CHAPTER ONE: THE HELLFIRE CLUB

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You can't run from the past


Grace miraba como su mano subía y bajaba por el repetido movimiento de su rodilla. Miraba concretamente las pequeñas y casi imperceptibles cicatrices que le habían quedado del 4 de julio. Seis meses, el tiempo suficiente para que las heridas hubiesen sanado casi por completo, dejando una cicatriz del daño que su piel sufrió. Grace había aprendido a compararlas con su corazón; sanado y con marcas de guerra, una vez más.

Había tardado en poder aceptarlas. Era una experta en tapar moratones y se había vuelto una experta en tapar cicatrices. Le gustaba el maquillaje, lo hacía todo más bello. Pero ya no quería ocultarlas porque era como si un recuerdo de Billy le acompañase en cada momento. Encontraba poético que fuese justo en su mano porque podía pensar que le acompañaba cogido de su mano. Esas pequeñas cicatrices de heridas que no recordaba y que ahora tendría para siempre.

-Grace. -la llamó la doctora Patrick. Pestañeó y miró a la mujer, fijándose como su rubio cabello estaba colocado estratégicamente para tapar la rojez del bótox. Tomó aire y miró al resto de personas de esa minúscula sala de reuniones.

-No sentía nada. -contestó con un poco de vergüenza- Puse el piloto automático. Era como estar de pie en El Vacío. Sentí que yo también había muerto, pero, como mi cuerpo seguía vivo, no podía ir a ningún otro lado.

Su padre era el que le había hecho ir al grupo de terapia de la iglesia porque no podían permitirse una psicóloga privada. No admitiría que la altruista Melanie Patrick la había ayudado, pero era un coñazo cuando le tocaba hablar. Prefería escuchar los consejos que la doctora le daba al resto y buscar como podía aplicarlos a su trauma. Eso le ayudaba mucho más que cuando tenía que fingir que Billy había muerto en un incendio.

-Cuando perdemos a un ser querido es normal sentir que no vamos a poder subsistir después de la perdida. Las pequeñas rutinas que teníamos con esa persona desaparecen sin aviso y nos quedamos solos sin saber como continuar. -Grace cerró los ojos y se permitió llorar- Nos contaste que fue tu hermana la que te ayudó a continuar.

-Sí, me forzó a venir a California. Y me vino bien. No sé, estos seis meses han sido... Normales. Extrañaba los problemas normales.

-¿Puedes desarrollar eso? -ahí se dio cuenta de que había vuelto a cometer un error. No, claro que no podía desarrollar ese comentario porque la encerrarían por loca.

-Max al final no vendrá para las vacaciones y me pone triste. La extraño y la última vez que la vi me pareció que estaba viendo un espejo. Sé cuando me miente desde siempre, pero es cabezona y le cuesta abrirse conmigo.

La doctora le siguió el tema, dándole consejos sobre cómo tratar a Max, durante unos minutos más antes de pasar a Helen, una mujer que había perdido a su hija. A las cinco en punto, la doctora finalizó la sesión y Grace se apresuró a salir de la Iglesia. En el aparcamiento Duncan la esperaba apoyado en el Camaro.

A Grace le había costado hacerse al Camaro. El coche de Steve era muchísimo más fácil de conducir, y con el Camaro seguía ahogando el motor muchas veces. Pero lo que le había costado más era asumir que Billy ya no conduciría ese coche. Un día, cuando Neil ya se había ido, apareció el coche completamente arreglado delante de su casa. Tenía una nota: Ahora vosotras también tendréis algo para recordarle. -Astrid. No volvieron a saber de Astrid desde aquel día. Grace oyó decir a Tammy Thompson que se había ido a California también. Era gracioso, todos los que habían huido de Hawkins habían acabado en un punto diferente de California.

HEART OF GOLD ;; Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora