Capítulo XXXV

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Decir que se encontraba bien, sería mentir, había pasado un mes desde que todo había llegado a su fin, ya no sentía esa pequeña ansiedad cuando la correspondencia llegaba, su sonrisa se había extinguido poco a poco, y lo que alguna vez había sido una joven risueña, pasó a convertirse en una mujer sin expresión facial, la cual se mantenía enfocada en sus labores como enfermera sin tomar un respiro. La carga de trabajo la estaba consumiendo y Adelaide lo sabía, podía notar que algo malo había pasado con su amiga porque cada vez estaba más pálida, llena de ojeras y su consumo de cigarrillos había aumentado bastante y todo, después de la última carta que había recibido.

Treinta días habían pasado y Erin seguía de luto, su corazón lloraba al despertarse en medio de la madrugada por culpa de pesadillas que la atormentaban, su cordura mental, comenzaba a fallarle y sabía muy bien, que estaba mal, pero no tenía ni la más mínima intención de hacer algo al respecto. Estaba faltando a la promesa que le había hecho a James en su última carta, pero ¿que más daba? Él la había traicionado primero, él había fallado antes que ella así que ¿qué tan malo sería caer al abismo por su culpa?

—Te notó mal Erin. — murmuró la joven, tomando una cucharada de sopa. — deberías de ver a un doctor.

—Estoy bien. — mintió. — solo estoy cansada. — aseguró, sin mirar a su amiga a los ojos.

Adelaide continuó presionando a su amiga, pero sólo consiguió que la joven se levantará dispuesta a marcharse, pero en el preciso instante cuando se disponía a caminar, su mirada se nubló por completo y cayó desplomada al suelo. El sonoro grito de Adelaide se escucho en toda la extendidad de la cafetería, llamando la atención de enfermeras y doctores, incluyendo a Terrence Kennedy, quien no se encontraba muy lejos de la mesa de las jóvenes y al percatarse del cuerpo que yacía en un pequeño charco de sangre que bajaba de su cabeza y piernas, corrió lo más rápido que pudo y fue uno de los primeros en llegar. Sin importarle que su traje acabará manchado de sangre, tomó el cuerpo de Erin y junto con un par de doctores además de unas enfermeras, incluidas Adelaide salieron corriendo, en busca de la camilla más cercana que tuvieran. La cafetería y el pasillo principal fueron el lienzo donde la sangre de Erin era plasmada en pequeñas gotas sobre el suelo. Llegaron rápidamente a una habitación de emergencia, donde habían suministros esenciales para proceder a la inspección de la joven, pero no fue muy difícil encontrar la razón del sangrado que presentaba bajo sus piernas.

Erin sufrió un aborto expontaneo.

Nadie lo podía creer, ni siquiera Terrence y a pesar que el ambiente se volvió pesado luego de descubrir la causa de su sangrado principal, aún seguía siendo todo un misterio el asunto del padre de ese pequeño feto que ahora mismo era extraído por pedazos en un pequeño proceso ambulatorio. Nadie lo sabía, sólo Terrence, él sabía muy bien quien eres el padre de ese niño y su sangre hervía como si estuviera en el mismísimo infierno, pero como era muy característico en él, guardo la calma hasta que Erin se encontraba fuera de peligro. Ya había salido del quirofano, en su cabeza debido al golpe unas cuantos puntos cerraron la herida que estaba en su frente, completamente vestida de blanco con solo un camisón y trasladada a una habitación de reposo, todos esperaban que saliera de su estado inconsciente en el que se encontraba.

Su piel pálida, tenía una batalla con la manta que le brindaba calor, su cabello estaba suelto, como nunca Terrence había podido verlo y le resultaba tan hermoso, con delicados bucles que caían sobre sus hombros, sus pestañas eran mucho más largas de lo que parecían y la curva de sus labios de vez en cuando, se movían por una milésima de segundos. En esos instantes, Terrence terminó de enloquecer por la jovencita, estaba ahí sentado a su lado y sería la primera persona que ella vería, también, había decidido ser el responsable de la noticia de su pérdida, porque así lo había declarado y nadie coloco objeción alguna, porque nadie sabía todo lo que había hecho para estar con ella, las mentiras y La forma tan vil en la que había jugado con su amor por James, aunque él solo dio el empujón que hacía falta para que ese amor, cayera en desgracia, no había hecho mucho, pero sabía muy bien que esa carta con esos recortes, la destruirán y efectivamente, fue lo que pasó.

Sus ojos comenzaron a abrirse poco a poco, como si estuviera en una clase de sueño donde todo era blanco, no sabía dónde se encontraba porque en primera instancia, no reconoció el lugar donde estaba acostada, miró su cuerpo y entendió rápidamente que estaba en una camilla y a su lado, justo en la derecha, el cuerpo dormido de Terrence Kennedy se encontraba haciendo vigilia. Se alarmó y el ruido de la cama hizo que el joven de despertará de golpe, antes de verla, rasco sus ojos unos instantes para asegurarse de que no estaba soñando y cuando lo confirmó, de levantó como un resorte de la silla de madera y se acercó rápidamente a su cuerpo.

—¿Que me pasó? — preguntó confundida, frunció su ceño e inmediatamente un fuerte dolor de cabeza la hizo marearse al instante.

El joven doctor comprendió rápidamente el lenguaje corporal de la chica y busco rápidamente un vaso con agua sin decir una sola palabra de lo entregó y a pesar de que Erin no confiaba ni un poquito en él, aceptó su ayuda sin quejarse porque era el único que estaba ahí para ella.

—Terrence, por favor. — pidió con la voz débil. — dime que sucede.

Era la primera vez que su nombre no salía disparado de sus labios como una bala en mucho tiempo, era como si después de la caída y encontrarse desorientada hubiera relajado por fin sus defensas contra él.

—Mira tus ojos, parece que ya no me odias.— el joven sonrió y ella hizo una mueca pues en el fondo no estaba segura de ello, pero la distancia que él había marcado, sin duda alguna era algo que Erin agradecía, hasta ahora. — lo que tengo que decirte no es fácil de decir y mucho menos de digerir. — murmuró mirando las manos delgadas de la muchacha.

Erin trago grueso y tomó otro sorbo de agua. — ¿voy a morir? — preguntó con la voz quebrada imaginando lo peor.

Terrence negó rápidamente, sintiendo también el pánico que de apoderó de Erin, imaginarse una vida sin ella, sería el equivalente a la muerte.

—Estás bien. — indicó. — no vas a morir.

Erin suspiró llena de alivio.

—¿Entonces qué pasó?

El doctor Kennedy tomó aire y comenzo a relatar el suceso con lujo de detalles, pues se acordaba de absolutamente todo lo que había sucedido la noche anterior. La joven, se quedó paralizada con el horrible escenario que Terrence pintaba y dudaba un poco de la veracidad sólo que prefiero guardar sus palabras.

—Y verás, cuando llegamos a Ls sala, descubrimos un sangrado anormal en tus geniales. — murmuró, aclarando su garganta para continuar con la puerta más difícil. — Erin te desmayaste porque tenías la tensión muy baja, pero la razón fue el sangrado anormal de tus partes íntimas. — indicó. — cuando revisamos más a fondo, descubrimos que todo se debía a...

Terrence hizo silencio, pues no lograba continuar diciendo más palabras sin sentir en su pecho una sensación agridulce.

—Dime ya Terrence, por favor. — pidió la joven, que parecía no tener ni la más remota idea de la vida que estaba creciendo hasta hace poco dentro de ella.

—Tuviste un aborto espontáneo Erin. — soltó de repente, dejando caer la granada sobre la joven.

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