto que a pesar de todo lo que estaba viviendo, no se arrepentía de nada, sin importar que ahora la vida le estuviera cobrando factura por cada uno de sus buenos momentos, ella estaba dispuesta a pagar aquel precio.

—Yo lo siento mucho. — Terrence había hecho silencio durante todo el tiempo en el que Erin lloró, y no podía negar que verla así, le partía también el corazón. — estaré para ti en todo lo que necesites. — aseguró.

Él seguía de pie, conservando la misma distancia que tenía cuando informó sobre aquella  noticia, no se había movido ni un solo centímetro, parecía un árbol, estático y rígido.

—¿Por qué eres así conmigo? — musitó mirándolo con los ojos cristalizados. — lo único que he hecho desde que nos conocemos ha sido tratarte mal. — reconoció.

Terrence sonrió y asintió.

—Sí, se que no haz sido la mejor conmigo. — respondió. — pero, existe cierto encanto en tu hostilidad.

Ella hizo una mueca, imitando su verdadera sonrisa. — lo siento.

Terrence se acercó un poco más a ella y tuvo el atrevimiento de tomarle la mano, esperando que quizás, como un acto de reflejo ella se alejará, pero no lo hizo, se mantuvo en la misma posición, dejando que Terry tomará su mano y la enlazara con la suya de la forma más delicada que pudo. En seguida la observó, para analizar su reacción y tratar de descubrir lo que pensaba a través de sus ojos cristalizados.

—No tienes que disculparte. — comentó sin soltar su mano, sintiendo exquisito el tacto de su piel al tacto. — soy yo quien debe hacerlo. — hizo una leve pausa. — no me he comportado muy bien contigo. — murmuró. — y quizás por eso, llegaste a odiarme.

Erin sonrió, estaba conociendo una etapa de Terrence que no sabía que existía y en el fondo, le agradaba. Siguieron hablando un rato más, hasta que llegó Adelaide que sonrió al ver a su amiga fuera de peligro, el joven doctor se marchó minutos después y siguió su camino, mientras que Erin debía quedarse en cama unos días más hasta volver a su trabajo.

—Supongo que soy la sensación del bloque de enfermeras. — murmuró con cierta ironía la peli negra mientras llevaba un bocado de pan a su boca.

—Si, lo eres. — reconoció la joven sentada a su lado. — todos quieren saber el nombre del padre.

Erin se tensó, si sabía muy bien que el rumor sobre la enfermera que había tenido un aborto llegaría a oídos de todos, y evidentemente, deseaban conocer si el padre era un doctor o si por el contrario se trataba de algún soldado.

—Es algo que me llevaré a la tumba. — murmuró irritada, recordando quien en verdad era el padre de el niño que no pudo formarse en su vientre.

Adelaide se encogió de hombros y rápidamente cambiaron de tema para evitar así que el ambiente se volviera pesado. Luego del almuerzo, Adelaide también se marchó y se quedó sola en la habitación con los pensamientos que en medio de la soledad, comenzaban a abrumarla.

El dolor que sentía no era sólo físico, su corazón estaba llorando y pensaba que quizás nunca podría superar todo el asunto de James y ahora, la pérdida del bebé que no sabía que tenía dentro de ella. Él le hacía tanta falta en estos momentos, pero recordaba inmediatamente la carta que le había escrito Danielle Brown, la mujer que quizás ya era la esposa de James, contando como había jugado con ella y sobre todo, con sus sentimientos. Por una parte, su corazón deseaba creer que todo era mentira, pero las imágenes del periódico no mentían. Su piel se erizaba de la impotencia y la tristeza, mordía con un poco de fuerza sus labios para contener las ganas de llorar, pero eso fue en vano y luego de dejar escapar la primera lagrima, las demás  siguieron el mismo recorrido. Llorar era lo único que hacía encerrada y sola en aquella habitación, lloró hasta el punto que hasta sus lágrimas se habían acabado. No podía verse, pero sabía que su imagen era la de una mujer acabada. Las ganas de vivir el mañana, ya no formaba parte de la lista de sus sueños y en realidad en aquel punto, ya no le quedaba ninguna aspiración, sueño o anhelo que la motivará a seguir adelante.

No tenía a dónde ir, puesto que su madre le había escrito hace unos días ya, informando que su padre, había fallecido un año atrás y que ahora ella había vendido todo lo que tenía para irse a perseguir el amor detrás de un viudo francés que la había enamorado. Ella le respondió de forma esquiva y así terminó el intercambio de cartas entre ambas. Y eso fue todo, estaba sola en el mundo, con un hueco en su corazón que no encontraba alivio y un vacío en su vientre que se desgarraba de tristeza ante la pérdida.

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