La práctica de esgrima había terminado y James se encontraba de camino a su casa, su mente estaba siendo bombardeada con pensamientos de libertad, la idea de librarse de las ataduras y condiciones de su padre tenían cada vez más cabida dentro de su cerebro, pensamientos como ¿que era lo peor que podía pasar? Su vida había estado arreglada desde que había nacido, siempre había hecho justamente lo que su padre quería, incluso la esgrima, que era su deporte favorito, también había sido idea de su padre que comenzará a practicarlo desde un principio.
Se sentía encadenado por su propio padre, con un nudo axhifante que no lo dejaba hablar y como si fuera poco, su progenitor también tenía intenciones de enjaular su corazón.
El patriarca Buckley estaba organizando una reunión social, con colegas y amigos para la noche de hoy, podría tratarse de una fiesta sin más, pero habían intenciones ocultas, que apenas se iban siendo reveladas a la madre del muchacho.
—William Brown me dijo que su hija, está buscando un esposo. — murmuró el señor Buckley, dándole una pequeña pista a su mujer, de lo que tenía en mente.
Y la señora Buckley, que tenía casi dos décadas con su esposo, podía descifrar muy bien cuando esté tenía algo en mente.
—Deja a James, Arthur, te lo suplico. — pidió. — Él está bien como está, deja que su corazón decida.
—¿Como sabes que esa muchachita con la que se escribe sea la correcta? — preguntó levantándose de la mesa. — Ni siquiera sabemos quién es y mi hijo no se puede casar con una niña de clase baja.
—Nadie sabe quien va a ser la persona correcta. — respondió la mujer. — si él confía en ella, sus razones debe de tener ¿no? Y tu ni siquiera sabes si es una niña de clase baja.
—¡Es enfermera! — exclamó. — Dime tu ¿Alguna de las hijas de tus amigas sin enfermeras? — cuestionó.
—Que sea enfermera no significa que sea pobre, algunos simplemente eligen su camino. — la madre de James seguía intercediendo por su hijo, mientras su padre parecía tener una posición firme de acuerdo a ese asunto.
—Es mi casa y mi familia. — murmuró entre dientes. — y se hará lo que yo quiera. — sentenció.
Salió de la habitación echo una fiera mientras su mujer se quedaba sentada en el sillón, en la misma posición, con el libro que hace minutos estaba leyendo en sus manos. Suspiro ondo y envío una plegaria para que Dios pudiera iluminar a su hijo y que su padre, no pudiera decidir en su corazón, como a ella le había ocurrido hace dos décadas atrás.
La señora Buckley sabía en carne propia lo que significaba que terceros eligieran su vida, eso era lo que le había ocurrido, a su padre le parecía una maravillosa idea de buscarle el mismo una pareja y la encontró, un joven Arthur Buckley candidato predilecto en ese momento, fue la mejor opción para su padre, al principio, fueron como el hielo y el fuego, pero conforme pasaron los años, aprendieron a quererse a la medida de que ellos lo permitían, pero, el sufrimiento y la tristeza nunca abandono su corazón, pues al cansarse, había dejado a su verdadero amor.
Y sin duda, era algo que ella no quería para sus hijos, había sufrido mucho por seguir las órdenes que se le imponían y aunque no demostraba su descontento, haría todo lo posible por ayudar a James.
Entretanto la jovencita de la familia Brown se preparaba para la gran noche, pues aunque el joven James Buckley no tenía ni la más remota idea de quien era ella, Danielle Brown si sabía muy bien, había visto varias veces su fotografía en la sección de deportes del periódico y como si fuera poco sus padres y hermanas le habían estado convenciendo desde que se enteraron de la posible unión que tenía vida en la mente de Arthur Buckley.
—¡Es muy lindo! — comentó la hermana menor de Danielle mientras observaba un periódico de hace ya unos días, donde aparecía James en la sección de deportes, pues había ganado una competencia.
—Es lindo y rico. — murmuró la madre de la joven.
—¿Si creen que le guste con ésto? — se cuestionó la jovencita saliendo del probador de una de las tiendas de ropa más famosas de Londres.
La joven que no pasaba de los veintidós años traía puesto un vestido de color azul rey, sus ojos se asemejaban a un zafiro y hacían el contraste perfecto, el vestido sin duda alguna le quedaba como anillo al dedo, como si el mismo hubiera sido confeccionado especialmente para ella.
—¡Si no le gustas es un completo estúpido! — añadió la hermana mayor de la muchacha, que también se encontraba ahí.
Danielle sonreía cada vez más mientras analizaba cada detalle de su vestido, ella jamás se había enamorado y estaba ansiosa de hacerlo, sin importar que el muchacho sea unos dos años menor que ella, estaba cansada de la soledad, deseaba convertirse en una esposa ejemplar y una madre, como todas las mujeres de la época debían de ser. Había esperado por mucho tiempo a su príncipe azul, el cual jamás había llegado, pero ahora el universo parecía darle una pequeña oportunidad, para guiarla por el sendero de la felicidad, o eso era lo que ella pensaba. No se imaginaba a lo que estaba a punto de enfrentarse, ni ella ni James.
Los detalles de las intenciones de la celebración no eran algo que él joven Buckley tuviera conocimiento, para él, solamente sería una fiesta social como todas las que su padre iba a dar, jamás podría haber imaginado que detrás de una simple fiesta, intenciones tan mezquinas como presentarle a una chica, estaban implícitas en letras pequeñas. Se preparo como de costumbre, un bonito traje y su cabello peinado hacia atrás, la noche había caído y con ella el inicio de la fiesta se hacía inminente.
Los invitados comenzaron a llegar mientras el relog avanzaba, con una personalidad un poco tímida y reservada, James se limitaba a quedarse al lado de su madre, recibiendo a los invitados con una sonrisa.
Cuando finalmente llegó la familia Brown, encabezada por el patriarca de la familia, William Brown era un hombre poderoso, dueño del periódico y de unos cuantos negocios más, un poderoso en la élite inglesa, de estatus igualado al nivel de Arthur Buckley, personas que para el mismo Arthur eran las adecuadas para compartir la misma habitación que él. Lleno de perjuicios, conducía a su hijo al mismísimo abismo sin darse cuenta.
El patriarca Buckley se parcato de la presencia de la familia Brown y abandonó lo que se encontraba haciendo, para saludarlos como era debido, arrastró con él a su hijo mayor, James se sorprendió por la acción de su padre, que lo dejó desconcertado por unos instantes.
La respectiva presentación fue lo que tuvo vida a continuación, James sonreía como de costumbre, pero no era posible divisar sus hoyuelos, pues no se trataba de una sonrisa sincera, sino una sonrisa de esas que das cuando no tienes más remedio y no quieres quedar como alguien mal educado.
—Y ella es mi hija mayor, Danielle. — presentó el señor Brown, había nombrado a toda su familia y por último había dejado a la chica especial.
—Un placer joven James. — la muchacha hizo un ademán y estiró su mano a dirección del joven.
—El placer es mío, señorita Danielle. — el menor entrelazo la mano con la chica y sonrió cordialmente.
—Puede decirme Danielle. — murmuró la jovencita sonriendo como si su vida dependiera de ello.
Al verlo, lo había decidido, como si se tratará de un trofeo que necesitaba ganar, James tenía que ser de ella.
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Detrás Del Uniforme
Ficção HistóricaLa vida de Erin parecía resuelta, siendo una joven bien parecida no era difícil que una propuesta de compromiso por su mano llegará, pero su mayor deseo iba más allá de un matrimonio ligeramente consensuado. En medio de un mundo sumido en la guerra...