Capítulo XXIII

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—Dejame ver si entendí bien. — su entrenador de esgrima estaba estaba frente a su alumno con una mano en su cadera. — ¿Tu padre te buscó una esposa? — preguntó nuevamente.

—En teoría, no. — respondió un afligido James. — formalmente, es una "amiga" pero a mi hermana se le fue la lengua y terminó por contar los planes ocultos de mi padre.

El joven suspiró con pesadez.

—Si tan solo la maldita guerra terminará de una vez. — murmuró.

—¿Para encontarte con tu amada Erin? — preguntó Howard Levazonsky alzando sus cejas de forma pícara.

—Ese es mi mayor deseo amigo mío. — declaró el joven enamorado. — No hay otro lugar donde desee estar que a su lado, podría morir en sus manos, si es lo que ella desea.

—Cualquier persona que no conozca el verdadero amor, diría que tus palabras son una completa locura, pero yo te entiendo. — se sincero el hombre. — Cuando perdí a mi esposa, una parte de mi vida murió ese día.

James lo último que deseaba era que su entrenador que también para su buena suerte resultaba ser su amigo, se colocará melancólico, pero la situación era inevitable para ambos. Howard había perdido a su esposa durante la primera guerra, una epidemia de gripe española atacó su cuerpo en la plenitud de su vida, cuando ambos habían logrado escapar de su país, para buscar un mejor futuro en tierras lejanas, su primer destino había sido España, precisamente el año en que la epidemia comenzó, la pareja había decidido disfrutar de los paisajes españoles antes de asentarse definitivamente en Inglaterra, Howard había obtenido un trabajo como entrenador de esgrima, un trabajo digno que le daría lo suficiente para vivir bien con su esposa y la hija que ambos esperaban.

Pero, no contaban con la visita de la muerte en sus vidas, la gripe española no sólo le había arrebatado al amor de su vida, también se había llevado a su hija. Devastado el hombre llegó a Inglaterra, sólo y con su equipaje lleno de amargas lágrimas.

—Pero, no es momento de lamentar el pasado. — habló el mayor, más para el mismo que para darle ánimos a James. — Tienes el amor a la vuelta de la esquina amigo, no dejes que nadie ni nada te impida estar con esa chica.

El apoyo y consejo de Howard llegó como una bocanada de esperanza y fe para un ahogado y atormentado James, que sabía en el fondo lo que sentía, pero no había sido capaz de contarlo abiertamente con su familia, no tenía el valor suficiente para enfrentarse a su padre y su dócil temperamento no ayudaba a las cosas. Era consciente de ello, conocía los riesgos, las consecuencias, pero seguía ahí, aguantando todo lo que su padre quería hacer o decir, con la esperanza de que un día el patriarca reconociera sus errores como por arte de magia. Aquello estaba muy lejos de ocurrir y esos pensamientos sólo lograban distraer a James de su verdadero objetivo.

—Hoy prepararon una reunión para ambos. — comenzó a comentar el atormentado James. — Me refiero a la chica y a mi, ella planeo que fuéramos a tomar un café, mi padre me miró con esa mirada y tuve que aceptar, no me quedó remedio.

El mayor se quedó en silencio, intentando analizar la situación con la mayor imparcialidad posible, pero si algo quedaba claro, era que el patriarca Buckley estaba apretando las tuercas como solo un hombre como el sabía hacerlo, y evidentemente, la niña que James mencionaba, no se quedaba atrás.

—Lamento decirte que esa chica que forma parte del plan, sabe muy bien que hacer. — comentó. — Me atrevería a decirte que incluso, puede que ella contribuya con esa retorcida idea.

—Eso es lo que también temo. — declaró el joven. — No quisiera darle falsas esperanzas a esa joven.

Howard negó con la cabeza.

—Quizás ella sabe muy bien lo que está ocurriendo. — declaró. — Debes dejar de ser tan ingenuo James, no todos desean ser buenas personas.

Quizás Howard no se había dado a entender muy bien, o James estaba divagando mucho en su mente que no presto la suficiente atención, pero si algo había aparecido por su cabeza, no podría tratarse de otro sentimiento que la confusión que ahora mismo tenía, no comprendió lo que su amigo quiso decir con exactitud y antes de que pudiera preguntarle las verdaderas palabras detrás de su extraño consejo, observó la hora en el reloj. Iba tarde a su reunión.

—Debo irme, perdí la noción del tiempo y voy con retraso a la dichosa reunión. — James se levantó con rapidez de la silla, tomó su bolso y se despidió de su amigo, con un clásico apretón de manos.

—Espero que solo por está vez, no dejes que tu padre controle tu mundo.

Ambos se observaron por segundos y el menor de ellos salió corriendo por el pasillo para la salida, no sin antes hacer una mueca que imitaba su verdadera sonrisa. El tiempo ahora jugaba en su contra y mientas el se apresurada para complir con sus compromisos o más bien, los compromisos que su padre había adquirido por el.

James en ese preciso momento, se encontraba sumamente agobiado, sentía como una presión caía sobre sus hombros, un nudo se le formaba en la garganta haciendo casi imposible que pudiera formular una disculpa adecuada cuando por fin llegó al lugar acordado.

Se trataba del mismo restaurante que había visitado hace un año atras con Erin. El establecimiento seguía como el lo recordaba, puesto que desde que había ido con Erin, desde ese momento, jamás había visitado el recinto. En una mesa, le esperaba Danielle, quien miraba con nerviosismo para todos lados en busca de su cita, en su mente la idea de que el joven James la haya dejado plantada, empezaba a cobrar sentido dentro de su cabeza, pero todos esos pensamientos se esfumaron cuando vio al chico atravesar la puerta.

Intentó relajarse, escondiendo todo el nerviosismo que tenía por dentro, aparento entonces que hojeaba con desdén las páginas del menú. James llegó a la mesa donde la jovencita se encontraba esperando, ella sabía que él estaba parado en frente de ella, pero quiso aparentar que era una mujer importante, así que ignoro su llegada tardía. Con una postura erguida y toda la actitud de una señora, James aclaró su garganta, por si era que Danielle no hubiera notado su presencia. Y fue entonces cuando ella alzó la mirada, haciendo contacto directamente con James.

—Disculpa la demora Danielle, la práctica de esgrima se extendió más de lo esperado. — la pequeña mentira piadosa que James estaba diciendo, no había sido planeada, fue lo primero que se le ocurrió para cubrir su falta y al parecer Danielle le había creído.

No era que James fuera un experto en mentiras, pero desde que había tenido uso de la razón, inventaba cualquier excusa para evadir a su padre por completo, así que quizás todos los años que habían pasado, lo habían convertido en un mentiroso convincente.

—No tienes que disculparte. — la voz de Danielle se agudizó un poco. — Deje otros pendientes en espera para venir a verte, pero creo que no importa. — la chica intentó parecer afligida y si bien James sabía mentir, no era muy bueno reconociendo las mentiras ajenas. Pero Danielle era muy diferente a él, ella sabía actuar y para la mala fortuna de James, era una gran manipuladora.

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