Pensar en las probabilidades que existían en la posibilidad que James y Erin volvieran a encontrarse eran remotas, pero no imposibles y muestra de aquello era el escenario que estaban viviendo. La fiesta no volvió a ser lo mismo para Terry, James y Erin después de aquella presentación, los tres aparentaron muy bien su papel y se presentaron como si fuera la primera vez en su vida que se conocían. Pero aquellos hombres tenían mucho más en común de lo que se creía a simple vista.
La joven pelinegra estaba tensa como una piedra, no había hablado casi, luego de conocer la identidad del hombre que se había presentado ante ella hace unos cuantos minutos y mucho menos deseaba conocer la posición que su esposo tenía al respecto sobre todo ese asunto, que había llegado como un balde de agua fría a su realidad. No podía dejar de creerlo y aunque intentaba mantener su mirada fija, no podía dejar de observar cada movimiento que hacía James por el rabillo de su ojo, y justo como ella lo miraba, intentando mantener la discreción, el joven Bluckley hacía lo mismo y sí ella estaba como una piedra, probablemente James se había convertido en una montaña, imposible de mover. Su estómago estaba revuelto y a pesar de que la temperatura de la noche favorecía a todos, él había comenzado a transpirar como si se tratara de un cerdo a punto de cocinar. Los zapatos y la ropa le causaban molestia excesiva, no podía apartar la mirada de Erin aunque era lo que más deseaba. No podía creerlo, se había casado con aquel doctor, el mismo que estaba con ella la vez cuando se encontraron en una cafetería galesa, sabía muy bien que ese hombre estaba detrás de ella en aquel entonces y aunque sin decir ni una sola palabra, habían competido por su amor, él había ganado por descarte y Terrence tenía ahora a su lado, a la mejor mujer que un hombre podría conseguir, ella estaba tomando su mano, sonriendo y siendo amable con todos, en fin, era lo que se esperaba de una buena esposa, James sabía que Erin era eso y más, le picaba la curiosidad por conocer todas las virtudes que sabía escondía detrás de sus ojos, pero no podía hacer algo diferente a que contemplar su inmensidad desde lejos, cuidando de ser lo más discreto que su intriga y ansiedad le permitían.
Mientras tanto, Terrence Kennedy aprovechaba cualquier instante que tenía disponible para acercarse a su esposa, para él era normal que los hombres se acercarán a saludar solo para presentarse ante ella, como si Erin fuese un actriz famosa, aunque no lo era, lo parecía y aquello no era algo que le preocupará porque jamás había visto un posible oponente entre esos hombres, hasta ahora. El nombre de James Bluckley se clavó en su cerebro como una estaca, sintió el peso del pasado caer sobre sus hombros y sabía que sí él estaba así, su esposa quizás se encontraba peor. A pesar de que su matrimonio era estable y tranquilo, James siempre había sido esa sombra de la que Terrence no podía desaparecer, hasta hace poco había estado detrás de los reflectores que siempre le pertenecieron a James y lo sabía muy bien, así que no podía dejar ningún cabo suelto, él había ganado, él se había llevado a la mujer que quería y nada ni nadie, mucho menos James iban a quitársela, porque Erin era de él, había luchado mucho para tenerla al lado de su hombro, sonriendo, portando su apellido con orgullo y no había nada que le agradará más que su nombre estuviera al lado de su apellido. Todo lo que él era ahora se lo debía a ella, no podía dejarla y eso había quedado muy claro aquel día cuando juró tenerla solo para él, sin importar las consecuencias.
Pequeñas caricias, peligrosos acercamientos que sólo eran permitidos entre marido y mujer, dejaba en claro que Terrence había comenzado a demostrar como las cosas habían cambiado desde la última vez que James y él tuvieron la desgracia de coincidir, se beneficiaba de cada abrazo, beso y caricia para reiterar la posición que ahora tenía en la vida de Erin, ya no era un pretendiente, un enamorado disfrazado de amigo, él no era más su paño de lágrimas, ahora era su esposo, el único hombre que podía tenerla y eso era todo lo que Terrence quería dejar en claro.
Erin tenía una pequeña noción que le daba indicios de él porqué de la nueva forma de actuar de su esposo, no lo culpaba y tampoco podía hacerlo, después de todo, cuando vives detrás de la sombra de alguien más, cualquier acercamiento por más remoto que sea a la oscuridad, activa el sistema de defensa en cualquiera. Y quizás, ella era culpable de las inseguridades de Terrence, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto, luego de James, el único hombre que había estado con ella y al que había entregado su cuerpo, alma y corazón, era a él.
—Creo que debemos irnos. — susurro el rubio al oído de la joven.
Erin asintió, dando por terminada la fiesta que no había sido para nada lo que ella esperaba y tampoco logró disfrutar de la velada como siempre lo hacía, todo por una persona que seguía siendo demasiado importante para ella, aunque intentará negarlo y estaba de más decir que, precisamente no se trataba de su esposo. Terrence se despidió de todos, y los murmullos dejaban entre ver que él y su esposa habían conseguido la aprobación de todos, menos claro, de James.
—Debo ir un segundo al tocador. — susurro la joven alzando su mirada para toparse con los ojos oliva de su esposo.
Terrence asintió, mientras compartía una palabras con un par de personas las cuales Erin no recordaba ni siquiera su nombre. Se separó de él y luego de pedir amablemente una indicación se dispuso a ir al tocador de mujeres que se encontraba pasando por un pasillo algo oscuro para su gusto. Hizo todo lo que necesitaba y retoco su lápiz labial, cuando puso un pie fuera del baño, un brazo la atrajo con fuerza al interior, chocó contra un cuerpo y su nivel de estrés se incrementó al cien por ciento.
—Espero de corazón, que me hayas extrañado tanto como yo lo hice.
Fue muy claro para ella en ese momento de quien se trataba, esa voz, ese perfume, nunca podría olvidarlo aunque ya lo había intentado en más de una oportunidad; era James.
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Detrás Del Uniforme
Historical FictionLa vida de Erin parecía resuelta, siendo una joven bien parecida no era difícil que una propuesta de compromiso por su mano llegará, pero su mayor deseo iba más allá de un matrimonio ligeramente consensuado. En medio de un mundo sumido en la guerra...