CHAPTER FIVE: DIG DUG

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Memories of a past life

Grace disfrutaba haciendo deporte. Su cerebro liberaba serotonina que viajaba por todo su cuerpo y, aunque no experimentaba pura felicidad, se sentía bien. Conseguía destensar sus hombros, respirar con normalidad y le permitía olvidarse durante unos minutos de toda la mierda con la que tenía que cargar.

Max estaba enfadada con ella y Grace podía entenderlo. Su obligación era protegerla, evitar que Billy le intimidase de esa forma y, sobre todo, evitar que Neil se le acercase. Y aunque había conseguido mantenerla alejada de Neil, con Billy era más difícil. Era difícil porque Neil solo deseaba a Grace y veía a Max como una niña marimacho, pero Billy las veía a las dos como seres inferiores a los que debía dominar.

Y aquella tarde había dominado a Max y Grace no había hecho nada para evitarlo. Así que Grace no podía reprocharle nada a Max porque era su culpa, y Max estaba en su total derecho de aplicarle la ley del hielo y hacer oídos sordos a las disculpas de Grace.

Normalmente, cuando todo se derrumbaba, tener a Max le ayudaba a soportarlo. Y ahora necesitaba una manera de coger todos los cachos de su vida y mantenerlos unidos o acabaría sufriendo de nuevo un maldito ataque. Así que, después de cenar, se puso ropa de deporte, se ató las bambas, se recogió el cabello y salió a correr.

No sabía ni por donde corría ni cuanto tiempo llevaba. Pero en cuanto llegó a la calle principal, con tanta vida, supo que quería alejarse de ahí. Deshizo su camino y se adentró en el bosque, buscando alejarse de todo el mundo durante unos minutos. Corrió entre los árboles, pisando las ramitas, saltando las ramas caídas más grandes y arbustos pequeños.

Sus pulmones ardían por el esfuerzo, su corazón bombeaba la sangre tan rápido que Grace dudaba que sus ventrículos hicieran la diástole, sus glándulas sudoríparas trabajaban tanto que Grace se arrepintió de no haber cogido una botella de agua y sus músculos consumían más oxígeno del que Grace podía coger, produciéndole cosquillas molestas por los cuádriceps.

Se obligó a parar en mitad de los árboles, con la luz de la luna colándose entre los centenares de ramas y sin darle apenas visibilidad del camino. Todos sus recuerdos pasaban por su mente como si fuese una película, mezclándose pasado con presente. Recordó todos los momentos malos, como si su cerebro pensase "oh, estás triste, vamos a estar más tristes". Grace odiaba cuando eso ocurría porque solo significaba que iba a empezar aquella sensación de estar muriéndose.

Pero estaba sola. Ahí parada en mitad de un bosque de un pueblo perdido de Indiana, Grace Mayfield estaba completamente sola. Así que abrió la boca y gritó hasta que su garganta dolió y su voz se apagó por completo, con un grito tan alto y ronco que salió desde el fondo de su ser. Grace había sido silenciada muchos años y ahí pudo soltarlo todo. Y le sentó tan bien gritar que su cuerpo pensó que sentaría aún mejor llorar. Ahí de pie en aquel solitario y tranquilo bosque, gritando y llorando, Grace se sintió completamente libre.

(...)

Química era una asignatura que Grace disfrutaba. Ella amaba las matemáticas, pero la química la fascinaba a niveles que no podía explicar. A Grace le gustaba saber como funcionaba el mundo porque sentía que así compensaba no saber como funcionaba su propio mundo. Por eso, pese a todo, no pudo evitar sonreír cuando entró en el aula y se acercó a la mesa donde Robin ya la esperaba. Había descubierto que Robín era un año menor que ella y seguiría en el instituto el año que viene, pero que como iba adelantada decidieron meterla en química de último año.

-Buenos días, compañera. -le saludó la castaña con una sonrisa amable e igual de entusiasmada que ella.

-Hey, Robin. Dios, me encanta tu camiseta. -alagó, viendo con adoración la camiseta negra con pequeñas constelaciones blancas que llevaba. Robín se sonrojó levemente y bajó también la mirada hacia su camiseta.

HEART OF GOLD ;; Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora