CHAPTER NINE: THE PIGGYBACK III

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Part three: I lost, again, everything but you


Su diafragma bajó y la diferencia de presiones obligó al aire atmosférico a entrar en sus pulmones como si se hubiese estado ahogando hasta ese aquel momento. Todo quemaba, desde su faringe hasta sus alveolos, pero nunca se había sentido tan libre. La presión en su cabeza desapareció y volvió a sentir aquella soledad mental que tanto había extrañado. Por la misma sorpresa de estar funcionando conscientemente, sus rodillas cedieron e impactaron contra las desgastadas tablas de madera.

¿Cuánto llevaba en aquel trance? ¿Qué estaba pasando? ¿Estaba por fin el mundo real o era otra de sus artimañas? Tenía miedo de abrir los ojos y comprobar si todavía estaba en aquella pesadilla, pero tenía que saber si su hermana estaba bien.

(...)

¿Era posible que el corazón humano se rompiese antes de una tragedia? Porque así se sentía Steve.

Grace era mujer de palabra, jamás le había mentido y jamás le había traicionado. Así que tenía que creer en su palabra de que no se pondría voluntariamente en las garras de Vecna. Pero tampoco lo había hecho la primera vez que la capturó y él se sentía la peor persona del mundo por dejarla desprotegida, sola ante el peligro. Era su Grace, debía de protegerla a toda costa, debía de haberse dado cuenta del verdadero peligro que estaba metida. Si Grace había muerto a la única persona a la que podía culpar era a él mismo.

Y, aunque Grace estuviese viva, alguien había muerto y esa debía de ser Max. Y si Max había muerto podría ser incluso peor. Max lo era todo para Grace. La simple idea de perderla la volvía loca y siempre se había sacrificado para protegerla. Y si la muerte de Billy le había provocado una destrucción emocional, perder a Max significaría morir en vida. Y le asustaba lo que eso podía implicar.

Apenas había tenido tiempo de pensar en lo que esas campanadas significaban para su vida personal cuando todo el suelo empezó a temblar y a desquebrajarse bajo sus pies. Una enorme grieta llameante se abría en línea recta por aquel monstruoso Hawkins, originándose en el desván de la casa Creel. Robin se agarró con fuerza a Steve y él se apoyó en aquel maldito reloj antes de coger a Nancy y evitar que se cayese. Aquel terremoto solo duró unos largos segundos, apenas un minuto, pero había causado daños irreparables.

-Los portales. -comentó con miedo y preocupación- Tenemos que volver antes de que se cierren.

-No puedo moverme. Me dan mucho miedo los terremotos, no puedo, no puedo. Vamos a morir, no puedo, este es el fin. Tenía razón, mierda, tenía razón, ¿por qué tenía razón? -Steve miró a su aterrada amiga y volvió a la realidad. No había podido salvar a las Mayfield, pero todavía quedaba gente que le necesitaba.

-Ve. -le ordenó a Nancy. Ella le miró con duda y acabó asintiendo antes de salir corriendo. Steve separó las manos de Robin de su brazo y las cogió- Yo te tengo, Robs, ¿vale? Y no te voy a soltar. Pero tenemos que salir de aquí o realmente estaremos perdidos, ¿vale? -Robin le miró con desconfianza, pero acabó asintiendo con nerviosismo.

Cogió con fuerza una de sus manos y salió corriendo con Robin a su lado. La torpeza de Robin se acentuaba más con el miedo que llevaba en el cuerpo, pero Steve no podía permitirse perder a nadie más. Tenía que ponerlos a todos a salvo antes de valorar las perdidas. Tenía que sacar a Dustin, Robin, Nancy y Eddie de ese maldito lugar, aunque fuese lo último que haría en su vida.

Siguieron esa monstruosa grieta por el bosque, Nancy les lideraba el camino. Corrieron mucho más rápido de lo que alguna vez habían corrido en sus vidas y llegaron al parque de caravana en un tiempo récord. Pero lo que Steve nunca se imaginó es que vería a Dustin arrastrando el cuerpo de Eddie al otro lado de la grieta.

HEART OF GOLD ;; Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora