Capítulo XXXI

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Con la mirada seria, James se encontraba a punto de iniciar la práctica de esgrima contra otro estudiante de la academia de esgrima, con su posición inicial, ambos hombres se encontraban listos para la contienda cuando una voz, interrumpió en el salón.

—Tienes visita James. — la voz era de Howard que se encontraba al otro extremo del lugar y a su lado estaba Danielle Brown.

La chica llevaba un lindo vestido azul rey al igual que sus zapatos de tacon que hacian juego, también portaba un pequeño bolso negro, al igual que su  sobretodo y sombrero. A simple vista, se podía notar que ella no era, cualquier chica, su ropa y aroma hablaban por si solos, todos los hombres que caminaban por los alrededores, la miraban con determinación y en pocas palabras, no se podía esperar menos de un lugar donde sólo los hombres podían estar.

Con su mentón en dirección al sol, la joven sonrió, sus mejillas estaban ligeramente coloradas gracias s los pequeños pero certeros pellizquitos que se había otorgado minutos atrás. Si había algo que no le gustaba a Danielle Brown sobre si misma, era su tez blanquecina con un subtono tiza que la hacía ver tan pálida como un enfermo. Odiaba el hecho de tener que recurrir a pellizcos y algo de maquillaje para lograr darle vida a su piel, que parecía (en su criterio propio) a la piel de un muerto. Pero a pesar de eso, amaba los colores fuertes y vivos, pero sobre todo amaba vestirse de forma unicolor, jamás verías a Danielle Brown con alguna prenda estampada y tampoco portando colores oscuros, mucho menos negro, a no ser que sea requerido como parte de un proceso velatorio, no era de esas mujeres que se sentían bien, llevando cualquier tipo de ropa, así que, aunque no lo aparentaba, su tiempo normal de vestimenta oscilaba a casi media hora, solamente para elegir que prendas llevar y no era de extrañar que después de escoger su atuendo con tanto esmero, no esperará otra cosa por parte de James que un alago por su vestuario.

Halago que jamás llegó, James dejó sobre el suelo su arma y se acercó rápidamente a ella, preguntándose que podía querer y detrás de él, la mirada curiosa e inquisitiva de su entrenador, quien se alejo lo más rápido del lugar, para brindar la privacidad que ambos jóvenes necesitaban.

—No esperaba verte aquí. — admitió con sinceridad el joven. — ¿Qué deseas? — preguntó.

Danielle se sorprendió un poco por la manera tan directa en la que James se dirigió a ella, en el fondo parecía que deseaba salir rápido de allí para enfocarse en otra cosa, y así era, por lo menos para James, aunque Danielle no se percató de eso, o más bien, de hizo la desentendida.

—Que pocos modales tienes querido James. — vocifero la joven, esbozando una sonrisa viperina. — vine a verte porque tengo entradas para la opera y quería saber si quisieras acompañarme.

Ambos estaban frente a frente y aunque James, le ganaba por mucho en estatura a Danielle, la chica de encontraba con su cabeza alzada, mirando cads movimiento y tratando de descifrar cada pensamiento del joven, quien por su parte, buscaba la forma más educada y correcta, de oponerse a aquella invitación.

—No pretendo aceptar negativas de tu parte. —acuñó en la  conversación, dejándole saber al joven Buckley, que sabía o tenía un pequeño indicio, de lo que pensaba.

Sonrió de forma un tanto incomoda y asintió, dejándose llevar por la clara insistencia de la joven, y cuando está de marchó luego de obtener lo que quería, se sintió culpable, pues sabía, que Erin no se merecía que él estuviera teniendo encuentros con otra chica que no fuera ella. No había nada explícito que indicará el estatus de la relación que ambos habían construido desde hace años cuando se, conocieron en plena medianoche, pero, si sabía que él se sentiría mal, si tuviera conocimiento que después de la noche cuando ambos se amaron sin medida, Erin tuviera encuentros (aunque no fueran en el ámbito amoroso) con otros hombres. Sabía muy bien que no había nada de malo en salir a disfrutar de la opera con una conocida, pero su sexto sentido, le hacía pensar de que Danielle iba con intensiones ocultas que todavía no había revelado.

Y así mismo era, luego de llegar a su casa para darse un baño y arreglarse, llegó la hora acordada por ambos, llegaron al teatro en buena hora, sus asientos ya estaban apartados y el espectáculo comenzó. James no era un fan empedernido de la opera, no como su padre, pero sí lograba identificar el arte y la belleza detrás de todo eso, el ambiente que emanaba de la habitación, el silencio perpetuo que daba la indicación para que la cantante compensará con su, show, todo era tan sublime, casi perfecto, se sentía tan a gusto que por poco se quedaba dormido, si no fuera por los constantes comentarios susurrados que Danielle le dedicaba. Luego de una hora, la presentación tuvo final y para colocarle la guinda al pastel y declarar el encuentro como un rotundo éxito, se dirigieron a un restaurante costoso.

La cena transcurrió en silencio, uno que otro comentario era asomado por ambas partes, sin mucha acción e interacción por parte de James, que se limitaba a asentir la mayoría de las veces.

—Disculpa iré al baño. — comento el joven, dejando la servilleta que reposaba sobre sus piernas sobre la mesa y caminando con pasos lentos hacia el baño que se encontraba a unos cuantos metros.

Danielle asintió y cuando se percató de que el joven había desaparecido por completo del lugar, sacó de su pequeño bolso un frasco de vidrio, con un líquido transparente. Es el momento, pensaba y sin dudarlo mucho, vertió todo el líquido sobre la copa de vino casi llena que tenía James al lado de su platillo. La poca paciencia de la joven comenzaba a crecer y se sentía culpable, pero satisfecha en su interior por lo que acaba de hacer. Minutos después, James volvió a ocupar su asiento y la cena continuó, gradualmente, el líquido que le había otorgado su madre, empezó a hacer efecto y con éste comenzaba la primera parte de un plan fríamente calculado, para convertirse en la señora de James Buckley.

Aunque no sabía muy bien que contenía, Danielle había seguido a la perfección los pasos que su madre le había indicado, y los efectos, comenzaron a notarse minutos después ya que el joven, comenzó a involucrarse de forma más activa en la conversación y las copas de vino, comenzaron a llegar de forma más rápida y continua. Cuando se aseguró del estado de ebriedad del joven, ambos partieron directo a casa de la muchacha, la cual se encontraba deshabitada esa noche, para llevar a cabo la segunda parte del plan. Ambos tambalearon hasta la entrada, con risas pegajosas que son muy características de los ebrios y  Danielle abrió la puerta.

—¡Bienvenido a tu hogar! — comentó la joven, actuando muy bien el papel de alcoholizada y tirando las llaves sobre el suelo.

James empezó a reír y removió su cabello segundo después.

—D-debo irme. — dijo, luego de que un pequeño ataque de hipo se apoderaba de su garganta.

Estaba a punto de darse la vuelta para salir del caserón cuando Danielle tomó el suficiente valor como para tomarlo de la mano y hacer que se diera la vuelta, cuando lo hizo, sus labios chocaron de forma violenta y a pesar de que algo dentro de él le indicaba que debía irse, dio pie a su el beso entre ambos de hiciera cads vez más profundo e intenso. Al punto de que el joven olvidará el mundo que tenía a su alrededor y se avalanzara sobre Danielle en un encuentro fugaz que sellaria su sentencia de muerte, la de Danielle, la de Erin y la suya.

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