|𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍| 15

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Dominic

Me libera, la energía que viaja por mi cuerpo es indescriptible. No me he sentido así en años, desde que Nonna me daba esos pinceles a escondidas de padre y aquellos botes de pintura pequeños para jugar.

Emilie restaura partes de mi vida que creí sepultadas en mi interior. Pensé que decir las palabras que marchan en contra de todo cuanto he creído me haría sentir débil y pequeño, pero es todo lo contrario.

Sigo siendo yo, el Capo. Salvaje e indomable, pero lleno de un propósito. Mantener a salvo a mi familia.

Estamos desesperados, besándonos cuales fieras hambrientas. Subo la playera que se ha colocado haciendo a un lado sus bragas de algodón y hundiéndome en su interior en cuanto me libera. Ella me sostiene fuerte del cuello, arqueándose debajo de mi cuerpo.

—Tenía un plan, un propósito y luego te conocí —confieso besando su cuello, sin moverme—. Eres un golpe de realidad, nena. Pensé que me harías vulnerable a ser arrastrado...

—Dominic —suplica. Alzo la cabeza, observando esos ojos verdes empañados de lágrimas. Empiezo a moverme suave, lento y delicado. Saboreando tenerla así, porque hace unas horas las cosas quizás serían diferentes. Esta noche, pude haberla perdido.

—Salvaste mi vida, Emilie. Me salvaste de no conocer este sentimiento al que ahora puedo nombrar, porque antes de ti, nunca lo sentí y era simplemente irrelevante y ahora quiero que lo recuerdes, te amo, señora Cavalli. Es fuerte, es real. Estoy enamorado de ti, de Emma, del pequeño que hemos creado juntos y de la idea de un futuro.

»Quiero esa casa con jardín, esos niños jugando, corriendo. Quiero todo eso y más, contigo. Me has hecho cambiar y crecer en ese aspecto de mi vida que antes no creí necesario. Me has demostrado amabilidad, perdón y respeto. Valores que tenía olvidados.

—Mi Capo —susurra apartándome el pelo de la frente y acunando mi rostro en sus manos frágiles—. Mi hombre y guerrero...

—Sí —corto—. Tuyo, nena.

Lo hizo, mi reina destrozó aquellos cimientos que había construido durante años. Ella ha derrumbado la muralla de protección y rudeza impuesta para salvarme de los sentimientos y la decepción. Nos giró en la cama, esta vez ella sobre mí, a horcajadas. Gime por la profundidad de mi polla en su codicioso coño, intenta sostenerse de mis hombros, pero atrapo sus manos agarrándola de las muñecas a su espalda.

—Muévete —ordeno. Aunque Emilie me ha desafiado en muchos aspectos de nuestra relación, en el sexo me deja tener el control y cede ante mí por completo. Me gusta tener este dominio.

Se mueve como una diosa del pecado y las perversiones carnales, llevándome con ella con cada contracción de sus paredes internas. Mueve sus manos, pidiéndome que la libere y se lo concedo solo para averiguar con intriga su plan. Guía mi mano a su cuello y sonrío.

Esta es mi chica, ella va a por todo.

—¿Segura? —pregunto empezando a apretar un poco, solo débilmente en una advertencia. Asiente y yo no puedo resistirme cuando me entrega su confianza absoluta de esta manera.

Mi agarre es sincronizado con los movimientos circulares de su pelvis. No deja de observarme esperando el momento indicado, pero quiero ir más allá y descubrir qué tanto puede soportar la espera, a cambio golpeo su trasero con mi otra mano haciendo que grite mi nombre en una plegaria prodigiosa. ¡Sí! Que todo el maldito club sepa que ella es mía y solo mía. Le pego tres veces, cada una más fuerte que la anterior, haciendo que se llene más y más de placer. Deja caer su cabeza hacia atrás exponiéndose ante mí. Decidido, corto el aire de su garganta con mis dedos cerrándose fuerte en su cuello. Acelera sus embiste, Emilie es quien me folla esta noche. Mi dulce criatura. Los puntos marcados en la tela me incitan. Voy a su encuentro, mordiendo uno de sus pezones. Em boquea por aire y se lo doy cuando chupo descaradamente su sensible pecho sobre la tela. Cuando ella siente que ha obtenido un respiro utilizo mis dientes escuchando mi nombre en forma continua en un grito desesperado.

Las réplicas de su orgasmo me aprisionan, mi polla se hincha en su interior y justo cuando empiezo a bañarla de mi semen, rodeo su cintura y la mantengo inmóvil contra mí, esta vez la fuerza de mi agarre en su cuello es mayor de lo que nunca ha sido. Se viene duro, sus manos enredándose en mi cuello, veo sus ojos lagrimear y luego cerrarse. Jesucristo.

Gruño su nombre soltando su pecho y buscando su boca, sus labios se encuentran rojos y temblando. Desesperado la beso, metiendo mi lengua y buscando la suya. Emilie reacciona, me devuelve todo con una intensidad al doble. Quisiera quedarme siempre pegado a su boca, a su cuerpo, pero siento esa necesidad suya de tomar aire y retrocediendo la dejo ir. Cae sobre mi pecho, rendida, respirando como nunca.

El deseo de hacerla mía toda la noche late, pero niego para mí mismo. Debo cazar a Kain y ella ha tenido un día lleno de emociones. La levanto, dejándola en la cama, murmura algo que no entiendo y me paro entrando al baño de Raze a lavarme la polla llena de los fluidos de mi mujer y míos. La ropa de Emilie se encuentra en el suelo y parece que estuvo vomitando. Mojo una toalla y regreso a la habitación para limpiarla. Ella se encuentra dormida, hecha una bola sobre el lecho.

La muevo y se cuelga de mi cuello como un koala, vuelvo a dejarla debajo de las sábanas apartándole el pelo.

—Volveré por ustedes —le prometo besando su frente. Y es de esos juramentos que no romperé.

Los demás están en la escalera. La chica Miller me agrada. Es de las pocas mujeres a quienes encuentro valientes y de alguna manera he admirado su temple para salir adelante después de las mierdas en las que se metió, incluso si vivió en la mentira de mundo que ella decidió crear como su refugio. Raze está marcando el territorio, quiero girar mis ojos al verlo. Y una puta del club está demasiado interesada en darnos de tomar.

Mi objetivo es Damián, el exconsigliere de la Corona y por quien recibí una bala en los Fades. Es algo que me debe y él lo sabe. Le pregunto cuántos muertos carga sobre su cabeza, pero son demasiados para contar, tal y como espero en un hombre de su porte. Es el único en este club, aparte de Raze y Harry, en quien tengo una pizca de confianza. Quiero que él cuide de mi esposa.

Sí, soy un maldito hijo de puta posesivo. Es quien no la tocará ni mirará con ojos de nada. Es un hombre criado con mis costumbres.

Fue una sorpresa encontrarlo involucrado en peleas, pero supongo que aún no supera la trágica muerte de su esposa e hijo, quizás se culpe, «es lo que todo Made Man haría», culparse por no ser suficiente. Es la culpa que siento cuando veo a Emilie y sé que no estuve para librarla de Kain, pero yo tengo a mi esposa y ella me recuerda las razones correctas por las cuales debo enviar la culpa al demonio y cazar al maldito bastardo.

—Yo conduzco —siseo hacia Roth, me tira las llaves y sube al deportivo.

—Tienes esa mirada —musita cerrando su puerta.

—¿Cuál? —cuestiono sonriendo de lado.

Sí, tengo esa mirada.

—La de "causaré muchos jodidos problemas."

—¿Santo Roth no quiere divertirse? —me burlo—. Porque el siguiente destino serán las mazmorras y después tomar control de Rusia, ¿te unes o te dejo en la guardería?

—Tendrás que prestarme un cuchillo —murmura. ¡Oh sí!, ¡vamos a destruir! Justo como en los viejos tiempos. Observo una última vez el espejo retrovisor. «Volveré, cara mia. Volveré».

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora