Capítulo XXXXIV

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La mano de Terrence sostenía con mucha fuerza la muñeca de Erin, la cual había salido de la incomoda escena en medio del corredor en la sala de emergencias dispuesta a desaparecer en el jardín del hospital Saint Martín, cosa que su esposo no iba a permitir, ya que la siguió casi corriendo hasta llegar a su lado para sujetarla.

—¡Sueltame! — chillo la joven tratando de evitar mirar a su esposo a los ojos. — no hice nada malo. — declaró.

—¿Entonces por qué huyes cómo una fugitiva? — cuestionó entre dientes el mayor.

—Porqué cada vez que estoy cerca de James, te portas como un completo desquiciado. — respondió sin mantener todavía contacto visual con su marido.

—Eres muy mala mintiendo Eleanor. — dijo haciendo énfasis en su segundo nombre, el cual solamente Terrence usaba para llamarla en ciertas ocasiones. — sabía que volver a Londres era una pésima idea. — comentó.

—¿A qué te refieres? — preguntó.

Terry suspiro y sin soltar su muñeca dijo. — se que guardas su fotografía en unos de tus libros favoritos. — musito. — las únicas veces que bebes lo haces en cada aniversario que se cumple desde la muerte de hijo suyo que perdiste y cuando tienes pesadillas susurras su nombre ¡Se todo eso maldita sea! — exclamó. — Todavía sientes algo por ese infeliz a pesar de lo que te hizo y no puedo hacer nada por ello. — murmuró. — después de tantos años se siente horrible dormir en la misma cama con una mujer que no te ama por completo.

El silencio, como testigo invisible se hizo presente en medio de la discusión de ambos jóvenes, ya todo estaba dicho por parte de Terrence quien poco a poco comenzaba a hacerse la idea de que Erin jamás fue de él, podría decirse que había llenado un vacío que tenía en su vida, vacío que había generado James Buckley y temía lo peor; que sólo fuera un huésped más. Pero el inesperado gesto de cariño que Erin tuvo con él a continuación, hizo a un lado todas las chispas inseguridades que carcomian su cerebro.

Ella acarició su mejilla y se acercó lo suficiente a su pecho como para escuchar claramente el latir de su corazón. — tú eres mi esposo Terry. — ronroneo. — tú ganaste.

Y dicho eso, se atrevió a besar tiernamente sus labios tratando de hacerle entender que no había nada que gemar y luego se marchó dejando al hombre sumamente confundido por su forma de reaccionar. Pero algo había quedado claro en ese momento, James Buckley no podía estar cerca de Erin, no lo iba a permitir. Decidido tomó impulso para dirigirse de nuevo a la sala de emergencias, donde se encontraba el joven con su hijo dormido en brazos y su suegra colgando de su hombro. Y fue ess vista tan desoladora, lo que frenó de seco la ira del escocés quien sólo se conformó con lanzarle una mirada disfrazada de seriedad que escondía en el interior uno de los odios más genuinos y James se percató de inmediato, se habían declarado la guerra sin mediar ni una sola palabra y probablemente si las miradas matarán, ambos hombres estarían heridos de gravedad.

Erin mientras tanto, intentaba colocar en orden sus ideas mientras encendía un cigarrillo en el área de fumadores donde habían unas cuantas enfermeras, doctores y familiares de pacientes regados en distintas áreas haciendo lo mismo que ella; pensando.

¿Que demonios le ocurría? Era lo único que sé preguntaba y en lo que no dejaba de pensar, con Terrence tenía una vida perfecta, no le hacía falta nada más, se podría decir que todos sus vacíos eran cubiertos por completo por él, era un hombre cariñoso y amoroso, jamás le había faltado el respeto desde que empezaron a salir y hasta ese momento se había comportado como el esposo ejemplar, de esos con los que cualquier mujer sueña, Erin lo tenía para ella y sin embargo, el recuerdo de James no podía salir de su cabeza y de su corazón aparentemente ¿Tan bajo había caído? se cuestionaba, su marido tenía la razón, James había jugado con sus sentimientos, después de todo lo que él hizo, como se comportó con ella y hasta de cierta forma la engaño con la mujer que ahora estaba tendida en una cama dentro del hospital, no podía creer que todavía en su interior un pequeño rayo de luz con su nombre escrito resplandeciera cuando lo veía, ella amaba a su esposo, deseaba amarlo por completo porque hasta el momento era el único hombre que había estado para ella incluso cuando en el pasado lo único que hizo fue rechazarlo y esquivar cada una de sus muestras de amor. Pero ahora las cosas habían cambiado, ella ahora era su esposa y poco importaba lo que sentía por James, si era que todavía existía algo de amor en su interior, no podía mostrarlo, debía marcar distancia y colocar límites, por el bien de su matrimonio. Sin importar lo que ella pensará, ante todo le debía respeto y lealtad al único hombre que estuvo a su lado, le debía todo eso y más a su marido abnegado.

Luego de terminar el cigarrillo, se propuso a regresar a la oficina de su marido, donde esté se encontraba observando en la lejanía el paisaje que se podía admirar desde la ventana principal.

—¿Ya te diste cuenta de que el único bueno para ti soy yo? — cuestionó sin darse la vuelta para mirar a la muchacha.

—Basta Terry. — pidió, encongiendose de hombros, cansada de pensar en todo eso.

—Ésto no acabará hasta que absolutamente todo rastro de James Buckley desaparezca de tu mente y corazón. — respondió, guardando sus manos dentro de los bolsillo de su pantalón.

—Él está casado. —murmuró. — y yo también, deja el tema en el pasado, parece que eres tú quien no supera el amor que existió entre ambos. — comentó ahora enfadada. — dime si me equivoco Terrence ¿temes que no pueda amarte como ame a James? ¿tanto miedo le tienes a mis recuerdos?

El pelirubio hizo silencio y sin mirarla se dejó caer sin sobre su silla de cuero marrón.

—Si, tengo miedo. — suspiró. — tengo miedo de perderte.

Erin se plantó ante él y lo miró llena de decisión.

—Si no dejas el tema de James, probablemente me pierdas, pero no por su culpa, sino por la tuya. — y dicho eso, abandonó la habitación.

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