Capítulo XXV

394 30 17
                                    

En los ojos de Erin, se había encendido una chispa, un brillo que antes no había podido iluminar sus ojos, la alegría no cabía en su pecho y pensaba que estaba a punto de sufrir un ataque fulminante al corazón. Quería aparentar seguridad y confianza, mucho más ahora que tenía a Terrence frente de ella. Ambos se encontraban en el vehículo de regreso al hospital, lo que había comenzado como una cita llena de expectativas positivas para Terry, se había convertido en un total desastre, empezando por la llegada del supuesto esgrimista. Su sangre estaba hirviendo y a pesar de los sentimientos que ambos joveneces sentían eran tan diferentes e intensos, ambos intentaban mantener la compostura.

Como si alguien les hubiera cortado la lengua, el camino iba demasiado tranquilo, el silencio se convirtió en expectativa, pero ninguno de los dos jóvenes tenía el valor suficiente para decir la primera palabra. Erin se sentía avergonzada, y aunque había intentado dejar las cosas claras con Terrence, él se había presentado ante ella como un amigo y eso era lo que Erin quería que fuera. El detonante mayor de la confirmación de sus sospechas salieron a la luz, gracias a las reacciones de su compañero, la jovencita pudo notar que el termino de amistad, no estaba lo suficientemente claro para él, la muchacha sabía en el fondo, que salir con él no era una buena idea, pero fueron su persistencia y los pequeños empujones que Adelaide le daba para “conocer personas nuevas" y aunque el paseo fue un rotundo éxito, no dejaba de sentirse incomoda por Terrence y sobre todo por James.

La mente de la joven se encontraba dividida en muchos pensamientos que la atormentaban, por su cabeza pasaba la idea de que James pensará cosas que no eran, su mente podía imaginar que con el doctor Kennedy estaba ocurriendo algo y de solo pensarlo, la ansiedad e impotencia se apoderaba de ella. Inseguridades que estaban muy ocultas, salieron a la luz por primera vez y fue como si su mundo estuviera patas arriba.

Había perdido el control de la situación y aunque tenía entendido que debía calmarse y que saturando su mente con imaginaciones absurdas e inseguridades, no lograría conseguir nada, no era fácil para ella evitarlo. Ni siquiera pudo contemplar con tranquilidad el paisaje que se había cansado de observar algunas horas atrás.

Mientras tanto en el pueblo, James se había alojado en una posada cerca de donde sería la competencia de esgrima, su corazón se encontraba en regocijo, pero su mente debatía entre sí. Verla con otro hombre, después de tanto tiempo, despertó en su interior el más primitivo de sus instintos, se sentía celoso y de igual manera como ocurrió con Terrence, su sangre hervía de solo pensar que Erin pudiera encontrar a un mejor partido.

La llegada al hospital fue inminente, se despidieron y tomaron rumbos diferentes, el tono de voz de la muchacha sonaba lúgubre y Terrence sintió como el frío de sus palabras congelaba su alma hasta lo más profundo de su ser. Era inevitable que el doctor Kennedy se sintiera culpable desastroso paseo, era su responsabilidad y también de James, en su cabeza seguía dando vueltas la no tan descabellada idea de que por culpa del joven esgrimista, el paseo con la muchacha que robaba sus sueños, hubiera tenido un no muy buen desarrollo. Y es que la noche anterior, Terrence no logró conciliar sueño, mantuvo los ojos abiertos gran parte de la madrugada y su mente no dejaba de maquinar los posibles escenarios que podría vivir con la muchacha, pero en ninguno de esos escenarios, aparecía James.

—Tengo que hacer algo para verla. — pensó el joven esgrimista en voz alta.

—Podríamos sacarla del hospital sin que nadie lo note. — comentó Howard mientras tomaba un sorbo de té.

James observó a su entrenador y un pequeño brillo delató a sus ojos, sonrió al mismo tiempo en el que su corazón comenzaba a latir con más rapidez.

—¿Como haremos eso? — cuestionó el joven, que a pesar de que pensaba que era una buena idea, tenía entendido que sacar a Erin de un hospital militar, no sería tarea sencilla y mucho menos si llegaban a descubrirlo.

—Deja que yo me encargue. — respondió el hombre mayor.

Y aunque James tenía curiosidad por conocer los procedimientos que su amigo iba a emplear, sabía que lo mejor era dejarlo actuar, pues en todos los años que conocía a Howard, sabía que cuando ese hombre decía algo, lo cumplía aunque en el fondo tenía por los métodos no tan legales que el mayor pudiera recurrir, estaba dispuesto a correr el riesgo por ver nuevamente a la chica de sus sueños y Howard estaba después en arriesgar su reputación en nombre del amor.

Erin, por otra parte, se encerró en su habitación cuando llegó a ésta. Su corazón estaba a punto de salirse de su pecho y estaba tan agitada que fue imposible por la impresión que su estómago no fuera capaz de aguantar más. Corrió al inodoro rápidamente, se dejó caer en el suelo, mientras vomitaba todo lo que habia ingerido en el día.

—Tu estado significa que el paseo fue un desastre.

Erin alzó la vista y se encontró con Adelaide, la joven no se percató de la llegada de la mayor así que se arreglo un poco levantándose del suelo y cepillando sus dientes.

—Vi a James. — murmuró la muchacha alzando la vista y mirando la reacción de su compañera a través del espejo.

—Vaya, con razón el doctor Terrence iba como alma que lleva al diablo. — respondió con diversión.

Erin solo hizo una mueca.

—No es gracioso Adelaide. — dijo.

—Disculpa. — añadió su amiga. — y dime ¿que sentiste cuando lo viste? — preguntó.

Ambas se sentaron al borde de la cama rápidamente para empezar la conversación.

—Sentí tantas cosas Adelaide. — comenzó hablando. — por un momento, olvidé a todas las personas que estaban a mi alrededor, éramos solo él y yo.

Y mientras Erin contaba sus más profundos sentimientos por el esgrimista, Terry escuchaba atentamente atraves de la puerta, el hombre habia decidido de pues de unos segundos, hablar con Erin de lo ocurrido, para su suerte habia escuchado la voz de Adelaide y a pesar de que espiar las, conversaciones ajenas no era un buen comportamiento, su curiosidad fue mayor y comprobó todo el afecto que la chica que admiraba sentía por otro hombre.

Cada palabra, se clavaba en su corazón como una estaca, pero si algo habia decidido, era que no iba a renunciar a Erin tan rápido e iba a dar pelea por su amor y eso fue exactamente lo que James le prometió a las estrellas esa noche.

Detrás Del Uniforme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora