Capítulo XI

676 70 13
                                    

La velada de ambos jóvenes había sido estupenda por no decir que perfecta, hablaban y hablaban como si no existiera el tiempo, habían terminado de comer hace más de una hora y se encontraban aún en el restaurante, tomando vino y conversando animadamente sobre sus vidas, lo que les gustaba y disgustaba. Desde hacía mucho tiempo que Erin no se sentía tan cómoda hablando con alguien, su semblante que siempre o casi siempre estaba sin expresión, se encontraba ahora con una leve sonrisa que se dibujaba en su rostro mientras escuchaba a su compañero hablar. Analizaba detenidamente a James quien permanecía en su lugar, admiró sus ojos color avellana, noto un tinte de tristeza y soledad que nadaba entre su iris, podía tratarse de solamente una alucinación, pero Erin había visto esa misma mirada, en ella.

—Y así fue como empecé a practicar esgrima. — se detuvo para tomar la copa y darle un sorbo al líquido de color vino tinto.

—Entonces, déjame ver si entiendo, eres esgrimista profesional pero ¿en contra de tu voluntad? — preguntó Erin, desviando la mirada.

—Si, en resumen, así es. — respondió arrastrando las palabras con su lengua. — es tan patético, te debe parecer absurdo.

La muchacha se apresuró a negar con la cabeza. — Si supieras. — dijo para luego mirar a James y brindarle una sincera sonrisa. — Mi madre quería que me casará con alguien que no quería.

James frunció su ceño, extrañado y para Erin, era de esperarse esa reacción por parte del joven, de igual forma, ya había visto esa reacción en el rostro de sus amigas cuando les contó la historia y así como se las había contado a ellas, se la desveló a su compañero, al cual a ese punto trataba como un amigo.

—Es una completa locura. — comentó luego de escuchar con atención la historia de obsesión que Archibald tenía con la muchacha que estaba sentada al frente de él con una copa de vino medio vacía. — ¿Debería de tener cuidado? — murmuró con un tono lleno de coquetería. — digo, ya tienes que lidear con un acosador, no quisieras tener a otro chico obsesionado contigo.

Erin se quedó tiesa como una piedra y James ante su reacción comenzó a reír, mostrando en una ocasión más, sus lindos hoyuelos.

—Espero que sea bromeando. — murmuró con vivacidad. — porque de ser así, me mudo a Estados Unidos y cambio mi nombre.

Ambos jóvenes comenzaron a reír y así fue poco a poco como pasaron el resto de la tarde, con vino, charlas y risas.

Partieron del restaurante cuando esté se encontraba a punto de cerrar, ninguno de los dos se había percatado del tiempo que habían pasado juntos, la noche comenzaba a caer en la ciudad de Londres, las personas salían de sus trabajos y se dirigían a toda velocidad de vuelta a sus hogares y el cielo estaba de un color azul cada vez más oscuro.

—Dime una dirección para llevarte. — le indico James cuando ambos estaban dentro del auto. La verfad es que él deseaba hablar toda la noche con Erin, no quería aceptarlo pero había quedado fascinado con la chica y en alguna parte comprendió la obsesión del chico que la hostigaba.

Erin le indico la dirección del pequeño hotel de mala muerte en donde se encontraba y ambos emprendieron camino. Ella estaba apenada, no quería que James descubriera el lugar donde se había estado quedando, pero aquello era ya inevitable pues se encontraban en las afueras del lugar.

—Supongo que fue todo por hoy. — dijo con pesar James, quien suspiró despues de hablar.

—Si, creo que fue todo por hoy. — repitió la joven, con pesadez en el tono de su voz, ella tampoco quería que el momento terminará.

Tomó entre su mano la manija de la puerta del auto, pero antes de poder tomar el impulso y la fuerza para abrir la puerta, James la detuvo.

—¡Espera! Sería muy descortés de mi parte no invitarte a cenar, digo, te quite toda la tarde y no creo que desees comer la comida de éste lugar ¿o me equivoco? — vocifero.

Erin sonrió, no era lo que esperaba, pero podía estar un rato más con el joven de ojoz avellana, así que acepto rápidamente.

—Dejame 5 minutos y me cambio. — informó con una sonrisa, tomó nuevamente la manija de la puerta pero por segunda vez, James la detuvo.

—Así estás perfecta. — comentó.

Erin sonrió nuevamente, sintiendo como las palabras de James movían su mundo. Se encogió de hombros y partieron nuevamente, llegaron a otro restaurante en el centro de Londres, tenía un aspecto parecido al anterior restaurante aunque donde se encontraba parecía un poco más informal que el primero.

Pero de igual forma el humo de tabaco y la luz brillante del lugar, creaba una atmósfera parecida al otro restaurante. La recepcionista los guió hasta su mesa que al igual que en el otro restaurante, tenía sólo dos sillas, una en frente de la otra. Un camanero los esperaba pacientemente luego de entregarles la carta, unos segundos después tomó la orden y les proporcionó una botella de Champán que James había ordenado.

Dos copas de vidrio llenas de un burgujeante líquido y el mismo sentimiento dentro de las mentes de los dos jóvenes.

—Yo te dije lo que era, pero tu no me dijiste lo que hacias. — murmuró James, intentando crear un tema de conversación nuevo con la chica.

Erin iba a hablar, pero fue interrumpida por el mesonero quien trajo los primero platos de su pedido, después de darle las gracias y admirar los alimentos que se encontraban puestos en los platos, James volvió a mirar a la joven.

—No creo que vivas en ese hotel más de dos noches. — se atrevió a predecir. — ¿Qué harás con tú vida? — preguntó.

La muchacha suspiró. — James ya tenía un plan antes de irme de la casa de mis padres. — comentó. — verás, había regresado a mi casa después de un año de estar fuera. — paso su mano por su cabello, acariciando con nerviosismo. — Soy enfermera militar James y el lunes, comienza mi servicio.

Detrás Del Uniforme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora