Capítulo XXXVIII

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El anuncio del nuevo presidente del hospital privado Saint Martín había sido un total misterio para los contribuyentes y socios que formaban parte de la comitiva especial, entre ellos se incluía la familia Buckley, quienes habían aportado desde la concepción de la idea principal para la construcción de dicho hospital. James se encontraba hablando con uno de sus encargados cuando una invitación llegó a su escritorio, se trataba de una fiesta elaborada para darle la bienvenida al nuevo presidente del cual su identidad era misteriosa, lo único que se sabía era que venía de Escocia y que poseía un gran historial profesional. Todos los socios estaban ansiosos de conocer al hombre que se encargaría de llevar las riendas del lugar, observó la fecha y sería esa misma noche, así que tomó la previsiones necesarias para avisarle a su esposa que hoy tendrían una celebración.

Danielle como era de esperarse se encontraba en el salón de belleza y cuando el recado de su marido llegó, comenzó los preparativos para ser la mujer más reluciente y hermosa del lugar, como siempre acostumbraba a hacerlo. Para nadie era un secreto que la rubia aportaba una belleza que dejaba a más de un caballero deslumbrado y hoy particularmente, deseaba destacar. Y no era la única mujer en pleno agetreo, Erin también se encontraba en una situación similar, visitando casas de modas costosas en la búsqueda del vestido ideal. Debido a su delgada figura, todos los vestidos entraban en ella justo como un guante, pero los colores así como los escotes eran tan recatados y señoriales que no lograba elegir entre las opciones menos espantosas. La noticia de la fiesta en honor a su esposo había llegado tan tarde que no le había dado el tiempo suficiente para mandar a confeccionar un vestido según sus exigencias así que debía acoplarse a las opciones que tenía delante de sus ojos y luego, el vestido ideal apareció ante sus ojos. De un tono azul rey que acentuaba la intensidad de sus ojos y la oscuridad de sus cabellos, el escote era perfecto, ni muy revelador ni muy recatado, la silueta era ideal para una esposa joven que deseaba sobresalir entre las demás personas del lugar y sabía muy bien que lo iba a hacer. Unos cuantos ajustes y el vestido iba camino a su hogar.

La tarde cayó y mientras los hombres terminaban sus asuntos, ambas mujeres se encontraban ultimando los detalles de su atuendo, Terrence observó a su esposa cuando salió de la habitación principal, él a cambio de ella se había arreglado en cuestión de unos cinco minutos, mientras que ella había ocupado casi una hora para estar completamente lista. Al bajar las escaleras, Terry podía observar que era el hombre más afortunado de la tierra, Erin parecía una princesa, su piel blanquecina hacia resaltar de maravilla el tono de su vestido, su cabello peinado y sus bucles domados daban la sensación de que pertenecía a la realeza.

—¿Ni una sola palabra luego de arduas horas de trabajo? — preguntó la joven al llegar a la planta inicial de su casa.

Terrence noto al instante el suave y delicado perfume de rosas que ambientaba su presencia y a pesar de que un par de zapatos con tacon se escondíak dentro de su largo vestido, él seguía siendo mucho más alto que ella.

—Estas espléndida. — indicó con total seguridad, tomando su cintura atrayendo el cuerpo de la joven al suyo. Sus labios estaban muy cerca y él había bajado la cabeza para acercarse más a ella. — estoy reconciderando ir a esa sosa fiesta mientras podría disfrutar de mi joven y hermosa esposa. — indicó, lleno de picardia.

—No puedes faltar. — susurró la joven tan cerca de sus labios que pudo sentir la vibración de sus palabras. — andando. — en un movimiento rápido, se separo de su esposo y sonrió, llena de vitalidad.

El joven sonrió y ambos partieron a su destino. De igual manera lo hacían Danielle y James, el cual no se había detenido a mirar a su esposa más de lo normal y ella se sentía extremadamente frustrada por la falta de atención del hombre que le había jurado amor en frente un altar. Su mente dibagaba y quizás, se había condenado a ella y a James a un infierno por culpa de su capricho y ambición. Cuando llegaron al recinto, ya muchas personas de encontraban reunidas en un gran salón, a la espera de los invitados estrellas, los cuales no se hicieron esperar mucho y luego de aplausos y presentación inicial se dio  conocer la identidad del hombre que posaba al lado de una mujer que parecía ser la viva personificación del mar, la luna, el cielo y las estrellas.

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